Imágenes: © Iván Benítez.
A BarkaAyoub, Ahmed Zinne,
Mohamed (el cocinero), Semmadi
Laid y Ambes Hocine, entre otros,
por hacer fácil lo difícil.
J.J. Benítez al pie del llamado «dios con orantes», en Sefar (Tassili N´Ajjer).
La aventura continúa
Síntesis de lo publicado en El anillo de plata y Tassili
Verano de 1996. J. J. Benítez y su esposa disfrutan de unas breves vacaciones en Egipto. Blanca pierde un anillo de oro mientras bucea en las aguas del mar Rojo. Juanjo, al tratar de encontrarlo, descubre uno de plata. ¿Casualidad? Al regresar a España, el investigador recibe información de un insólito caso ovni: el testigo comunica a Benítez que la nave presentaba una especie de «emblema». Los signos de ese «emblema» son idénticos a los del anillo de plata hallado en el fondo del mar.
¿Casualidad? En ese mismo avistamiento, Dionisio Ávila, el testigo, que ignora lo ocurrido en el mar Rojo, observa a tres seres junto al ovni. Le arrojan una «luz» que cae a los pies del anciano. Al tomarla entre los dedos, el «luceríllo» se transforma en una piedra esférica con la superficie grabada por unos extraños símbolos. Tres de esos signos son iguales a los del «emblema» y a los del anillo. ¿Casualidad?
Tassili N’Ajjer, pura desolación.
J. J. Benítez investiga y descubre que dichos símbolos pertenecen al bereber antiguo, una lengua que se hablaba en el desierto del Sahara. En 1998, un oficial de la Armada española convierte los «palos» y los «ceros» del anillo (dígitos binarios) en coordenadas geográficas y estelares. Las primeras señalan el Tassili, al sur de Argelia. Las segundas marcan la constelación de Orión. El Tassili es una de las regiones del Sahara, en la que se hablan varios dialectos derivados del primitivo bereber. ¿Casualidad?
El investigador navarro se traslada a Argelia en compañía de Iván, su hijo y fotógrafo. Recorren el Tassili N’Ajjer y quedan perplejos: en los abrigos rocosos aparecen miles de pinturas rupestres. Entre esas imágenes destacan los «cabezas redondas», de nueve y diez mil años de antigüedad. Quizá más. Y entre pinturas y grabados en piedra, los ya familiares signos del anillo de plata, del «lucerillo» y de la cúpula del ovni. ¿Casualidad? J. J. indaga entre los tuaregs pero ninguno es capaz de «traducir» los símbolos grabados en el «lucerillo». Y la aventura continúa.
Extrañas «medias lunas» entre una escena de caza. ¿Qué representan? ¿Qué significan las dos pequeñas esferas que sobresalen? ¿Por qué son idénticas a las escafandras que aparecen en otras pinturas? Y en el extremo izquierdo de la «media luna», otros no menos enigmáticos pequeños trazos. ¿Representan luz?
Regreso a Djanet
Increíbles pinturas
1
Sábado, 5 de mayo de 2001.
Ahora lo veo. Ha sido un error por mi parte. No deberíamos interrumpir esta primera visita al Tassili. Demasiado esfuerzo… Pero así lo establecimos: subir a la meseta y hacer una exploración de Jabbaren. Los tuaregs, además, no prepararon la infraestructura suficiente.
A las 17 horas, regreso. Con el tiempo justo. El sol escapa (supongo que muerto de risa, ante mi inutilidad). Aceleramos la bajada (muy peligrosa). Llegada a los 4×4 a las 20 horas. Estoy destrozado. En el hotel, hago repaso de lo visto en Jabbaren.
1. «Astronautas» («cabezas redondas»). No hay la menor duda. Los cascos o escafandras son evidentes. Y también los cierres o la unión del traje con el casco (véanse fotos y cuadernos de campo).
2. En una de las paredes descubro un perfil «egipcio». ¿Cómo es posible? Estas pinturas son las más antiguas. Entre nueve y diez mil años. ¿«Egipcios» en el Sahara antes de Egipto?
