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Un as en la manga de Dios

Imágenes : Iván Benítez.

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A la memoria de José Luis Carreño,
que me llevó de la mano
(pacientemente) en aquellos años setenta.
Tú, ahora, sabes la verdad

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Empecé a comprender. Estaba ante un ser majestuoso.

Nada es casual.

Una imagen incomprensible para la ciencia.

¡Qué extraña sensación! Han transcurrido veinticinco años…

En estos momentos, Navidad del año 2002, hace justamente veinticinco que me enfrenté al enigma de los enigmas: la Sábana Santa de Turín. Diciembre de 1977. Ésa fue la fecha de publicación de mi primer trabajo sobre la Síndone. Al volver a leer aquel apresurado pero intenso reportaje no puedo evitar una profunda emoción. «Es preciso adelantar que el periodista -escribía en el desaparecido periódico La Gaceta del Norte-, ante una noticia como ésta, se siente abrumado. No todos los días llega hasta nuestras manos la confirmación CIENTÍFICA de que aquel Hombre llamado Jesús RESUCITÓ de verdad… Y para aquellos que perdieron la fe. O para los que jamás la tuvieron. O, sencillamente, para los hombres de buena voluntad, he aquí lo que podríamos calificar como una segunda «buena nueva»…»

Fui el último en imaginar lo que iba a representar aquel encuentro con José Luis Carreño y con la imagen de la Sábana Santa. ¿Un encuentro casual? En absoluto. De ahí nacería uno de mis grandes objetivos: investigar y difundir la vida y el pensamiento de Jesús de Nazaret. Y fue aquel sabio navarro -el salesiano José Luis Carreño- quien me proporcionó el bautismo de fuego. Que Dios lo bendiga.

Siete años después -como un milagro- vio la luz Caballo de Troya, mi gran sueño: la vida del Maestro, relatada paso a paso, como la hubiera contado un periodista o un científico.

En efecto: es mucho lo que le debo a la Sábana Santa. Y entiendo que debe ocupar un lugar preferente en el gran proyecto Ilamado «Planeta encantado». Como he mencionado, el enigma de los enigmas…

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Imagen (en positivo) de la Sábana Santa o Síndone, actualmente guardada en Turín.

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José Luis Carreño.

Empecemos por el principio…

Una imagen incomprensible Recuerdo que, al mirarla con detenimiento, me estremecí. Aquel Hombre muerto tenía algo especial. Era hermoso. Quizá la palabra exacta sería majestuoso. ¿Un cadáver majestuoso?

Aquella imagen, encerraba «algo» extraño. La había visto en otras oportunidades, pero nunca como en esta ocasión. El padre Carreño, entusiasmado, fue señalando algunas de las principales características del rostro, del pecho, de las manos, de las heridas… y empecé a comprender: estaba ante una figura incomprensible para la razón y para la ciencia.

Fue lo peor que podía sucederme. Acepté el reto. ¿Incomprensible? Eso no era posible. Tenía que haber una explicación. y me propuse llegar hasta el fondo. Fue el principio, como digo, de una larga carrera. Una dilatada investigación que, por supuesto, todavía sigue ahí.

La Sábana: algunas claves

• La Síndone o Sábana Santa de Turín es un paño de lino de 4,373 metros de largo por 1,11 metros de ancho. Peso total: algo más de un kilo (1123 gramos).

• Es un tejido suave al tacto que, según los expertos, fue hilado en Oriente Próximo (quizá en el oasis de Palmira) en el siglo I. La textura se denomina «espina de pescado» (sarga a cuatro). Contiene pequeñas porciones de algodón y ningún rastro de fibras animales. Esto nos lleva a deducir que se trataba de un telar judío (la ley mosaica prohibía mezclar fibras vegetales y animales).

• Sentido de la torsión en «Z». Cuarenta hilos por centímetro en la urdimbre y treinta en la trama (veintisiete inserciones por centímetro). Tejido espeso y opaco, muy irregular. No fue confeccionado para dormir.

• Expertos como Timossi, Raes y Marchis consideran que se fabricó en un telar manual, muy sencillo, probablemente movido a pedal.

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Oasis de Palmira, posible origen del tejido sobre el que aparece la imagen.

• El diseño en espiga aparece interrumpido y falseado por irregularidades en la anchura de las bandas, en la interrupción de la nervadura, en los ángulos de término y por omisión de algunas pasadas de trama.

• El lienzo está integrado por dos bandas de muy diferentes dimensiones. La de la izquierda es la más pequeña (ocho centímetros de ancho). Está cosida longitudinalmente al paño principal. Ambos tejidos son similares, aunque se ignora si la pieza más estrecha fue cosida después de formarse la imagen. En la citada franja de ocho centímetros faltan dos porciones de tela: una de catorce centímetros en la región frontal y otra de casi treinta y siete centímetros en la dorsal. Ambas fueron sustituidas por sendas telas de diferente naturaleza.

• El tejido en sarga empezó a hilarse en Europa bien entrado el siglo XIV, según Walsh. Otros especialistas consideran que el algodón no se cultivó en Europa hasta finales del XV.

La imagen: algunas claves

• La ciencia no sabe cómo, pero la imagen del Hombre muerto responde a una degradación física de la celulosa que forma las fibras de lino.

• No hay pintura. Jamás se encontró vestigio alguno de los pigmentos.

• El color es similar al de las quemaduras producidas en el siglo XVI en la misma tela de lino. Los científicos hablan de estabilidad térmica.

• Conforme el espectador se acerca a la imagen, ésta desaparece, y se convierte en una mancha informe. Sólo a cuatro o cinco metros se aprecia en toda su belleza. Este fenómeno óptico se registra como consecuencia de la falta de definición en los perfiles.

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• No existen huellas laterales del cuerpo.

• La imagen es superficial: sólo afecta a las dos o tres primeras fibras (un hilo está integrado por casi doscientas fibras).

• El oscurecimiento de la imagen es igual en la parte frontal y en la dorsal. ¿Cómo puede ser si esta última experimentó un mayor peso?

• La ciencia no sabe cómo, pero la imagen dispone de estabilidad hídrica y química (el agua utilizada para sofocar el citado incendio de Chambéry, y que hirvió en el interior de la urna de plata, no afectó a la pureza de la figura. Ninguno de los reactivos químicos conocidos la disuelven o la decoloran).

• ¿A qué obedecen las claras deformaciones anatómicas en algunas regiones de la imagen? Por ejemplo: caderas y longitud del antebrazo.

• No hay direccionalidad. Si se tratase de una pintura, aparecería la inevitable dirección de la mano del artista.

• La imagen presenta manchas de sangre, independientes de la formación de dicha figura. ¿Por qué los coágulos y reguerillos no están lógicamente desflecados?

• La ciencia no sabe cómo, pero la Sábana Santa es un «negativo» fotográfico.

• La ciencia no sabe cómo, pero la intensidad de la imagen varía en función de la distancia del lienzo al cuerpo. Cuanto más cerca, menos intensidad.

• La imagen -según los especialistas- se transfiere al lino en sentido vertical.

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A la izquierda, imagen frontal (en negativo). A la derecha, imagen dorsal.

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La imagen, tal y como aparece en el lienzo (negativo). A la derecha, positivo del original.

 

Una larga historia

Lo que no dicen los detractores

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Tadeo, uno de los setenta, pudo ser quien trasladó la Sábana fuera de Israel.

Cuando analicé esta compleja lista de características comprendí que la Síndone era mucho más de lo que pretendían sus detractores. Si no es pintura, si no existe vestigio alguno de pigmentación, ¿por qué hablan de fraude medieval? Y proseguí indagando. ¿Cuál es la historia conocida de la Sábana Santa? ¿Existen documentos que arrojen luz sobre su antigüedad? ¿Qué dicen esos documentos? Mi sorpresa fue igualmente considerable. La Síndone, tal y como suponía, tiene una larga historia que no mencionan sus enemigos…

He aquí algunos datos que me hicieron reflexionar:

• Las primeras alusiones escritas a la Sábana Santa se registran en documentos apócrifos: Evangelio de los Doce, Actas de Pilatos (hoy desaparecidas) y el Evangelio según los Hebreos (siglo Il, Biblioteca Vaticana de Roma). «El señor, después de haber entregado el SUDARIO al siervo del sacerdote, fue y apareció delante de Jacobo [Santiago]» .Esta cita, del referido Evangelio de los Hebreos, aparece en la obra De viris illustribus, de san Jerónimo.

• Eusebio de Cesarea, por su parte, insinúa que la Síndone pudo ser sacada de Jerusalén antes del asedio por las legiones romanas de Tito (año 70 de nuestra era). Quizá por los discípulos del Maestro, que la ocultaron en Pella, al norte de la actual Jordania. Quizá Tadeo, «uno de los setenta», la trasladó hasta la ciudad de Edesa (actual Urfa, en Turquía), y la puso en manos del rey sirio Abgar. En este sentido, los apócrifos cuentan que el tal Abgar, enfermo de lepra, solicitó ayuda de Jesús.

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La tradición afirma que el lienzo fue sacado de Jerusalén antes del asedio de Tito.

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El rey Abgar.

Y el Maestro -en una más que supuesta carta- le responde, anunciándole que, una vez cumplida su misión, le enviará a uno de sus discípulos para sanarle. Abgar se envuelve en la Sábana y, según la tradición, queda libre de la enfermedad, y se convierte al cristianismo. Así lo asegura Eusebio de Cesarea en su Historia de la Iglesia, libro primero, capítulo 13. Años después -hacia el 57- Ma’nu, segundo hijo del rey Abgar, le sucede en el trono y persigue a los cristianos. La Sábana Santa desaparece. Otra leyenda asegura que fue escondida en la muralla, sobre la puerta occidental.

• Al margen de estas tradiciones -más o menos verídicas-, lo que parece cierto es que el lienzo termina saliendo de Israel por simples razones de seguridad. Como es sabido, la ley judía prohíbe el contacto con cadáveres o con restos funerarios. Éste era el caso de la Síndone. Y los discípulos de Jesús, al hacerse con el lienzo mortuorio, se vieron en la necesidad de trasladarlo lejos de Tierra Santa y ocultarlo en alguna de las nacientes comunidades cristianas de Asia Menor. Edesa -quién sabe si por la protección del mítico rey Abgar- fue el lugar elegido.

• En el año 525 una inundación arrasa la ciudad de Edesa. Mueren treinta mil personas. En los trabajos de reconstrucción aparece un extraño lienzo en un nicho practicado en la muralla, sobre la puerta occidental. Se trata, en efecto, de la Síndone. Otra leyenda afirma que el lugar donde se escondía la Sábana fue revelado al obispo Eulalio durante un sueño. A partir de esas fechas, el lienzo es venerado públicamente. Y se le da el nombre de «Mandylion acheiropoiéton» («pequeña tela no pintada por mano humana»). Sólo se muestra la cabeza. Esta imagen inspiró, sin duda, a infinidad de artistas bizantinos y medievales.

