Esta vez todo empezó en España. Un supuesto «contactado» nos informó, después de varios encuentros secretos, que tenía una información confidencial dirigida a Juan José Benítez.
Según él había recibido un mensaje de seres extraterrestres. Dichos seres querían un encuentro directo con Juanjo, es decir un encuentro del tercer tipo
en toda regla.
Al principio, como es normal, no haces ni caso pero la insistencia, con datos, pelos y señales, todo envuelto en una historia de suspense que dejaría a Hitchcock como un principiante, te deja una mínima duda.
Esperando
Por esas fechas teníamos previsto viajar a México, qué «causalidad». Teníamos una cita con nuestra amiga Margaret, que en esos momentos estaba trabajando en la traducción del Caballo de Troya al inglés. Ella viajaba desde Estados Unidos y nos reuníamos en el D.F., aprovechando un compromiso editorial.
Se me olvidada decir que el «encuentro» tendría lugar en México. Eso le daba más misterio al tema y nos mantenía más intrigados.
Al fin llegó la información del día, lugar y la hora del encuentro: en la ciudad de Atlixco, en el estado de Puebla, a no mucha distancia del D.F .. Podíamos ir y regresar en el mismo día .
..,
Atlixco se encuentra a las faldas del volcán Popocatépetl, que por cierto en aquellos momentos estaba lanzando gran cantidad de gases. Creo que al poco tiempo de nuestra visita hubo una erupción considerable.
Volcán Popocatépelt
El mensaje era claro: a las doce de la mañana debíamos estar en las afueras de la ciudad, en una carretera con dirección al volcán. Allí encontraríamos una gasolinera de Pemex, con número 5525, allí esperaríamos hasta que llegara el contacto.
El día anterior contratamos un chofer que conocía la zona, y después de un madrugón salimos los cuatro para Atlixco.
Llegamos con tiempo para inspeccionar el lugar tranquilamente. Encontramos la gasolinera sin problema, y allí nos quedamos esperando durante varias horas. La verdad es que se nos hizo un poco aburrido. Allí sólo llegaban mexicanos…
A Juanjo lo que no le falta es paciencia. Margaret y yo ya no sabíamos qué hacer, pero él a lo suyo. Por fin decidimos que aquello había sido una broma de mal gusto o algo peor. Yo pensé, incluso, que podía ser un intento de secuestro y aún lo creo.
Margaret (izquierda), con Blanca y Juanjo, en Atlixco
Todo fue muy extraño. A Margaret no le contamos nada hasta regresar al D.F.. Por supuesto que no daba crédito a lo que habíamos hecho y del peligro que habíamos corrido. Menos mal que es una norteamericana con sentido del humor.
Aun no me explico cómo el «supuesto» mensajero conocía con tanto detalle la zona donde nos envió. A nuestro regreso, naturalmente se acabó el contacto.
Por intentarlo que no quede; quizá en otra ocasión…