3. Animales extraños por doquier. Animales desconocidos. Tengo que profundizar en este asunto…
4. «Astronautas» con «antenas» sobre las cabezas (véanse fotografías de Iván).
Otro «CR» («cabeza redonda») con un no menos singular dibujo junto a la cabeza. Lo he bautizado como «la nave y el astronauta». ¡Es desconcertante! Si aquellos artistas se limitaban a pintar lo que veían, ¿qué demonios es esto? La primera impresión ha sido nítida: el «cabeza redonda» parece acompañado o escoltado por una nave. Por más vueltas que le doy, no soy capaz de encontrar una explicación «lógica». Lo pintado junto al «CR» no puede ser interpretado como algo habitual de la Edad de Piedra. Me gustaría ver la cara de los arqueólogos ante esta pintura…
El camino hasta lo alto de la meseta sólo puede hacerse a pie o con el auxilio de animales.
Las líneas y punteados, en mi opinión, estarían mostrando uno de los objetos en los que habrían descendido hasta la meseta. Al examinar el perfil del «CR» se distingue, una vez más, la perfecta separación entre la escafandra y el resto del traje.
El «artista» (?) tuvo especial cuidado en remarcarla. ¿Por qué? Y junto al casco, otro «detalle» muy significativo: una especie de tubo que arranca de la base del casco y se dirige hacia lo alto. ¿Imaginación del hombre del Neolítico, como pretenden los «sabios»? ¿Quizá magia?
6. Numerosos y desconcertantes círculos en rojo y blanco. Los he visto aquí y allá, sin orden o razón aparentes. Lo más extraño es que la mayoría tienen el mismo diámetro: dieciocho centímetros. ¿Por qué dieciocho? ¿Qué simbolizan?
7. Y junto a la «nave y el astronauta», lo que los arqueólogos definen como «medusas». Las hay a decenas en los abrigos rocosos de Jabbaren. ¿Medusas? ¿A mil ochocientos metros de altitud y dos mil kilómetros de la costa más cercana? Utilicemos la lógica: ¿llegaron los hombres del Sahara central a saber de las grandes masas de agua del Atlántico o del Mediterráneo? En lo que se refiere a los habitantes del Tassili N’Ajjer, lo dudo… En ese caso, ¿por qué iban a pintar algo que jamás vieron? ¿Qué es entonces esa «medusa»? Para mí, está claro: podría tratarse de la imagen de un objeto capaz de ascender o descender. Y el «artista» inmortalizó el sistema de propulsión -chorros de fuego o humo-, dibujándolo con largas líneas paralelas (véanse fotos y cuadernos de campo).
8. Naves con sus respectivos trenes de aterrizaje. Las han pintado en numerosos abrigos. Para los científicos sólo son «plantas» o «chozas». Para mí son objetos posados en tierra. Algunas de estas pinturas incluyen una treintena de pequeños círculos a lo largo de todo el perímetro. Unos circulitos que estarían representando las luces de posición (?) de dichas naves. Algo muy común también en la moderna investigación de los ovnis.
9. Otra pintura que jamás había visto en los catálogos y libros de lo exploradores franceses: el «hombre» de la cometa. Una pintura en rojo en la que, a primera vista, se ve a un individuo portando un globo o una cometa. Se trata de un objeto perfecto. Mide veintitrés centímetros de diámetro. El individuo está en actitud de correr o de caminar con rapidez. ¿Cometas en la Edad de Piedra? ¿Quién los enseñó?