• El escritor Avagrio, en su Historia eclesiástica (año 544), se refiere a la Síndone como el objeto que permitió la victoria de los edesinos sobre el rey persa Cosroes I: «Al sacar el Mandylion en procesión por las almenas de las murallas, el fuego prendió en las armas enemigas y los persas huyeron.»

• Los musulmanes toman Edesa (año 639). Se tolera el cristianismo y el Mandylion, que se conserva en la basílica de Santa Sofía, es respetado. Una moneda de oro del segundo reinado de Justiniano (692-695) reproduce la cabeza que aparece en el citado Mandylion.

• Atanasio, en el año 700, afirma haber hecho una copia del Mandylion. Pudo haber guardado el original en la iglesia jacobita de la Madre de Dios. Aceptando que la historia narrada por Atanasio bar Gumayer fuera cierta, la Síndone se salvó así de la inminente fiebre iconoclasta que asolaría a los cristianos hasta bien entrado el siglo IX. En ese largo período, que finalizó en el 843, con el Sínodo de Constantinopla, las imágenes que reproducían el rostro de Dios o de Jesús fueron destruidas. La Sábana Santa, sin embargo, se salvó.

• Primavera del año 943 de nuestra era. Edesa es cercada por los ejércitos bízantinos. El general Curcuas promete a los musulmanes que no destruirá la ciudad y que pagará doce mil piezas de plata si, a cambio, entregan el Mandylion. Un año después, tras laboriosas gestiones, los musulmanes ceden el Mandylion al obispo de Samosata. Se trata, al parecer, de una copia. Nuevas negociaciones. Finalmente, los habitantes de Edesa entregan el lienzo original. El Mandylion permanece un corto período de tiempo en Samosata. Después continúa hacia Constantinopla.

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La Síndone salió de Israel por razones de seguridad.

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La mayor parte de los artistas bizantinos se inspiró en el llamado «Mandylion».

• Un día histórico: 15 de agosto del año 944. El Mandylion entra en Constantinopla. En la sacristía de Santa María de Blanquernas es venerado por Esteban y Constantino Lecapeno, hijos del emperador, así como por el futuro emperador, Constantino Porfirogeneta. El comentario de los Lecapeno es elocuente: «Está borroso.» Un escrito de aquella época, De imagine edessena, dice textualmente: «…es una secreción húmeda, sin colorido ni manchas artificiales». Al día siguiente, el Mandylion es paseado en una urna por las calles de la ciudad. El archidiácono Gregorio pronuncia una homilía y habla de la totalidad de la imagen, incluida la herida de costado. A partir de esos momentos es expuesta a los fieles cada viernes y en su totalidad.

• Año 945. Al ser coronado emperador. Constantino Porfirogeneta acuña monedas de oro con las que celebra la llegada de la Síndone a Constantinopla (aparece el rostro de Cristo). Declara el 16 de agosto como el día de la Imagen de Edesa.

• Hacia el año 1011 (?), el papa Sergio recibe en Roma una copia del Mandylion, se la conoce como la «Verónica». Se trata de una falsa leyenda. La Verónica nunca existió. Verónica significa «verdadera imagen» (Vera Icona) .

• Por primera vez, el arte se preocupa de dibujar a Jesús completamente tendido, tal y como muestra la Sábana Santa (año 1025, aproximadamente). Son los threnos o escenas de las lamentaciones. ¿Pudo alguien desprender la tela de su marco y contemplar así la totalidad de la figura?

• Año 1058. Abu Nasr Yahya, escritor árabe-cristiano, asegura haber visto el Mandylion en Santa Sofía.

• En el año 1092, Alejo I Comneno de Constantinopla escribe al conde de Flandes, advirtiéndole que la ciudad no debe caer en poder de los paganos, ya que en dicha población existen preciosísimas reliquias del Señor. Entre otras numera «los lienzos encontrados en el sepulcro después de la resurrección».

• En ese mismo siglo XI, un griego confeccionó el catálogo de las reliquias veneradas en Constantinopla. Una traducción latina se conserva en la biblioteca del Vaticano (cod. Ottob. Lat. 169). En dicha relación aparecen «el lienzo y el sudario de la sepultura».

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Uno de los objetivos de los Templarios fue rescatar el Arca de la Alianza, el Santo Grial y la Síndone.

• Año 1130. Orderico Vitalis, monje británico, escribe en su Historia eclesiástica la ya referida tradición del rey Abgar y su correspondencia con Jesús de Nazaret.

• En el año 1147 aparece el testimonio de Luis VII, rey de Francia, que contempla la Síndone en su visita a la iglesia de Santa María de Blanquernas.

• Año 1151. El abad benedictino Nicolás Saemundarson, del monasterio Thingeyrar (Islandia), afirma haber visto la Sábana Santa en el Gran Palacio de Constantinopla. Dice que estaba confeccionada con lino basto y menciona las manchas de sangre.

• En 1171, Guillermo, arzobispo de Tiro, en su Historia rerum in partibus transmatinis gestarum, describe la visita de Amalrico I, quinto rey latino de Jerusalén, a Manuel I Comneno de Constantinopla. Al relatar las excelencias y tesoros del palacio hace alusión a la Sábana, que fue contemplada por el rey.

• En 1201, el guardián de las reliquias de la capilla de Faros en Constantinopla hace «inventario» y menciona la Síndone. «…es de lino -dice-, de material barato y fácil de obtener… Ha desafiado la descomposición por haber envuelto el misterioso cuerpo de la Pasión».

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El ídolo «Bafumet», venerado, según el Vaticano, por la orden del Temple.

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La ley judía prohíbe las imágenes y el contacto con cadáveres y restos funerarios.

• Año 1203 (agosto). El soldado y cronista de la mal llamada IV Cruzada, Robert de Clari, contempla la Síndone y escribe: «…Había en Constantinopla, entre otros, un monasterio que se llamaba Nuestra Señora Santa María de Blanquernas, donde se conservaban las Síndones en que Nuestro Señor fue envuelto, que cada viernes se mostraba [al pueblo] vertical, de modo que se podía ver bien la figura de Nuestro Señor.» El soldado habla de «Síndones», en plural, refiriéndose, probablemente, a las dos partes del lienzo (frontal y dorsal).

• Año 1204. En la noche del 9 al 10 de abril, los cruzados atacan Constantinopla. Previamente (8 de febrero), un aventurero llamado Murzuphie ordena el estrangulamiento del joven emperador Alejo IV, respuesto en el trono por los cruzados. El pillaje -según Jean Longnon- fue total: más de cuatrocientos mil marcos de plata. Robert de Clari escribe: «Nadie supo jamás, ni griego ni francés, qué fue de la Síndone, cuando la ciudad fue tomada.»

• Año 1205. El 1 de agosto, Teodoro Ángel Comneno, nieto del emperador de Bizancio, escribe al entonces papa Inocencio III, con motivo del saqueo de Constantinopla por los cruzados. En dicha carta, que forma parte del Chartularium Culisanense, se informa de que los tesoros robados se conservan en Venecia, Francia y en otras partes. Pero «la más sagrada entre ellas, es decir, la Santa Sábana con que fue envuelto, después de muerto y antes de la resurrección, nuestro señor Jescucristo… se conserva en Atenas», de donde era duque Othon de la Roche, uno de los jefes cruzados.

• En 1238 sube al trono Balduino II de Courtenay. Es el nuevo señor de Constantinopla. Su situación financiera es tan penosa que se ve obligado a empeñar muchas de sus propiedades y reliquias. San Luis, rey de Francia y tío de Balduino, le ayuda a recuperar muchas de esas reliquias. En 1247, como agradecimiento, Balduino II le envía un trozo de la Sindone (parte de los pies y sin imagen). Esto hace sospechar a los historiadores que la Sábana Santa estaba todavía en poder del citado Balduino II.

• En 1261, Balduino II empeña cuanto tiene y huye definitivamente a Europa. La Sábana Santa pudo ser vendida en ese año, o poco antes y, muy probablemente, a los poderosos caballeros de la Orden del Temple. No es ningún secreto que los templarios surgieron, entre otras razones, para tratar de reconquistar Tierra Santa y, sobre todo, para poner a salvo a determinados simbolos y objetos religiosos. Entre los más importantes: el cáliz de la última cena (Santo Grial), el Arca de la Alianza y la Sábana Santa.

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En 1349, el señor de Lirey solicita autorización para exponer la Sábana Santa. Miles de peregrinos pasan por la colegiata, provocando la envidia de las iglesias próximas.

• En 1291 se produce la caída de San Juan de Acre, en el norte de Israel. Los templarios abandonan la fortaleza y viajan a Chipre, Marsella, Besançon y Villeneuve du Temple, en París. Es posible que el gran tesoro llegara a Francia hacia 1306 y bajo la custodia de Jacques de Molay, Gran Maestre Templario. Uno de los indicios que apunta a los templarios como los secretos propietarios de la Síndone durante un siglo (quizá más) fue la acusación, por parte de la Santa Sede, de venerar a un extraño rostro de barba rojiza al que llamaban «Bafumet» (otros hablan de «Bafomet» o «Mohamet»): un ídolo sospechosamente parecido a la cabeza del Hombre muerto de la Sábana Santa. Ésta, entre otras, sería la causa de la persecución de la orden.

• En 1307 (13 de octubre) el rey Felipe IV el Hermoso ordena el encarcelamiento de los templarios. Una semana antes (en la noche del 6), un carro abandona la fortaleza del Temple, en las afueras de París. Llueve torrencialmente y el hombre que lo conduce se protege con una «sábana». Los soldados registran la carga de paja, pero no encuentran nada. La Síndone no aparece. Todo apunta a que fue sacada del castillo por el hombre que se cubría con la referida «sábana».

• 1314. En marzo son quemados vivos Jacques de Molay, Gran Maestre de la Orden del Temple, y Godofredo de Charny, visitador de Normandía. La Síndone continúa oculta.

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La Síndone fue propiedad de la casa de Saboya hasta 1983.

• 1349. Cuarenta y dos años después de la caída del Temple por orden del papa Clemente V y del suceso del carro, otro Godofredo de Charny, señor de Lirey, cercano a la ciudad de Troyes, pide permiso al citado papa para construir una colegiata en la que exponer unos lienzos que «son la auténtica mortaja de Jesús». Parece claro que ambos Godofredos de Charny eran parientes. ¿Pudo quedar la Síndone en poder del segundo señor de Lirey? Es lógico, ya que la Sábana se encuentra bajo su protección. En 1354 recibe la autorización.

• Godofredo de Charny muere el 19 de setiembre de 1356 en la batalla de Poitiers. La Síndone ya había empezado a ser expuesta a los fieles. Esto provocó un gran malestar entre las parroquias próximas. La colegiata de Lirey recibía miles de peregrinos y, en consecuencia, sus ingresos se multiplicaron. La imagen es considerada como una «pintura» por los enemigos de Lirey.

