La imagen destacada hace referencia a: Feria del Libro de Guadalajara (México). Presentación de Caballo de Troya 8 “JORDÁN”.
Cuando viajamos por países supuestamente “civilizados”, parece que vamos más confiados. Esto nos ocurría hasta hace muy poco tiempo.
La propaganda de esos países te quiere hacer sentir que estás en el lugar más seguro del mundo. Yo tenía mis dudas, y comprobé que no me faltaba la razón.
Siempre se aprende algo. En este caso no fue así y me pongo en el lugar de tantas personas, que, por intentar buscarse una vida mejor, tienen que pasar por tan malos tragos, y que sienten esa impotencia que sentí, por no poder ni preguntar: ¿porque?
En el verano de 2006 viajamos de vacaciones a Jordania, y por esas cosas de la vida, en ese mismo año, invitados por el gobierno jordano, presentamos el libro “Jordán” en el mes de octubre.
Seguidamente se presentó el libro en diferentes países de América del Sur. El final de nuestro viaje era Estados Unidos.
Blanca en la Feria del Libro de Guadalajara, con un mariachi
Todo fue perfecto, sin problemas de aviones, ni equipajes, y después de recorrer tantos kilómetros, pensé que todo había ido demasiado bien…
Pero la sorpresa siempre llega, y en el momento que menos te lo esperas.
De Guadalajara (México) teníamos que volar a Miami. Lo lógico era ir directamente, pero no se porqué, la editorial decidió entrar en Estados Unidos por DalIas.
Todo fue bien hasta la llegada al control de pasaportes. El trámite es lento: huellas, fotos, preguntas, pero a eso ya estábamos acostumbrados. Ahora estaba ocurriendo algo extraño. Nos quedamos los últimos. El control de pasaportes estaba desierto. No sabíamos cuál era el problema. Pregunté, pero no hubo respuesta.
Al cabo de unos cuantos minutos, el oficial se dignó preguntamos por el motivo del viaje. Respondimos sin perder los nervios.
Regresábamos de la Feria del Libro de Guadalajara y estábamos en DalIas, haciendo escala hacia Miami, para presentar un libro. Silencio.
Blanca feliz, con un grupo de mariachis. Aun no sabía lo que le esperaba…
Los pasaportes seguían en su mano y no parecía tener intención de devolverlos. Nuestro vuelo a Miami estaba a punto de embarcar y aún no habíamos recogido nuestras maletas para pasar la aduana. Ya estaba perdiendo los nervios y sin recibir ninguna explicación.
Por fin se puso de pie, con los dos pasaportes en la mano. Nos ordenó que le acompañáramos. No quedaba más remedio. Le seguimos. Nos abrió la puerta de una pequeña sala de espera, y entramos. Sin más cerró y desapareció. Allí nos quedamos, casi con la boca abierta. Al cabo de unos minutos reaccionamos. ¿Qué estaba pasando?
Por mucho que le dábamos vueltas, aquello no tenía ni pies ni cabeza. Pasaban los minutos y por allí no aparecía nadie. Creo que por los nervios, o porque llevábamos ya más de una hora en aquella habitación, tuve necesidad de ir al cuarto de baño. !Qué problema!. Juanjo me decía que esperara, pero hay cosas que no pueden esperar, así que ni corta ni perezosa, toqué con los nudillos la única ventanilla que había en la sala, (por cierto, era un espejo).
Casi al instante se abrió una puerta y apareció un policía. No tenía la mala cara del anterior. Más bien parecía un mexicano salido de alguna película. El hombre fue amable y dijo que lo acompañara.
Entramos por un largo pasillo. Al fin abrió una puerta. Encendió la luz y me invitó a que pasara. Ya dentro, me indicó que no podía cerrar la puerta y que él tenía que estar presente. La necesidad apretaba así que, con toda la dignidad que pude, me levanté la falda. Cuando terminé presioné el botón de la cisterna y le dije que estaba lista.
Me daban ganas de llorar. Aguanté no se cómo, yo creo que de rabia. Me llevó de vuelta a la sala. Cuando se lo conté a Juanjo lo único que me dijo fue: “No te olvides: aquí mataron a Kennedy”.
Pasaba el tiempo y allí nadie daba ninguna explicación, así que decidimos llamar otra vez a la ventanilla, por si teníamos la suerte de que apareciera el “mexicano” como yo le llamaba. Y sí, abrió la ventanilla. Por fin podíamos preguntar.
El señor nos atendió. Por lo menos nos dejó hablar y nos dijo que se iba a enterar de lo que estaba pasando. Cerró la ventanilla y otra vez a esperar.
No pasó mucho tiempo. La famosa ventanilla se abrió. Nuestros pasaportes estaban allí. Empezó a preguntarnos por nuestros viajes a Jordania. !Claro, ése era el problema!. No podíamos ni sospecharlo. Tanto darle vueltas y era lo último que hubiéramos imaginado.
Por fin en Miami. Vista desde la ventana del hotel, con negros nubarrones
Le explicamos con todo detalle nuestros viajes y los motivos. La cosa parecía que se estaba arreglando.
Y así fue. Nos devolvieron los pasaportes y pasamos a la aduana. Allí empezó otra odisea. Uno quería abrir las maletas. Otro funcionario decía que no…
Cuando llegamos a la sala de embarque no me lo podía creer. Salimos con 4 horas de retraso, pero al sentarme en el avión respiré tranquila.
El vuelo bien. Y por fin, Miami.
Estábamos agotados cuando acudimos a recoger las maletas. Los últimos, otra vez. Pero las maletas no llegaron…
Blanca, delante del árbol de navidad del hall del hotel, esperando las maletas
Tuvimos que reclamar el equipaje a American Airlines. No tenían ni idea de dónde estaban las maletas. Se suponía que en Dallas. En Dallas dijeron que allí no había ningún equipaje.
Estaba amaneciendo cuando llegamos a hotel, con lo puesto.
La maleta de Juanjo llegó a las 48 horas. La mía, 10 horas antes de que saliera el vuelo de regreso a España.
Los misterios de los aeropuertos. ¿O qué?…