10. «Medias lunas». Así lo he bautizado. Al principio pasaron desapercibidas. Después, al «descubrirlas», quedé hipnotizado. Lhote tampoco las menciona…
Se presentan en mitad de una escena de caza (véanse fotos y dibujos), sobrevolando a los cazadores. Una vez más, las imágenes hablan por sí solas. Sobre las «medias lunas», el artista pintó cuatro pequeñas esferas. Dos en cada «media luna». Curiosa y sospechosamente, estas esferas lucen los mismos dibujos que las escafandras de los «CR». Deducción lógica: ¿se trata de pequeñas naves? , ¿lo que hoy, en ufología, llamamos «naves de exploración»? ¿Objetos que salen de las naves grandes («nodrizas o portadoras») y que se aproximan a tierra, para explorar pueblos, ciudades, ruinas, monumentos, vehículos, personas y animales? ¿Pudo suceder algo similar hace nueve mil años? ¿Espiaron los «cabezas redondas» las actividades del hombre del Neolítico en el Tassili N’Ajjer? A la vista de estas pinturas, así lo creo.
Muchas de las pinturas del Tassili N´Ajjer aparecen destrozadas.
Pero había algo más. El «artista», minucioso, dejó un «detalle» muy significativo. En el extremo de una de las «medias lunas» aparece «algo» inexplicable: siete diminutas líneas que rodean el extremo de la citada nave. Siete rayas rojas que podrían estar representando la luz o el fuego (?) emitidos por el objeto en ese punto. ¿Fantasía del pintor, como argumentan los arqueólogos? No lo creo…
Si la «fidelidad» en el dibujo era una obsesión, ¿qué podemos pensar del resto de las imágenes?
Criaturas desconocidas. Encontré decenas de ellas…
Seres con antenas sobre la cabeza. ¿Sólo imaginación del hombre del Neolítico?
La «nave y el astronauta». Un extraño aparato junto al casco del astronauta. El artista tuvo especial cuidado dibujar la separación entre el traje y el casco.
Misteriosos círculos, todos de dieciocho centímetros de diámetro. ¿Por qué la misma medida?
Para los arqueólogos son «medusas». ¿Medusas en pleno desierto? ¿Con un ojo en el centro de la figura?
Otra imagen desconcertante: un objeto con tres patas y treinta pequeños círculos (¿luces?) a su alrededor.
Objeto circular con un sistema de propulsión (?) a la derecha.
¿Chozas o naves?
El «hombre de la cometa». ¿Qué sostiene el hombre de la Edad de Piedra?
Dos «medias lunas» entre cazadores y ganado. En ambas destacan sendas parejas de pequeñas escafandras. Parecen seres que observan la cacería.
Ampliación de la imagen superior. Es el extremo, los «destellos» luminosos.
Una isla en mitad del Sahara Domingo, 6 de mayo.
El cansancio es tan abrumador que me impide pensar con claridad. Mejor así. No quiero darle vueltas al grave error de haber bajado del Tassili…
Esta vez me ocupo yo de la supervisión. Mañana subiremos de nuevo y permaneceremos allí el tiempo necesario. Lo haremos por la zona más próxima a Tamrit.
Aprovecho para visitar el museo de Djanet y mantener una larga y cordial conversación con Farid Begbagui, conservador del Parque Nacional del Tassili. Un científico -¡gracias a Dios!- de mente abierta. El museo es modesto pero muy didáctico. Farid reconoce que no saben cuántas pinturas y grabados reúne el Ajjer. ¿Entre treinta mil y cincuenta mil? Muy probablemente. En otras palabras: el mayor arte prehistórico del mundo. Sólo en el wadi Djerat, al norte, cerca de Illizi, existe un cañón con más de cuatro mil grabados. ¡Cuatro mil grabados en treinta kilómetros de wadi!
Tassili N´Ajjer, una joya arqueológica por descubrir. Todo está por hacer.