• 1415. Margarita de Charny, nieta de Godofredo y casada en segundas nupcias con Humberto de Villersexel, conde de la Roche y señor de Saint Hippolyte sur le Doubs, retira la Sábana de la colegiata de Lirey. Tiene miedo de los pillajes que ha generado la guerra de los Cien Años. Y el lienzo es trasladado al castillo de Saint Hippolyte. Al enviudar, la pésima situación económica de Margarita le obliga a exponer la sábana, y obtiene así algún dinero. La explanada del castillo es conocida como el «campo de Dios», en recuerdo de dichas ostensiones.

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Iglesia de Chambéry.

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En 1509, la Síndone es doblada en 48 plieges y guardada en una urna de plata.

• 1453 (22 de marzo). Otro histórico día. Margarita de Charny cede el lienzo a la casa de Saboya. El acuerdo se firma en Ginebra. El duque de Saboya, Luis I, entrega a Margarita el castillo de Varambon y las rentas del señorío de Miríbel, cerca de Lyon, «por los numerosos e importantes servicios que la condesa de la Roche había prestado al duque de Saboya». Los canónigos de Lirey protestan y piden una indemnización. Once años después, el duque de Saboya asigna cincuenta francos de oro a los canónigos de Lirey en compensación por la pérdida de la Síndone. A partir de esos momentos, y hasta 1983, la Sábana Santa fue propiedad de la citada casa de Saboya. El 18 de marzo de ese año (1983), los herederos del ex rey de Italia, Humberto II de Saboya, entregaron el lienzo al Vaticano.

• La Sábana Santa, como si de una maldición se tratase, prosiguió peregrinando de castillo en castillo. En 1502 reposaría temporalmente en Chambéry.

• Año 1509. El lienzo es depositado en un nuevo relicario: una urna de plata donada por Margarita de Austria. La Síndone es doblada en 48 pliegues. Se suceden las exposiciones. La imagen es copiada y regalada a numerosas personalidades.

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La Sábana Santa llegó a Chambéry en 1502.

• Año 1532 (noche del 3 al 4 de diciembre). Se declara un pavoroso incendio en la capilla donde se encuentra la Síndone (Chambéry), provocado, al parecer, por los calvinistas. La urna es retirada en el último momento, gracias al valor del canónigo Philibert Lambert, al que ayudan dos franciscanos y un herrero. El fuego alcanza dicha urna y varias gotas de plata fundida queman y traspasan los pliegues de la Sábana Santa. También el agua utilizada para apagar el incendio impregna parte del lino, formando rombos que se repiten simétricamente a lo largo de la imagen. Dos años después, las monjas clarisas -de rodillas- remiendan los desperfectos. Devuelven el lienzo el 2 de mayo de 1534.

• 1578. Concluye el peregrinaje de la Sábana Santa. El entonces cardenal de Milán, Carlos Borromeo (después santo), hace una solemne promesa: si desaparece la peste que asola la ciudad caminará hasta Chambéry y se arrodillará ante la Síndone. La epidemia remite y el cardenal se dirige a Francia. La casa de Saboya, sin embargo, se apiada de Borromeo y, para evitar que cruce los Alpes, traslada la Sábana a mitad de camino entre Milán y Chambéry. Para algunos historiadores, esta decisión sólo fue una argucia política del duque Emmanuel Filiberto para trasladar su capital a Turín. Es el 14 de septiembre de 1578 cuando la Síndone es trasladada a Turín. El 10 de octubre, Carlos Borromeo se arrodilla ante el lienzo.

• 1694. La Sábana Santa es colocada en la Capilla Real de la catedral de Turín, en una urna diseñada por Guarini. El beato Sebastián Valfré añadió un forro de seda negro a la «holandesa» que habían cosido las monjas clarisas de Chambéry- «donde no hay imagen, sólo algunas manchas de sangre que han atravesado la tela»-, aunque posteriormente fue cambiado por otra protección de tafetán rojo que cubre la totalidad de la parte trasera, así como los bordes de la Síndone. Desde esa fecha, la Sábana Santa ha permanecido en la ciudad italiana de Turín.

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Turín, sede de la Sábana Santa desde 1578. El lienzo fue depositado en una urna diseñada por Guarini.

 

El fraude del carbono 14

Fallos e irregularidades

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No hay lugar para la duda: documentos, testimonios y restos arqueológicos demuestran que la Sábana Santa es antigua. Muy antigua. Muy anterior a la Edad Media, como pretenden los mal informados o mal nacidos, que de todo hay…

Pero, en el otoño de 1988, el mundo quedó perplejo: dos laboratorios europeos y otro norteamericano dieron a conocer los resultados de sus análisis sobre una muestra de la Sábana Santa. El C14 (carbono 14) arrojó una datación sorprendente: el tejido analizado -según dijeron- era medieval. Y los científicos situaron la época de su elaboración entre los años 1260 y 1390.

¿Medieval? De ser cierto sólo podía significar una cosa: la imagen del Hombre muerto era una falsificación.

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Vidriera de Saint Hippolyte sur le Doubs.

Creo que fui uno de los primeros periodistas en reaccionar. Y así lo publiqué: «El C14 no es una prueba definitiva: hay otras investigaciones anteriores -alrededor de trescientas- que demuestran que el lienzo es del siglo I.»

Las voces que clamaron, recordando que existía un dilatado historial científico al respecto, sólo fueron eso: voces en el desierto. Y los medios de comunicación -con una lamentable falta de rigor- se hicieron eco de la noticia, abriendo, incluso, los informativos. Pocas veces he sentido tanta vergüenza ajena. Mis colegas demostraron una especialísima falta de profesionalidad.

Poco a poco fueron saliendo a la luz una treintena de fallos e irregularidades en los referidos procesos de datación por parte de los tres laboratorios. Naturalmente, la prensa, la radio y la televisión se hicieron los sordos. Eso no interesaba. No vendía. Y las protestas del mundo científico, que puso en tela de juicio la bondad del C14, no trascendieron a nivel popular. Y se habló, incluso, de complot. Una conspiración para acabar con la Síndone. ¿Una trama secreta? ¿Urdida por quién?

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Lago Tiberíades. El polen, en la Síndone, demuestra que el lienzo se encontraba en Israel en el siglo I.

Historia de unos análisis

• La idea de datar la Sábana Santa no fue de la Iglesia Católica, propietaria de la Síndone, sino de los laboratorios.

• Otoño de 1986. Reunión en Turín. Siete laboratorios de radiocarbono (cinco AMS o espectrometría por aceleración de masa y dos contadores de gas) recomiendan un protocolo para la datación del lienzo.

• Octubre de 1987. Se seleccionan las ofertas de tres laboratorios AMS: Arizona, Oxford y Zurich. La selección fue hecha por el arzobispo de Turín y custodio pontificio de la Santa Sede, cardenal Ballestrero, bajo las indicaciones específicas de Roma. Los laboratorios no cobrarían. Sería suficiente con la publicidad que provocaría el asunto.

• El Museo Británico fue invitado como coordinador de los anáIisís. En enero de 1988, bajo la presidencia del profesor Tite, director del laboratorio de investigación científica del citado Museo Británico, se reúnen los representantes de los tres laboratorios. Acuerdan cómo proceder en la toma de muestras y cómo tratar los resultados. Las recomendaciones fueron aprobadas por el arzobispo de Turín.

• El corte de la muestra de la Sábana Santa tuvo lugar en la mañana del 21 de abril de 1988 en la sacristía de la catedral de la mencionada ciudad del norte de Italia.

• Testigos principales del corte, pesado y sellado del muestreo. Anastasio Ballestrero, profesor Gonella (Departamento de Física del Politécnico de Turín y asesor científico del arzobispo), dos expertos en textiles (profesores Testore y Vial, del Departamento de Ciencias de Materiales de Turín y del Museo de Tejidos de Lyon, respectivamente), el profesor Tite (Museo Británico), los profesores Damon, Donahue, Hall, Hedges y Woelfli (representantes de los laboratorios) y G. Riggi, que procedió a la extracción de la muestra .

• El lino fue separado del forro por la parte izquierda inferior. Se procedió al corte de una tira de 10 x 70 milímetros, justamente por encima del lugar donde se obtuvo la muestra de 1973 (aquel intento de datación no prosperó como consecuencia del tamaño de la muestra: se requerían del orden de quinientos centímetros cuadrados) .

• El 28 de setiembre de 1988 llega la comunicación oficial al cardenal Ballestrero: el tejido es medieval. La Iglesia Católica presenta un comunicado el 13 de octubre. Gran revuelo en la prensa.

• Los responsables de los tres laboratorios se deciden a hacer público el estudio por C14. La prestigiosa revista Nature lo recibe el 5 de diciembre de 1988. El artículo se publica en el volumen 337 (16 de febrero de 1989).

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Una carta del profesor Tite que la prensa, radio y televisión ignoraron.

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En el comunicado oficial se reconoce que el origen de la imagen sigue sin explicación.

Irregularidades en el proceso

• Uno de los graves errores se registró en el corte de la muestra. Según los expertos en este tipo de datación, la pieza que hay que analizar debe hallarse suficientemente protegida (prácticamente blindada), evitando así la radiación de fondo existente en la naturaleza (entre quinientas y seiscientas desintegraciones por minuto) y la de los seres vivos que rodean o están en contacto con dicha muestra (15,3 desintegraciones de C14 por minuto y gramo). Nada de esto se cumplió.

• Para el profesor Líbby, premio Nobel (en 1960) por sus hallazgos sobre el C14, la muestra extraída de la Síndone (un lugar periférico) no fue representativa. Un análisis riguroso y objetivo habría demandado otras muestras del resto del lienzo.

• La pieza sometida al C14 no debe aparecer contaminada. En el caso de la Sábana Santa, el lino se ha visto alterado por numerosos factores: incendios, agua utilizada para sofocar los fuegos, humo de las velas, cera, polen, contacto con piel humana, fibras antiguas y modernas, casi trescientos experimentos científicos y, en especial, la «radiación» que, al parecer, provocó la formación de la imagen del Hombre muerto. Estos elementos han podido contribuir al incremento del carbono 14 que tenía el lino en el momento de ser cortado y con el que se elaboró la tela. Ese aumento del C14, justamente, es lo que «rejuvenece» el lienzo, arrojando una datación medieval. En este sentido resulta altamente esclarecedor el experimento desarrollado por Dimitri Kouznetsov, director de los laboratorios Sedov de Moscú para la investigación sobre los hiopolímeros y premio Lenin para la ciencia; alguien muy poco sospechoso. Pues bien, Kouznetsov, desconfiando del sistema utilizado por los laboratorios de Oxford, Zurich y Arizona, mandó datar un trozo de lino del tiempo de Jesús y procedente de En-Gedi, en Israel. Los resultados del C14 fecharon la tela en el 200 antes de Cristo. Acto seguido, el ruso sometió dicho tejido a las mismas condiciones que rodearon a la Síndone en el incendio de 1532 en Chambéry (Francia). Tal y como sospechaba Kouznetsov, las altas temperaturas y la plata fundida terminaron alterando la edad real de la tela de En-Gedi. Al someter de nuevo el lino al carbono 14, ¡el tejido había «rejuvenecido» 14 siglos! (La plata actúa como catalizador para la carboxilación de la celulosa.) Este fenómeno ha sido igualmente ratificado por Jean Baptiste Rinaud, especialista en medicina nuclear (Montpellier). bajo los efectos de una fuente de energía, el hidrógeno pesado (deuterio) libera un protón y un neutrón. Ese protón, en definitiva, es capaz de crear una imagen similar a la de la Síndone. Y el neutrón, además, modifica los núcleos atómicos del C14, «rejuveneciendo» así el tejido.

El profesor Garza Valdés, del Instituto de Microbiología de la Universidad de San Antonio, en Texas (EE.UU.), ha confirmado esta nueva irregularidad a la hora de datar la Sábana Santa: el lienzo -asegura Leoncio Garza- se halla cubierto por una pátina de hongos y bacterias (un compuesto biológico llamado «liquenotelia») que falsea la datación del C14.

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El científico ruso Kouznetsov sometió un trozo de lino a las mismas condiciones del incendio de Chambéry y comprobó cómo el tejido «rejuveneció».

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Para el profesor Libby, premio Nobel por sus hallazgos sobre el carbono 14, la purificación de la muestra fue un problema.

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La misteriosa «radiación» (?) que provocó la imagen alteró los índices de C14 del lino. Por eso «rejuveneció» la tela.

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La tela utilizada en los experimentos fue sacrificada inútilmente. El profesor Tite, inexplicablemente, eligió las pruebas destructivas.

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Rinaud, especialista en medicina nuclear, ratificó las experiencias del ruso Kouznetsov.

• A la hora de cortar la muestra, Giovanni Riggi, responsable de la extracción, se quedó con algunos hilos. Parte de esas muestras fue examinada por el citado profesor de la Universidad de Texas, Leoncio Garza Valdés.

• De los siete laboratorios que optaron al experimento, cuatro ofrecían métodos no destructivos. La muestra, en definitiva, se podría haber conservado, y haberse repetido la datación indefinidamente. El profesor Tite -inexplicablemente – se decide por las pruebas destructivas. La tela, en suma, fue sacrificada.

• A las 9.45 horas del 21 de abril del año 1988, se entregan las muestras a los tres laboratorios (una procedente de la Sábana Santa y tres de control). Las citadas muestras no se deshilan o se desmenuzan. En otras palabras: eran fácilmente reconocibles. en el corte de la Síndone se encontraban presentes varios científicos, representantes de los tres laboratorios. Al tratarse de un tejido en «espiga», el reconocimiento de la pieza resultaba mucho más fácil. Todo esto debería haberse evitado.

• Según las condiciones pactadas por la Iglesia y los tres laboratorios, cada muestra sería identificada con una clave. Una numeración conocida únicamente por el cardenal Ballestrero y un reducido grupo de personas. Los laboratorios, por tanto, al recibir los tres trozos de la Síndone y las piezas «falsas» o de control no debían saber cuáles correspondían a la Sábana Santa y cuáles a los tejidos de referencia. En septiembre, sin embargo, el Sunday Telegraph y el Evening Standard publicaron las primeras filtraciones, declarando que la Síndone era medieval y, por tanto, falsa. La pregunta es tan simple como demoledor:. si los laboratorios no sabían qué piezas eran las de la Síndone, ¿cómo adelantaron el resultado? Lo normal es que, una vez concluidos los análisis, los sobres sellados y lacrados hubieran sido abiertos por el cardenal de Turín y, públicamente, ante notario, aclarada la identidad de cada muestra.

• El certificado que acompañó a los trozos de la tela -redactado por el profesor Gonella y firmado por Tite y Ballestrero- puso ya sobre la pista de la Sábana Santa a los tres laboratorios. Decía así: «Los contenedores etiquetados Z-1, Z-2 y Z-3, para ser entregados a los representantes de los laboratorios, contienen una muestra de tejido tomada, en presencia nuestra, de la Síndone de Turín a las nueve horas cuarenta y cinco minutos de la mañana del veintiuno de abril de mil novecientos ochenta y ocho, y dos muestras de control procedentes de uno o de dos de los siguientes tejidos facilitados por el Museo Británico: tejido del siglo primero y del siglo décimo primero. La identidad de las muestras puestas en cada uno de los contenedores ha quedado registrada en un libro especial que será guardado en secreto hasta haberse efectuado las mediciones.»

• Según el cardenal Ballestrero, la comunicación oficial de los tres laboratorios llegó a Turín el 28 de setiembre de 1988. Y uno se pregunta: ¿por qué el custodio de la Síndone necesitó quince días para convocar la célebre rueda de prensa y hacer públicos los resultados de Oxford, Zurich y Arizona?

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El cardenal Ballestrero (a la derecha) en la célebre rueda de prensa del 13 de octubre de 1988. Junto al cardenal de Turín, el profesor Gonella.

Una carta reveladora Naturalmente, como decía, los medios de comunicación ignoraron este sospechoso cúmulo de fallos e irregularidades en el proceso de datación por el carbono 14. Como ignoraron también la carta del profesor Tite, coordinador de los análisis, al asesor científico del cardenal de Turín, señor Gonella, en la que reconocía que el resultado no significaba que la imagen fuera una falsificación. El texto de dicho escrito (del 14 de setiembre de 1989) es muy revelador. Dice así:

«Querido profesor Gonella: Tras el reciente congreso de París, le escribo para recordarle que yo tampoco considero el resultado de la datación del Sudario de Turín como una demostración de que sea falso. Como usted subrayó correctamente, la calificación de «falso» envuelve una deliberada intención de engañar, mientras que la fecha del examen radiocarbónico no ofrece, claramente, ninguna evidencia a favor de esta tesis. Yo mismo quise evitar el uso de la palabra «falso». Pero me temo que la referencia al Sudario con ese término haya tenido su origen en los numerosos artículos periodísticos escritos a raíz de las entrevistas que yo concedí. Tengo sólo que pedirle que me excuse, una vez más, todos los problemas que esos artículos han producido a usted y a los demás de Turín. Me alegrará volver a encontrarle en París.»

Lo que no dice Michael Tite es que, al día siguiente de hacerse público el citado resultado de los laboratorios, él mismo convocó una rueda de prensa en el Museo Británico, y tachó a la Síndone de falsa…

Lo peor, sin embargo, no eran las gravísimas irregularidades en los análisis. Desde mi punto de vista, lo más absurdo y denigrante fue el hecho de que el C14 borrara de un plumazo casi un siglo de investigaciones. E historiadores y científicos se indignaron, con razón. ¿Es que esos trescientos experimentos -iniciados por Delage y Vignon en 1902- estaban equivocados? Por supuesto que no…

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Carta de Tite a Gonella.

 

Un siglo de investigación

Todos coinciden: inexplicable

3

Repasemos algunas de esas investigaciones científicas. La contundencia de las mismas no precisa de mayores comentarios.

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La Sábana recibió polen de Jerusalén hace dos mil años.

El primer «encuentro» de la ciencia con la Sábana Santa -al menos, el primero conocido- tuvo lugar en la primavera de 1898. Todo sucedió por aparente casualidad, como siempre…

Con motivo de la boda de Víctor Manuel III, futuro rey de Italia, se organizan varios actos oficiales. Uno reúne piezas de extraordinario valor en una exposición de arte sacro. Dicha magna exposición está a cargo de Secondo Pía, un abogado turinés de cuarenta y tres años, pintor y aficionado a un arte que acaba de empezar: la fotografía. Otro de los acontecimientos consiste en una ostensión de la Síndone. La apertura se registra el 25 de mayo del referido 1898. Tendrá una duración de ocho días. Secondo Pía comprende que se trata de una ocasión única y solicita fotografiar la imagen del Hombre muerto. Se produce una inicial oposición al proyecto de Pía. ¿Comerciar con la imagen de Dios?

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Secondo Pía, primer fotógrafo de la Sábana Santa.

El futuro rey, finalmente, acepta. Pero el fotógrafo fracasa en un primer intento, por problemas de iluminación y ubicación de la Síndone, colgada en el oscuro altar mayor de la catedral. El 28 de mayo, tras veinte minutos de exposición, Secondo Pía consigue su objetivo. Ya medianoche, al revelar los enormes negativos, el fotógrafo se queda perplejo. Dichos negativos, en realidad, son el positivo de la imagen. Al descubrir la increíble figura, la placa de oxalato de plata casi resbala entre los dedos de Pía. Son las primeras fotos de la Sindone. Pía comunica el «hallazgo» y la ciencia se moviliza. Y el mundo contempla, por primera vez, el verdadero rostro del Hombre muerto.

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Cámara utilizada por Secondo Pía en mayo de 1898.

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En el negativo de Secondo Pía apareció el verdadero rostro del Hombre muerto.

Y uno se pregunta: ¿había fotógrafos en la Edad Media? Por supuesto que no. La fotografía fue inventada en el siglo XIX. Estas fotografías, como digo, inquietan a los científicos. Y dos de ellos inician una serie de experimentos. Son Yves Delage, profesor de anatomía comparada en la Universidad de la Sorbona, y Paul Joseph Vignon, biólogo y ayudante de Delage. Estudian las fotos de Secondo Pía e intentan reproducir la imagen del Hombre muerto. Lo hacen con pintura de aceite y acuarela. Es inútil; las copias son un desastre.

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Las copias obtenidas por los científicos son un desastre. No guardan relación con la belleza y serenidad del rostro de la Síndone.

El 21 de abril de 1902, Delage se presenta ante la Academia de Ciencias de Francia y expone sus experimentos. A pesar de su agnosticismo, afirma que el «hombre del Sudario es Cristo». La Academia se niega a publicar sus declaraciones y experiencias.

Vignon toma el relevo y prosigue las investigaciones. Nace así la teoría de la «vaporigrafía»: la imagen se habría formado por la reacción química producida por la sangre, el sudor y las especias aromáticas utilizadas en el sepulcro. La urea provocó un vapor de amoníaco y éste, a su vez, ocasionó las manchas que forman la imagen.

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Copia de la estatua de Mattei, actualmente en el Museo de la Sábana Santa, en Turín.

La teoría ha sido rechazada por la comunidad científica.

Algodón entre las fibras El 2 de mayo de 1931, y durante veinte días, se celebra una nueva exposición (ostensión) de la Sindone. Es la boda del príncipe Humberto de Piedmont. Giuseppe Enrie, fotógrafo profesional, repite la aventura de Secondo Pía. Las fotos de Enrie darían la vuelta al mundo por su gran calidad. La negatividad de la imagen del Hombre muerto queda ratificada.

Treinta y ocho años más tarde (1969), la ciencia interviene de nuevo. Los días 16 y 17 de junio, una comisión formada por diez hombres y una mujer se acerca al lienzo y lo examina con tanta timidez como prudencia. Las órdenes del cardenal Pellegrino son tajantes: prohibido tocar la Sindone. Judica-Cordiglia hace fotos en color. Todos coinciden: la conservación del lino es inexplicable…

En 1973, finalmente, la ciencia puede tocar la Sábana Santa. Se extraen algunos hilillos y Max Frei, director del laboratorio científico de la policía suiza de Neuchatel, coloca cintas adhesivas sobre la orla del tejido.