Tassili N´Ajjer fue declarado patrimonio de la Humanidad en 1982. Desde 1986 es reserva de la biosfera. Lógico. En pocos lugares del planeta he visto menos contaminación. Farid se siente orgulloso y tiene razón. El Tassili N’Ajjer es como una isla en mitad de un océano de dunas. Puestos a imaginar, imaginemos. ¿Qué mejor lugar para el descenso de unos seres «no humanos»? Estamos ante una formidable meseta (una especie de «portaviones») situado en mitad de la nada y con una altitud media de mil ochocientos metros. Si alguien pretende descender a tierra sin ser molestado, éste, como digo, es el paraje idóneo. Hace diez mil años, cualquiera que intentara subir desde los arenales próximos habría necesitado varias horas para alcanzar la cima. Hoy, prácticamente, ocurre lo mismo. En definitiva, estaríamos ante una plataforma (un «tassili») ideal para observar o intervenir sin crear una alarma excesiva o generalizada. El lugar , además, en la Edad de Piedra, podía presentarse como una zona única, con una población relativamente pura (escasamente mezclada) y de características peculiares. Exactamente igual que la flora y la fauna. En suma: el hábitat perfecto para la observación de los primitivos humanos e, incluso, para una hipotética batería de experimentos con dichas criaturas. ¿Imaginación? Sí, probablemente. ¡O no!
El conservador del Parque Nacional del Tassili reconoce que no sabe cuántas pinturas y grabados reúne el Ajjer.
Farid y yo conversamos animadamente sobre las pinturas. De los «cabezas redondas» no sabe qué decir. Cualquier hipótesis es válida. Lo único seguro es que son las más antiguas. Lhote las dató en seis mil y siete mil años. Hoy se sabe que tienen nueve y diez mil. Quizá más… ¿De qué podemos extrañarnos? En los «tassilis» argelinos hay industria lítica de hace más de dos millones de años. Estamos en la «superficie» de un formidable yacimiento. Ojalá, algún día, el mundo comprenda y se decida a invertir tiempo y dinero en esta joya del pasado humano…
Regreso al hotel a las 16.30 horas. Todo está dispuesto para el segundo ataque al Tassili N’Ajjer.
Partimos de Djanet a las 18.30. Acampamos al pie de las gigantescas «torres» de granito del Tassili.
19 horas. Luna llena. Tiempo en calma. Los tuaregs alimentan una inquieta hoguera. Es el único rojo en un desierto dibujado en blanco y negro. Mi corazón está inquieto. ¿Qué nuevas sorpresas me reserva el Destino?
Los Tuaregs controlan el acceso al Tassili N´Ajjer. Son los únicos que conocen los caminos.
Tassili N’ Ajjer
Algunas fechas
• Grabados en las rocas (fauna salvaje: rinocerontes, elefantes, hipopótamos, felinos, etc.). entre diez mil y veinte mil años de antigüedad.
• Pinturas («cabezas redondas»). entre seis mil y diez mil años de antigüedad. Es probable que más.
• Pinturas (período bóvido o pastoril): entre cinco mil y seis mil años.
• Pinturas y grabados (caballo): según la ciencia, tres mil quinientos años de antigüedad. Personalmente no estoy de acuerdo con esta datación. Existen pinturas y grabados con caballos (especialmente en Libia) mucho más antiguos.
• Pinturas y grabados (período del camello): arranca hace tres mil o cuatro mil años.
Dudas y certezas
• En el Tassili N´Ajjer se han encontrado bolas de piedra fabricadas hace dos millones de años. ¿Se trataba de armas?
• Hace un millón de años, la gran meseta y sus alrededores se hallaban poblados. Sus habitantes confeccionaban hachas de granito de dos filos y en diferentes tamaños. Eran utilizadas, al parecer, como lanzas (?).
• Hace cien mil años, aproximadamente, aparecen hachas, igualmente de granito y mucho más perfectas.
• Hace cuarenta mil años, gran «invento» en el Sahara: puntas de flecha con un apéndice que permite amarrar el arma a varillas o palos. La «revolución» se extiende rápidamente.
• Entre veinte mil y doce mil años antes de nuestros días: silex y cerámica. El hombre del Tassili disfruta de un notable grado de cultura. Utiliza el bumerán. Sabe de la vida después de la muerte. Fabrica tumbas circulares. Es capaz de confeccionar tejidos transparentes y finos bordados. Dispone de calzado y, en mi opinión, de una escritura asombrosa: el bereber. ¿Quién le proporcionó estos conocimientos?
• Si los tuaregs no conocen la cometa, ¿por qué fue representada en las pinturas de Jabbaren?