Es la primera vez que los científicos ratifican las sospechas de Vignon: la imagen no es pintura. Allí no hay tintes ni pigmentación. Tampoco observan direccionalidad. De ser una pintura habría quedado la inevitable dirección del trazo de la mano del artista.

¿Qué es entonces?

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En 1973, los científicos confirman las sospechas de Vignon: en la Síndone no hay pintura. Ray Rogers (izquierda) y Max Frei tomaron muestras de la tela.

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El tejido al microscopio. Entre los hilos aparecen fibras de algodón.

Los microscopios ofrecen una respuesta: la imagen del Hombre muerto sólo afecta a las fibras más superficiales del lino. El descubrimiento deja nuevamente perplejos a los científicos. Y la teoría de la «vaporigraña» se derrumba. Los vapores amoniacales que partieron del cadáver -según Vignon- tendrían que haber entrado por la totalidad de la urdimbre. La realidad no dice eso…

Pero hay más. Una de las fibras extraída de la Sábana Santa en aquel histórico noviembre de 1973 fue confiada al profesor Raes, director del laboratorio de Tecnología Textil de Meulemeester, de la Universidad de Gante (Bélgica). El microscopio, una vez más, reveló algo sorprendente: entre el lino hay fibras de algodón. Concretamente, del tipo Herbaceum, una planta conocida y cultivada en Oriente Medio en el siglo I. Y se desata otra polémica: ¿cómo es posible? El algodón no fue introducido en Europa hasta bien entrado el siglo xv. Como se recordará, Colón y Hernán Cortés quedaron sorprendidos al ver comerciar a los indios americanos con ovillas de algodón.

Y surge una inevitable cuestión: ¿cómo se las ingenió el falsificador de los siglos XIII o XIV para introducir algodón entre las fibras de lino cuando aquella planta no existía aún en el Viejo Continente?

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Los conquistadores españoles vieron comerciar a los indios con ovillos de algodón. ¿Cómo se las ingenió el supuesto fasificador de los siglos XIII o XIV para introducir algodón en la Síndone?

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Max Frei El 23 de noviembre de 1973 entra en acción un hombre que, en mi opinión, fue vital: Max Frei, experto en Criminalística y profesor de la Universidad de Zurich. Como ya he dicho, Max tiene acceso a la Síndone. Coloca papel adhesivo sobre la tela y se lleva al laboratorio parte del polvo existente sobre una de las orlas. Examina dicho polvillo a través del microscopio electrónico y descubre toda suerte de hongos, esporas y polen. La idea de Frei era clara: tratar de reconstruir el itinerario seguido por la Síndone a lo largo de su historia y, justamente, con la ayuda del polen de las plantas. ¿Había estado en Israel? El polen era un elemento esencial para averiguarlo…

Max consigue identificar doce especies, todas europeas. Y al poco surge la sorpresa: allí está el linum mucronatum, el polen de una planta exclusiva de Turquía. Después llegaron otras nueve especies, también de Anatolia. Max Frei se traslada a Israel y verifica que uno de los pólenes existente en la Síndone -no registrado en los textos académicos- corresponde a una planta que sólo crece en Palestina: la «assueda». Ya no hay duda. La Sábana Santa estuvo en Israel. Le siguen otras especies, todas ellas propias de Tierra Santa. Max comprueba que son plantas que desaparecieron hace dos mil años y cuyos pólenes han quedado sepultados en el fango del mar Muerto y en los estratos sedimentarios del lago Tiberíades. Son ejemplares halófitos, hoy extinguidos, cuyos pólenes fueron arrastrados por los vientos y quedaron anclados en la urdimbre de la tela. Es la única explicación.

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El polen descubierto por Max Frei demuestra que la Sábana Santa estuvo en Israel en el siglo I.

En total, Max Frei encuentra en la Sábana Santa más de medio centenar de tipos de polen de una flora que existió, y que existe, en Israel, Edesa, Constantinopla, Francia e Italia, entre otros lugares. Es decir, los parajes por los que peregrinó el lienzo. Algo que ya sabíamos por la historia…

Y vuelvo a preguntarme: si la Sábana Santa recibió el polen de plantas de Israel hace dos mil años, ¿cómo se las arregló el falsificador medieval para obtener un polen ya extinguido? Es más: ¿cómo se las ingenió para seleccionarlos si el microscopio no estaba inventado?

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Lago Tiberíades.

Los hallazgos de Max Frei fueron determinantes. La presencia del polen en la Sindone debería haber sido más que suficiente para silenciar a cuantos niegan la autenticidad del lienzo. Pero el C14 siguió eclipsando estos decisivos descubrimientos científicos. Tampoco era de extrañar, al tratarse de la supuesta imagen de Jesús de Nazaret. Si la Síndone hubiera contenido la figura de Napoleón o Ramsés Il, el enigma se habría zanjado rápidamente…

Pero las sorpresas continuaron… ¡Y de qué forma!

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Mar Muerto.

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El polen encontrado por Frei en el mar Muerto ratifica la presencia de la Síndone en Jerusalén hace dos mil años.

Las copias: un desastre La ciencia, naturalmente, lo intentó. Era fácil, -dijeron-. Era muy simple la reproducción de una imagen como la que aparece en la Sábana Santa. Y emplearon toda clase de procedimientos: pinturas, soluciones acuosas, calcos sobre cadáveres e impresiones al fuego. Los resultados, como es fácil apreciar en la imagen, son decepcionantes. Ninguna de las copias presenta la belleza, la serenidad y la perfección del Hombre muerto.

Y vuelvo a preguntarme y a preguntar a los escépticos: ¿cómo se las ingenió el supuesto falsificador de los siglos XIII o XIV para obtener una figura tan precisa y delicada? ¿Disponía quizá de una tecnología más avanzada que la del siglo XX? La razón dice que no. En consecuencia, algo falla en el carbono 14…

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Los científicos fracasaron al copiar la imagen de la Sábana Santa.

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A la izquierda, imagen original, tal y como aparece en el Lino. A la derecha, el positivo de dicha imagen.

También en 1973 se llegó a otras no menos interesantes conclusiones. En la Síndone, por ejemplo, no hay un solo indicio de putrefacción. ¿Cómo era posible?

Ray Rogers, del laboratorio nacional de Los Álamos, en Estados Unidos, fue más allá: si la imagen era el resultado de la aplicación a la tela de moléculas orgánicas -bien de origen natural o artíficial-, ¿cómo explicar que el intenso calor generado por el incendio de Chambéry no hubiera modificado su color? Incluso las zonas que estuvieron en contacto con las gotas de plata fundida conservan la misma tonalidad y densidad que el resto…

De haber sido una falsificación, esas regiones aparecerían claramente alteradas o descoloridas.

Y llegó otro gran momento…

El proyecto «STURP» La ciencia, tenaz, dio un paso más: el llamado proyecto STURP (Investigación de la Sábana Santa de Turín). Octubre de 1978. Un nutrido grupo de científicos consigue aproximarse al lienzo. Muchos pertenecen a la NASA. Previamente habían estudiado la imagen, merced a las fotografías de Enrie. Pero era preciso tocar el lino. Era vital que la tecnología más depurada consiguiera bucear en la urdimbre de la Síndone. Y así fue. Y, una vez más, los resultados impresionaron a los expertos.

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Científicos del proyecto STURP analizando la cara posterior de la tela. De izquierda a derecha: Riggi, Jackson, Jumper y Miller.

Entre 1978 y 1982, el equipo del STURP llevó a cabo veintisiete publicaciones en revistas científicas tan prestigiosas como X-Ray Spectrometry, Applied Optics y Analytica Chimica Acta. Veamos, muy por encima, algunos de estos asombrosos hallazgos:

En la imagen del Hombre muerto se observan numerosos coágulos, manchas y reguerillos de sangre. Pues bien, nadie ha logrado explicar por qué esos coágulos aparecen intactos y con los bordes perfectamente definidos. Si aceptan la hipótesis del robo del cadáver, dichas manchas tendrían que haber sufrido las lógicas roturas y desflecados.

Científicos como Heller, Adler y Baima Bollone llegan a una conclusión: la sangre es humana. Las pruebas de «microespectrometría» revelan que allí hubo hemoglobina. Y he dicho bien: la «hubo». Alguna causa desconocida anuló o desnaturalizó los elementos que caracterizan la sangre, pero dejó las manchas. Al introducir un escáner entre el lienzo y el forro cosido por las monjas clarisas de Chambéry, se observa que la sangre había penetrado también en el reverso del lienzo, algo ignorado hasta esos momentos. Y en las fotografías tomadas por Pellicori y Miller (fluorescencia ultravioleta) surge otro desconcertante hallazgo: unos perfiles fluorescentes que ponen de manifiesto la presencia de la albúmina del suero sanguíneo. Y las analíticas y pruebas hematoscópicas demuestran, además, que la sangre es del grupo AB, muy común entre los judíos. Hay sangre venosa y arterial, perfectamente diferenciadas. Y el veredicto del carbono 14 queda de nuevo en ridículo.

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La sangre de la Síndone es humana.

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Octubre de 1978. Un camión con instrumental científico llega al Palacio del Renacimiento, en Turín.

¿Qué falsificador de los siglos XIII o XIV tenía la capacidad para aislar y distinguir el grupo AB? En esa época, nada se sabía de la albúmina del suero sanguíneo o de la sangre venosa y arterial. Como se recordará, fue mucho después -en el siglo XVI­ cuando el español Miguel Servet descubrió la circulación pulmonar de la sangre.

Se sabía que la imagen del Hombre muerto no contenía rastro alguno de pintura. Aun así, los expertos del proyecto STURP quisieron cerciorarse. Y buscaron posibles pigmentos o restos orgánicos. Negativo. El aparato de rayos X que investigó sobre la Síndone no halló manchas o restos de origen orgánico o inorgánico. Y la Síndone fue sometida al ataque de los más variados y potentes reactivos químicos. Las muestras no sufrieron alteración. Aquello era asombroso…

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Sangre venosa y arterial. ¿Cómo lo sabía el falsificador medieval?

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La sangre de la Síndone es AB, un grupo muy común entre los judíos.

Tampoco el agua la desestabilizó, tal y como había ocurrido a raíz del incendio de Chambéry, en 1532.

El falsificador medieval, efectivamente, fue un «genio»…

De sorpresa en sorpresa Fueron los entonces capitanes Jackson y Jumper (pertenecientes al STURP) quienes descubrieron otra increíble singularidad de la Sábana Santa. Al detectar dicha anomalía -según sus propias palabras -, sus esquemas mentales y religiosos (no eran católicos) se vinieron definitivamente abajo. Al examinar la figura con el VP-8, una compleja computadora utilizada por la NASA para el análisis de las fotografías recibidas del planeta Marte, los científicos comprobaron que la imagen del Hombre muerto era tridimensional.

¿Una imagen tridimensional en una supuesta falsificación medieval?

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Enésima sorpresa: la imagen es tridimensional.

Al contrario de lo que ocurre con una fotografía normal y corriente, la imagen del Hombre muerto conserva una información «subterránea», sólo detectable con los ordenadores. La imagen del Hombre muerto no es plana, como sucede con las fotos habituales. En aquel caso, la intensidad luminosa de cada punto es diferente, dependiendo de la distancia del cuerpo al lienzo.

El descubrimiento fue tan asombroso que los capitanes de la USAF repitieron el experimento una y otra vez, utilizando, incluso, voluntarios envueltos en sábanas. Y el microdensímetro escandidor y el VP-8, la computadora utilizada para la recepción y recomposición de los millones de dígitos, arrojaron siempre el mismo resultado: las zonas del lienzo que tocaban el cadáver -la nariz, por ejemplo- disfrutaban de una luminosidad superior a las que se hallaban más alejadas del cuerpo.

¿Qué falsificador de la Edad Media estaba capacitado para crear una imagen que escondiera el fenómeno de la tridimensionalidad? Nadie, en su sano juicio, puede admitir algo semejante.

En el aire. Y Jackson y Jumper fueron a descubrir algo más; otro singular «detalle» en esta desconcertante caja de sorpresas. Al examinar las espaldas del Hombre muerto comprobaron que los músculos dorsales y deltoides aparecían extrañamente abombados. Lo lógico es que se hubieran presentado totalmente aplastados, como consecuencia de la presión del cuerpo sobre la losa del sepulcro.

Esto llevó a los científicos a la siguiente deducción: durante el proceso de formación de la imagen, el cadáver tuvo que permanecer inmóvil e ingrávido. Es decir, ien el aire!

Todo un «detalle» que no fue contemplado por el más que supuesto falsificador de los siglos XIII o XIV.

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Al principio, los científicos pensaron en una radiación que partió del cadáver…

La formación de la imagen Y llegamos a uno de los puntos clave: ¿cómo pudo formarse la imagen del Hombre muerto?

Al explorar los hilos de la Síndone, los expertos quedaron desconcertados por enésima vez. ¿Cómo era posible que sólo dos o tres, de las doscientas fibras que integran cada hilo, estuvieran chamuscadas?

iDos o tres y las más superficiales! ¡Sólo dos o tres fibras eran las responsables de la formación de la imagen!

El hallazgo, como digo, dejó perplejos a los científicos. Esto sólo podía significar una cosa: la imagen del Hombre muerto se había formado por una radiación que partió del interior del cuerpo. Una radiación desconocida, intensa y brevísima que, según todos los indicios, chamuscó superficialmente el lino. Una radiación que se propagó verticalmente (sólo la proyección vertical provoca una imagen de esta naturaleza). Una radiación -según Jackson­ ultracorta (quizá rayos UV o X): la única explicación para la alta definición de la imagen. Una radiación cuyos fotones podrían haber degradado la celulosa y amarilleado esa parte del lino. Al examinar las fibras con el microscopio de contraste de fases, los científicos, efectivamente, se percataron de algo muy sutil: las hebras, en realidad, no estaban quemadas, sino deshidratadas. Envejecidas y oxidadas en centésimas de segundo. En suma: se habían vuelto amarillas, exactamente igual que amarillea el lino con el paso del tiempo. El resto de las fibras, sin embargo, conservaba la frescura y el color más claro, propios de un lino no envejecido artificialmente. Lo que los ojos aprecian en la Síndone, por tanto, no es otra cosa que un cambio de tonalidad en las referidas fibras superficiales.

Asombroso, sí…

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«Algo» singular y desconocido deshidrató superficialmente el lino, provocando la formación de la imagen.

La imagen del Hombre muerto tiene su origen en un singular mecanismo de envejecimiento. Alguien o algo aceleró la descomposición del lino. Y lo hizo de forma infinitesimal. En 1989, el referido doctor Jackson lo anunció en París: «…existe una evidencia científica a favor de que el cuerpo desapareció misteriosamente con una emisión ultravioleta de muy corta duración».

Yo voy más allá y sospecho que esa desaparición del cadáver fue una manipulación del tiempo. «Alguien» abrevió el proceso de descomposición de los restos mortales y lo redujo a centésimas de segundo. Y en ese inexplicable proceso (inexplicable para la ciencia actual) surgió la imagen del Hombre muerto. Ese inexplicable proceso, justamente, fue el que alteró las fibras más superficiales del lino, envejeciéndolas.

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Ningún falsificador medieval hubiera podido deshidratar el lino superficialmente.

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«Alguien», en mi opinión, manipuló el tiempo, haciendo desaparecer el cadáver en centésimas de segundo.

Quizá, algún día, esta hipótesis de trabajo pueda ser demostrada en el laboratorio…

De lo que no cabe la menor duda es de que un falsificador medieval no habría tenido posibilidad de deshidratar dos o tres fibras superficiales de la Sábana Santa, manteniendo el resto en su estado natural. Para ello, como mínimo, habría necesitado de un microscopio. ¿Un microscopio entre los años 1260 y 1390? Que yo sepa, el invento del microscopio fue atribuido al holandés Zacharias Jansen, óptico de Middelburg, en 1590. Para otros se descubrió en 1610…

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Monedas en los ojos. Y fueron estos mismos capitanes de las Fuerzas Aéreas norteamericanas, Jumper y Jackson, quienes descubrieron la primera pista de un hallazgo que me atrevo a calificar de definitivo y que fija la fecha de aparición de la imagen del Hombre muerto. Sucedió mientras trabajaban con la referida tridimensionalidad. De pronto aparecieron dos círculos.

¿Se trataba de monedas? Ésa, justamente, era la costumbre judía. Las monedas o trozos de arcilla, colocados sobre los párpados, han sido descubiertos en numerosos enterramientos.

Las ampliaciones fotográficas no dejaron lugar a la duda: eran círculos (el del ojo derecho, mucho más nítido). Y en 1979, el padre Francis L. Filas (jesuita) aseguró que eran monedas. El momento culminante se produce cuando un especialista en numismática -Michael Marx, de Chicago- identifica cuatro letras, «en corona», alrededor de la curva de un lituus o bastón de astrólogo. Las letras -UCAI- eran idénticas a las que presentan los leptones, unas pequeñas monedas de bronce de dos gramos de peso y quince milímetros de diámetro. Unas monedas acuñadas por Poncio en la provincia romana de la Judea entre los años 29 y 32.

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Los expertos en numimástica certificaron el hallazgo de Filas.

UCAI forma parte de la leyenda TIBERlOU CAISARIS, es decir, «DE TIBERlO CÉSAR» , el emperador que gobernaba en el año 30, fecha de la muerte de Jesús de Nazaret.

Ahí estaba el dato definitivo: la Sábana Santa fue utilizada en el siglo I para envolver el cadáver de un Hombre ajusticiado al que le cerraron los párpados según el ritual judío.

Y me pregunto nuevamente: ¿cómo sabía el falsificador medieval que Jesús de Nazaret murió en el año 30 de nuestra era? La fecha de la crucifixión (el 7 de abril del citado año 30) fue establecida por exégetas e historiadores en el siglo xx…

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El leptón colocado sobre uno de los ojos fue acuñado por Poncio.

¿Se equivocó el C14? Está claro que sí, aunque el error -quién sabe- pudo ser involuntario. Y me explico. Los científicos de Oxford, Zurich y Arizona dataron el lino entre los citados años 1260 y 1390 sin tener en cuenta lo que ya he mencionado: es más que probable que el misterioso fenómeno que provocó la imagen «rejuveneciera», al mismo tiempo, la totalidad o buena parte de la tela. Esa energía -o lo que fuera- multiplicó los índices de C14 y distorsionó la datación. En este caso, el experimento por carbono 14 no tendría ninguna validez.

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Sobre los ojos del Hombre de la Síndone fueron descubiertas sendas monedas.

Mucho más de lo que imaginamos

La pasión, según la ciencia

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Resulta evidente. La ciencia ha dicho sí a la autenticidad de la Sábana Santa antes de que se produjeran los análisis por C14. Para el que lo quiera ver, el lienzo sí es del siglo I. En cuanto a la formación de la imagen del Hombre muerto, he aquí la clave del enigma. Algo que no ha sido despejado, por el momento…

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La agonía se prolongó durante hora y media.

Pero hay más. Ese «algo» o «alguien» que modificó el tiempo, envejeciendo el lino, nos regaló también una «fotografía» única. Una «fotografía» que recuerda el horror padecido por aquel Hombre y que desmonta, una vez más, el veredicto del C14.

Permítame que me asome a esa increíble «fotografía». Lo que vamos a conternplar es mucho más de lo que asegura la tradición. Mucho más de lo que imaginamos…

Getsemaní Cercana la medianoche del jueves al viernes, aquel Hombre se retiró a lo más profundo del olivar. Y una intensa angustia -quién sabe si miedo- lo clavó a tierra. El fortísimo estrés terminaría provocando un fenómeno singular: la hematidrosis, un sudor sanguíneo que cubrió parte de su piel y que empezó a debilitarlo. Los capilares se rompen y la sangre empapa rostro, manos, pies, axilas, cuello, etc. La deshidratación está en marcha…

Casa de Anás Y al estudiar el rostro de la Síndone, los médicos descubren otro detalle aterrador. Durante el interrogatorio en la casa de Anás, ex sumo sacerdote, Jesús no recibió una bofetada, como reza la tradición, sino un violento bastonazo, propinado por uno de los criados. El esbirro, según las investigaciones, se hallaba a la derecha del Maestro y utilizó la mano izquierda. Los judíos, como es sabido, escribían de derecha a izquierda, y ejercían, por tanto, un mayor control sobre la referida mano izquierda. El palo, de unos cinco centímetros de diámetro, hundió la nariz y provocó un gran hematoma en el pómulo derecho. Así quedó reflejado en la «fotografía» de la Sábana Santa.

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Jesús no recibió una bofetada.

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El esbirro de Anás lo golpeó con un palo.

Pero lo peor estaba por llegar…

Fortaleza Antonia Y al examinar las imágenes frontal y dorsal, patólogos y forenses palidecieron. Aquel Hombre había sido azotado brutalmente. Algunos expertos han contado 120 golpes. Otros creen que recibió más de doscientos. Golpes secos, potentísimos, que afectaron, incluso, a los testículos y al coxis. Golpes lanzados por dos verdugos, con látigos rematados en las puntas de las correas por bolas de plomo y astrágalos de carnero. Golpes diabólicamente estudiados que no afectaron la zona del corazón, evitando así la muerte prematura del reo. Golpes salvajes que desgarraron piel y tejidos, que provocaron una copiosa hemorragia y, con toda probabilidad, varios desvanecimientos. La debilidad se intensifica. La infección se generaliza. Aparece la fiebre. Escalofríos. Riesgo de ángor o angina de pecho.

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Réplica de uno de los látigos utilizado en la flagelación del Hombre de la Síndone.

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Bolas de plomo remataban cada látigo. Al caer desgarraban el tejido.