•¿Quién pintó «egipcios» en el Tassili N´Ajjer hace nueve mil años, cuando no existía Egipto?
Los pequeños burros argelinos son el mejor medio de transporte por las desoladas rampas del Tassili.
Lhote, el «destructor»
Las pinturas destruidas
2
Lunes, 7 de mayo.
Atacamos la rampa rocosa al amanecer. No he dormido bien. El viento se desató a medianoche. Iván y yo hemos tenido que dormir en una sola tienda. El maldito «pitufo» (ayudante del cocinero) ha olvidado las piezas para montar la segunda tienda (!).
Posición en la base del Tassili N’Ajjer. 1223 metros de altitud, según el «GPS». Coordenadas: 24 grados, 35 minutos y 9 segundos (N) y 9 grados, 35 minutos y 18 segundos (E). Cielo despejado. Fuerte calor a las 6.30 horas. Un tal «Belher» (aquí todos son Mohamed) arrea los cinco pequeños y sufridos burros de carga. Iván sigue con la mochila de cuarenta kilos. No hay manera de repartir peso… Cada burrito -materialmente comidos por las moscas- carga alrededor de cincuenta kilos. Son el transporte ideal por las rampas de piedra y guijarros. Siento pena por estos «plateros» pobres y sin padrino. Los ojos son universos curvos. Anoto algunos de sus nombres: Ahrás tiene diecisiete años. Se sabe el camino de memoria. Ahmed Zinne, el guía que nos llevó a Jabbaren, observa atento. Todo en orden. No descansaremos hasta llegar al campamento base, en Tamrit.
Cuatro horas y media para llegar a lo alto de la meseta.
10.45 horas. Alcanzamos la cumbre. La meseta es azul. Está muerta. Aquí en el Tassili, todo está calcinado. Todo o casi todo…
El «GPS» marca 1737 metros de altitud. Hemos recorrido 514 metros en cuatro horas y media. Esto es más razonable que el esfuerzo del pasado sábado…
Ahmed sonríe al recibir la brisa de la meseta. Nos examina uno por uno. Estoy agotado, pero no digo ni pío. Me sale el tabaco por las orejas…
11.45 horas. Llegada a las primeras pinturas rupestres. Veinte kilómetros desde la base.
Gran decepción. Me lo habían advertido pero no hice caso: muchas de las pinturas del Tassili N´Ajjer están deterioradas y casi destruidas. ¿Explicación? La más importante: Henri Lhote, el «destructor». Hasta esos momentos -no lo niego- tenía una imagen diferente del explorador francés. Lo consideraba un hombre audaz, sacrificado y decisivo. Y así fue, en parte…
Durante las célebres expediciones (1956 y 1957), Lhote y sus equipos, al proceder a las operaciones de calco, barrieron y humedecieron los frescos, sentenciándolos a muerte. Las pinturas, integradas básicamente por hierro, arcillas y esquistos, fueron frotadas primero con brochas y esponjas, eliminando así la capa de polvo natural que las protege. Después, con el fin de reavivar o «resucitar» los colores, Lhote y su gente las humedecieron. Y el agua provocó un depósito blanquecino y opaco de un milímetro de espesor que precipitó sal y silicatos sobre las frágiles imágenes. Cuarenta y cinco años después, muchas de las pinturas calcadas sólo son un recuerdo; un mal recuerdo. Lo que la naturaleza supo conservar durante miles de años, el hombre, con su imprudencia, lo ha arruinado en un abrir y cerrar de ojos…
Y la mítica imagen de Lhote se vino abajo.
Operación de calco en un abrigo rocoso del I-N-Tifnar (expedición de H. Lhote) (Museo del Hombre).
El cepillado de las pinturas terminó destruyéndolas (Museo del Hombre).
El equipo de Henri Lhote (1956-1957), en Sefar, en pleno traslado del calco al papel (Museo del Hombre).
Museo del Hombre, en París. J.J Benítez contempla uno de los calcos de Lhote.