El «mapa» de la flagelación que podemos contemplar en la imagen de la Síndone no precisa de mayores comentarios. El dolor tuvo que ser paroxístico. Los médicos, sencillamente, no entienden cómo sobrevivió.

En el patio de esa misma fortaleza Antonia, cuartel general romano en Jerusalén durante la Pascua judía, tiene lugar otro suceso no menos doloroso y humillante: la mal llamada coronación de espinas. Y digo bien: mal llamada porque, a la vista de lo que aparece en la Sábana Santa, aquel Hombre no recibió una corona, sino un casco de espinas, fabricado con Poterium spinosum, una zarza muy abundante en Palestina; un matorral armado con púas rectas y en forma de «pico de loro» de hasta seis centímetros de longitud.

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Y el «yelmo» fue encajado sin piedad en la cabeza del Hombre, afectando así a nuca, cuero cabelludo y frente. La hemorragia es importante. Nueva debilitación general. Las marcas en la Síndone son elocuentes. El dolor, en una región tan vascularizada, fue intensísimo.

Y no tengo más remedio que regresar sobre el asunto del C14. ¿Cómo pudo saber el falsificador medieval que aquel Hombre fue coronado con un «casco»? La tradición pictórica no dice eso. Y hablando de tradición pictórica, ¿desde cuándo en la Edad Media se pintaba a los crucificados con una «cola de caballo»? Eso, en definitiva, es lo que vemos en la imagen dorsal: el Hombre muerto presenta una larga trenza, tal y como recoge la tradición judía sobre el peinado. A un supuesto falsificador, naturalmente, no se le habría ocurrido «crear» una imagen que fuera contra las costumbres.

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El Hombre de la Sábana fue coronado con un «casco» de espinas. Algo mucho más doloroso que una corona.

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El «casco» de espinas provocó una intensa hemorragia.

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Algunas de las púas del «casco» alcanzaban seis centímetros de longitud.

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Región dorsal de la imagen. En el círculo, las huellas de sangre en la nuca y cuero cabelludo.

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El hombre de la Sábana cargó un solo madero. No se trataba de una cruz completa.

Camino del Calvario Y el martirio prosigue…

Maltrecho, debilitado y febril, el reo se ve obligado a cargar sobre los hombros el madero transversal de la cruz: el patibulum, Un tronco áspero y agresivo de unos treinta y cinco o cuarenta kilos de peso. Un madero que presiona el casco de espinas y provoca nuevas lesiones. La hemorragia continúa. También la deshidratación y la fiebre. El corazón avisa.

El Hombre es amarrado con una cuerda que, a su vez, tras rodear el tobillo derecho, lo vincula a los dos terroristas (zelotas) que lo acompañan hasta el lugar de ejecución. Y en esos quinientos o seiscientos metros, la tortura de las caídas, los violentos impactos del rostro contra las piedras, las rodillas destrozadas, los dientes quebrados y los mechones de la barba arrancados por los soldados, al intentar levantarlo. La imagen de la Sábana Santa es fría y certera. Hombros y omóplatos, a pesar de la túnica que los protegía, resultaron excoriados. La «fotografía» es implacable.

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Las manos sujetas al patibulum hicieron más dolorosas las caídas.

En las rodillas, talón y nariz, la investigadora María Gracia Siliato encontró muestras de aragonito, uno de los componentes de la tierra de Jerusalén. Las caídas, en efecto, aparecen reflejadas en la Síndone. Y vuelvo a preguntarme: ¿se trasladó el falsificador de los siglos XIII o XIV a Jerusalén para tomar granos de aragonito y depositarlos en las referidas zonas de la imagen? ¿Cómo sabía que aquel Hombre cargó un patibulum? La tradición pictórica muestra a un Jesús con la cruz completa (una tradición errónea).

El C14, efectivamente, es una solemne tornadura de pelo…

Gólgota Según los médicos, algo falló al ser crucificado. El hallazgo resultó estremecedor. Al parecer, el largo clavo de hierro de unos veinte o veinticinco centímetros de longitud, utilizado para clavar la muñeca derecha, tropezó con un nudo. Y fue retirado y martilleado de nuevo. Y el Hombre de la Sábana fue atravesado -no por las palmas de las manos, sino por las muñecas- bien por el llamado «espacio de Destot» o por la articulación radio cubital inferior. El primer médico que se percató de este importante «detalle» fue el francés Pierre Barbet. Examinó las fotografías de Enrie (1931) y probó con cadáveres. Al perforar las manos, el peso del cuerpo las desgarraba. No ocurría lo mismo si los clavos penetraban por las muñecas. Y los médicos quedaron desconcertados, una vez más…

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Clavo similar al utilizado en la crucifixión: sección cuadrada y entre 20 y 25 cm de longitud.

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Las crucifixiones fueron prohibidas en el siglo IV. ¿Cómo pudo recordar los detalles un falsificador del siglo XIII o XIV?

¿Por qué la Síndone no se ajusta a lo descrito por la tradición? Jesús de Nazaret siempre ha sido pintado o esculpido con los clavos en mitad de las palmas de las manos. ¿Qué clase de falsario tenía estos conocimientos anatómicos si las crucifixiones fueron prohibidas por Constantino en el año 336 de nuestra era? ¿Cómo pudo recordarlo mil años después?

¿Y qué decir de las manos de «cuatro dedos» (sin pulgares) que presenta la imagen del Hombre muerto? Según la medicina, la ausencia de esos dedos es lógica. Al herir el nervio mediano con los clavos de las muñecas, se registra la inmediata y permanente flexión de los referidos dedos pulgares. Por eso no aparecen en la Sábana Santa. El falsificador medieval, obviamente, no podía saberlo. En 1968, en Jerusalén, el profesor Haas, de la Universidad Hebrea, hacía un descubrimiento que ratificaba lo indicado en la imagen sindónica. En aquella oportunidad fue hallado el esqueleto de un tal Jehohanan, crucificado por los romanos en la gran revuelta del año 70 de nuestra era. Pues bien, ante la sorpresa general, se demostró que el judío había sido crucificado con clavos y, justamente, por donde señala la imagen de la Sábana: por las muñecas, entre los huesos del radio y el cúbito (el primero de estos huesos presentaba una importante rozadura o deformación, provocada, sin duda, por la intensa fricción contra el clavo al tratar de incorporarse una y otra vez para tomar aire). La arqueología demostraba que la figura del Hombre muerto es correcta, con detalles anatómicos imposibles de falsificar en la Edad Media.

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El Hombre de la Síndone fue clavado por las muñecas.

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La tradición pictórica y escultórica está equivocada. Al clavar el cuerpo por las palmas, éstas se hubieran desgarrado.

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En las manos de la Sábana Santa no se distinguen los pulgares. Otro signo de autenticidad.

Con el tercer clavo -según los médicos- no hubo problemas. Entró limpiamente y cosió ambos pies al madero vertical. Y la pierna izquierda permaneció flexionada. Así aparece en la Sábana Santa, como consecuencia del rigor mortis. Pero, en la antigüedad, los que observaron la imagen de la Síndone, al descubrir que una pierna parece más corta que la otra, consideraron que Jesús de Nazaret era cojo. En la imagen del Hombre muerto, el talón izquierdo se encuentra más alto que la marca dejada por el derecho. Y durante siglos -como consecuencia de este error al interpretar la figura-, los pantocrátor medievales mostraron a Jesús con una pierna más corta que la otra.

Basándose en este supuesto defecto físico, el Talmud babilónico (siglo IV), refiriéndose a «Balaam» (Jesús de Nazaret), lo califica de «cojo». ¿De dónde pudo extraer este alias el texto judío? Únicamente de la imagen de la Sábana Santa. Que yo sepa, no existe ningún otro documento o testimonio que haga referencia a dicha cojera.

También las cruces del rito ortodoxo recuerdan este viejo y erróneo concepto sobre un Jesús «cojo». Muchas de ellas, como las que rematan los tronos de los zares o las cúpulas del Kremlin, han sido dotadas de un tercer palo -en la parte inferior y sensiblemente inclinado- como señal de respeto ante la referida y supuesta cojera del Maestro.

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Las diferentes direcciones de los reguerillos de sangre indican las posiciones del cuerpo en la cruz, obligado por la creciente asfixia.

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El tercer clavo entró limpiamente, cosiendo los pies a la madera.

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En la imagen superior, huella completa de la planta del pie, tal y como se aprecia en la Síndone. Imagen inferior: zona de salida del clavo.

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Muerte por asfixia. Y el final se acerca…

El suplicio alcanza entonces (15 horas) unos límites difíciles de imaginar. El reo necesita respirar. Para ello sólo dispone de un sistema: apoyarse en el clavo que taladra los pies y alzarse a pulso -milímetro a milímetro- con la ayuda de los clavos que perforan las muñecas.

Los médicos enmudecen…

Los dolores no pueden ser descritos con palabras.

El Hombre consigue capturar una bocanada de aire y cae violentamente. Al girar las muñecas, la sangre cambia de dirección y surge un segundo reguerillo. La imagen de la Síndone es certera. En cuanto al falsificador medieval, sencillamente, «genial»…

El corazón bombea desesperadamente y alcanza las 180 pulsaciones por minuto. Y a la vez, calambres en brazos, tórax, hombros y piernas. La tetanización lo va consumiendo.

A los diez o doce minutos de iniciada la crucifixión, pérdida de conocimiento. Pero el Hombre se recupera.

Nueva lucha por obtener un poco de oxígeno. La tetania, finalmente, gana la batalla: las piernas quedan inutilizadas. Ahora sólo puede alzarse con el auxilio de los clavos de las muñecas y los músculos de los hombros.

Jadeos desesperados.

La asfixia lo abraza. Piel y labios se tornan azules. El cataclismo es generalizado.

Finalmente, el corazón se rompe.

La agonía se ha prolongado durante hora y media. Noventa minutos eternos…

Los médicos, perplejos, siguen mudos.

La lanzada Pero el espanto y la humillación no han concluido. Uno de los soldados alancea el costado derecho del crucificado. No responde. Los médicos exploran la imagen de la Sindone y se muestran de acuerdo: al recibir la lanzada, el Hombre ya estaba muerto. Por eso los márgenes de la herida (de 4,4 x 1,4 centímetros) no aparecen hinchados. La forma elíptica se debe a los rebordes o aletas del extremo del hierro («lancia»).

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Lanzada. El Hombre ya estaba muerto.

Los expertos llegan a otra conclusión: la lanza resbaló por encima de la sexta costilla, atravesó pulmón y corazón y abrió la aurícula derecha. Era el «golpe de gracia». Una forma de asegurar que el reo no fingiera la muerte.

« …Y manó sangre y agua.»

Sangre de la vena cava superior y agua o líquido seroso del pulmón.

Y pregunto de nuevo: ¿cómo sabía el falsificador medieval que en una persona recién fallecida se acumulan entre doce y catorce centímetros cúbicos de sangre en la aurícula derecha?

Después, en el descendimiento o en el traslado al sepulcro, por efecto de la gravedad, la vena cava inferior se vació igualmente. Y ese reguero se observa también en la cintura (parte dorsal) del Hombre muerto.

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Imagen de la lanzada. De haber estado vivo, los márgenes de la herida aparecerían hinchados.

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El hierro resbaló por encima de la sexta costilla.

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En el descendimiento, o en el traslado al sepulcro, la sangre se vació de la vena cava inferior. ¿Cómo pudo tenerlo en cuenta el falsificador medieval?

Un «genio» medieval

A la vista de lo expuesto podemos concluir: el referido falsificador de los siglos XIII o XIV era un «genio». Veamos por qué:

• «Fabricó» una imagen en negativo, adelantándose a su época. Los ingleses Prince y Picknett afirman que fue Leonardo da Vinci quien elaboró en realidad esta imagen, «autofotografiándose». Estos «genios» británicos no saben que Leonardo nació en el año 1452. Es decir, un año antes de que la Sábana Santa fuera cedida a la casa de Saboya (22 de marzo de 1453). Da Vinci era un genio, es cierto, pero pretender que inventara la fotografía con un solo año es demasiado…

• Sin microscopio alguno consiguió detectar y seleccionar varias decenas de pólenes que, para colmo, se habían extinguido en el siglo 1. Viajó a Israel, Turquía, etcétera, y tras hallarlos, los depositó en la urdimbre de la tela.

• En plena Edad Media elabora una imagen que encierra una información tridimensional.

• En un alarde «tecnológico», el falsario deshidrata dos o tres fibras superficiales, de las doscientas que integran cada hilo, e introduce algodón entre el lino, adelantándose también al cultivo de esta planta en Europa.

• De forma mágica para su época, obtiene una figura que sólo ha podido formarse ortogonalmente, es decir, por proyección vertical.

• Se adelanta a los descubrimientos de exégetas e historiadores del siglo xx: y coloca sobre los ojos del Hombre muerto sendas monedas acuñadas por Poncio. Ha sido ahora cuando se ha establecido la fecha de la muerte de Jesús (año 30 de nuestra era).

• En contra de la tradición pictórica, el falsario perfora las muñecas del Hombre muerto y le encaja un «casco» de espinas. Sabe, además, que el crucificado padeció tetania y así lo refleja en los músculos del tórax.

• No satisfecho con todo lo anterior, el «genio» medieval se preocupa de dejar constancia en el lienzo de la presencia de sangre venosa y arterial (descubrimiento registrado en 1593).

• Y el «genio», según los laboratorios de Zurich, Oxford y Arizona, va mucho más allá, ya que deja restos de albúmina de suero (así aparece en los perfiles de las marcas de flagelación). Lo malo es que dicha albúmina sólo es visible con la ayuda de luz ultravioleta. ¿Para qué seguir…?

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Clonar a Dios

Algo más que ficción…

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Y llegamos a una de las preguntas clave: ¿quién es el Hombre muerto? ¿Se trata, como indican todos los indicios, de Jesús de Nazaret?

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¿Qué sucedería si alguien lograse clonar o duplicar el cuerpo de Jesús de Nazaret?

En este sentido, los expertos en cálculo de probabilidad matemática han sido rotundos.

Para José Luis Carreño, la probabilidad de que el Hombre de la Sábana Santa no fuera el Maestro es de una contra cinco mil trillones. Otros, como el profesor Zeuli, lo «reducen» a doscientos veinticinco millones. En otras palabras: la misma probabilidad que tiene una piedra de convertirse en pájaro y salir volando.

Stevenson y Habernas -más prudentes- calculan esa posibilidad en una contra ochenta y tres millones. Exactamente: una contra 82944000, algo tan difícil como cubrir la distancia Nueva York-San Francisco con tres líneas paralelas de billetes de un dólar y conseguir que un ciego acierte -a la primera- con uno previamente marcado.

¿Difícil? Yo diría que casi imposible… Para mí está claro desde hace tiempo: la imagen de la Sábana Santa es la de Jesús de Nazaret. Un Jesús torturado y crucificado.

Para mí, un Hombre-Dios…

La amenaza Y ahí surge un nuevo problema. Una amenaza que, de cumplirse, desataría los demonios de esta atormentada raza humana. Si la sangre que presenta la Sábana Santa de Turín es la del Maestro, ¿estaremos algún día en condiciones de clonarlo? ¿Podríamos clonar a un Dios?

Para algunos científicos, esa posibilidad es pura ficción. La sangre de la Síndone es humana -eso está demostrado- pero, dicen, es una sangre sin células vivas. Científicamente es inviable. Nunca se podrá clonar al Hombre de la Síndone. Al menos, partiendo de los restos sanguinolentos que han quedado en el lino. Para otros no está tan claro. Hoy, efectivamente, la ciencia no dispone de la tecnología necesaria para llevar a cabo el proceso. Pero ¿lo conseguirá en un futuro no demasiado lejano? Personalmente estoy convencido de ello…

En 1998, el ya citado profesor Garza Valdés, de la Universidad de Texas (EE.UU.), presentó en Roma los resultados de sus investigaciones sobre la Síndone. Pues bien, entre otras novedades, Leoncio Garza anunció la donación molecular de tres genes de la sangre contenida en la Síndone. Y afirmó. «Fui el primero que tuve el honor de donar genes de la sangre de Cristo.»

En estos momentos, según mis cálculos, hay una decena de científicos que tienen en su poder muestras de la sangre de la Sábana Santa (sin contar la existente en el lienzo) . En principio, todos son honrados, pero…

Y usted se preguntará: ¿qué sucedería si alguien lograse clonar o duplicar el cuerpo de Jesús de Nazaret? ¿Estaríamos realmente ante el Maestro? ¿Sería la Segunda Venida, como pretenden algunos locos e insensatos?

Suponiendo, como digo, que la ciencia disponga algún día de los medios para clonar el cuerpo del Hijo del Hombre, parece claro que el material genético de ese «doble» no estaría completo. En consecuencia, el «nuevo» Jesús sería defectuoso. Quizá, altamente defectuoso…

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La Sábana Santa ya ha sufrido tres incendios. ¿Casualidad? En mi opinión, alguien trata de destruirla o cambiarla.

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Y, por supuesto, no tendría nada que ver con la inteligencia, la personalidad y la divinidad del Maestro.

En suma, podríamos crear un monstruo de circo, susceptible -he ahí el gran peligro- de convertirse en un negocio, en un reclamo o en una herramienta «multiuso». Un simple ejemplo: ¿imagina usted un doble del Galileo al servicio de una secta destructiva? ¿Qué sucedería si alguien consigue clonar el cuerpo del Maestro y educarlo en la maldad químicamente pura?

Tres incendios sospechosos Y desde numerosos puntos del planeta se han alzado voces de alerta: «¡Atención! ¡Alguien podría destruir la Sábana Santa!»

Yo voy más allá y entiendo que ya lo han intentado. Primero en 1532, en el mencionado incendio de Chambéry, en Francia. Los calvinistas, al parecer, provocaron el pavoroso fuego. Y la urna con la Síndone fue rescatada en el último momento…

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Marcas producidas por el incendio de 1532 (en Chambéry).

En octubre de 1972 se registró un suceso que casi ha sido olvidado: unos desconocidos treparon por el techo del Palacio Real (anexo a la catedral) e irrumpieron en la capilla de la Síndone. Trataron de prender fuego a la Sábana. El lienzo se salvó gracias al amianto que protegía el altar.

Veinticinco años después (en la madrugada del 11 al 12 de abril de 1997), tuvo lugar otro incendio -¡qué casualidad! – que se inició en la cúpula de la citada Capilla Real o de la Síndone. Por fortuna, la Sábana había sido removida en febrero de 1993 y trasladada a la parte trasera del coro, con el fin de evitar que sufriera daños durante las obras de restauración de la referida cúpula, obra maestra del barroco italiano. De haber permanecido en el emplazamiento original, la urna con seguridad habría sido calcinada. Y con ella, la imagen del Hombre muerto…

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¿Cómo reaccionaria el mundo cristiano ante la aparición de un «doble» del Maestro?

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Reconstrucción del rostro del Hombre que aparece en la Sábana Santa de Turín.

Mario Trematore fue el bombero que consiguió extraer el relicario de plata. Para ello tuvo que golpear los metacrilatos blindados -de 39 milímetros cada uno- con la ayuda de una hacha. En total, más de cien golpes. La urna fue sacada de la catedral de San Juan Bautista a las 1.36 horas. Doscientos bomberos de Turín y otras localidades próximas siguieron luchando con las llamas hasta las 4.30 de esa madrugada. La cúpula y la capilla resultaron gravemente dañadas. Hasta el momento nadie ha aclarado las causas del siniestro…

A esto hay que sumar la formidable campaña de desprestigio sufrida por la Síndone en 1988, con los resultados del C14. Parece como si la imagen del Hombre muerto fuera una grave amenaza. La cuestión es para quién…

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Restauración del lienzo en 2002

En los meses de junio y julio de 2002 se procedió a la «restauración» de la Sábana Santa de Turín. Un equipo especializado, dirigido por la suiza Flury Lemberg, retiró la treintena de parches triangulares que habían sido cosidos por las monjas clarisas de Chambéry (Francia), a raíz del incendio de 1532. El trabajo de las religiosas finalizó en 1534. También fue eliminada la no menos célebre «tela de Holanda», cosida en la misma época, y que servía como forro o protección posterior. Los expertos han efectuado una minuciosa revisión del lienzo, en especial de los cosidos, y han guardado e inventariado el polvo recogido en dichas piezas. La intención de los especialistas es mantener la Sábana Santa extendida, evitando los pliegues. Aprovechando la circunstancia, se han fotografiado ambas caras de la tela, y se han sometido las superficies a un proceso de digitalización de la imagen, entre otros experimentos que se darán a conocer en su momento.

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Punto final

«Un as en la manga de Dios»

11 de septiembre. Museo de la Sábana Santa. Turín. Eran cerca de las tres de la tarde. Habíamos terminado de rodar y nos disponíamos a almorzar. Tommie Ferreras, operador de cámara de «Planeta encantado», recibe una inesperada llamada de su mujer. Se encuentra muy nerviosa. Anuncia que las torres gemelas de Nueva York han sufrido un atentado suicida. Mal asunto. Las dificultades en los aeropuertos, los traslados de los equipos, visados y permisos de rodaje…, se iban a multiplicar. Temí lo peor. Fue el único momento. Lo reconozco. Peligraba la continuidad de «Planeta encantado». Y me acerqué a Él y le pedí una señal…

 

Cuadernos de campo

Publicados por primera vez

A lo largo de treinta años de investigación por todo el mundo, J. J. Benítez ha reunido un centenar de cuadernos de campo. Unos textos íntimos -él prefiere llamados «cuadernos casi secretos», en los que refleja el día a día de viajes, investigaciones, éxitos y fracasos.

Jamás se habían publicado. Con «Planeta encantado» salen al fin a la luz. Una vez más, las imágenes hablan por sí solas…

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J.J. Benítez

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