El agua y los calcos han deteriorado muchas de las bellas e importantes pinturas del Tassili N´Ajjer. En este sentido, el trabajo de los franceses fue nefasto.
EXCLUSIVA:
Sólo en el Museo del Hombre es posible contemplar la genuina belleza de las pinturas rupestres del Tassili.
«Cabeza redonda» (gentileza del Museo del Hombre).
La belleza y fidelidad en los dibujos son asombrosos (Museo del Hombre).
Criatura con cabeza de insecto (Museo del Hombre).
Pinturas en vías de extinción
• Henri Lhote no fue el único destructor de las pinturas rupestres del Tassili N’Ajjer, pero sí el más importante. Los calcos han afectado a más de dos mil imágenes. Entre otras, al célebre «gran dios marciano», el «dios con orantes» y «Antinea».
• En 1960 y 1970, especialistas en conservación (?) llevaron a cabo experimentos en los frescos del Tassili y los dañaron gravemente. En algunas pinturas pueden apreciarse todavía cuadrados y rectángulos con los colores más vivos. Ejemplo: el «dios con orantes» de Sefar. Los «expertos» aplicaron a las pinturas una resina sintética que hace las veces de barniz fijador.
• En 1978, una comisión de la Unesco ascendió al Tassili y estudió las pinturas. Todos llegaron a la misma conclusión: la humedad había sido la causa fundamental del deterioro. Una humedad provocada por el hombre al aplicar agua de forma indebida. Taralon, ministro francés de asuntos culturales, fue rotundo: «…a fuerza de querer hacer las pinturas más legibles, se ha llegado a un resultado definitivamente contrario.»
• La técnica empleada en los calcos ha lastimado igualmente las pinturas. Algunos de los pegamentos utilizados han arrastrado consigo parte de los frescos.
• Además de estas agresiones humanas existen otros factores naturales que están dañando también la «Sixtina del Neolítico», cambios térmicos, vientos, alteraciones de orden mecánico, exfoliación por placas, descamación por agentes químicos, etc.
6.30 horas. Campamento base. Al fin aparecen los burros y, con ellos, los víveres. Uno de los animales (Ekewel -negro-) se ha despeñado en las peligrosas cornisas de Agob. ¡Adiós a las bebidas! Sólo quedan botellas y el pellejo de cabra de los tuaregs. No podremos resistir. La deshidración es importante. Según mis cálculos, hemos recorrido algo más de veintiún kilómetros y el calor es constante. ¿Qué hacer? Esta noche hablaré con Javier Lago. Quizá nos veamos obligados a regresar a Djanet antes de lo previsto. Por algo bueno será…
Breve almuerzo, siempre con moscas. ¡Millones de moscas!
Ahmed reanuda la marcha. Nos quedan cientos de pinturas por explorar.
Nuevas «medusas» (?) con dibujos idénticos a los de los cascos de los «CR» (véanse fotos y cuadernos de campo). Encontramos más círculos. Todos con idéntico diámetro: dieciocho centímetros. Todos en rojo y blanco. ¿Qué significan? ¿Porqué la misma medida? ¿Casualidad? Javier Lago ha subido al Tassili en otras oportunidades y jamás había reparado en este pequeño «detalle».
De nuevo extrañas criaturas, mezcladas con el ganado.
Cuatro dedos sin pulgares. Exactamente igual que en los grabados de las piedras de Ica en Perú.
En el abrigo rocoso de Tan-Zoumaitak vemos otros animales desconocidos. ¿Fantasía de los hombres prehistóricos? ¿Se trata de animales extinguidos? Si el fenómeno de la «fidelidad» era tan importante a la hora de pintar, ¿por qué dudar de la realidad de estas criaturas?
Más «cabezas redondas». Más «gigantes». De nuevo con manos de cuatro dedos sin pulgares (!). No puedo evitar el recuerdo: también en las piedras grabadas de Ica (Perú) se presentan unos extraños seres con cuatro dedos. ¿Casualidad?
La erosión natural ha sido intensa. Algunas de las pinturas se encuentran a dos, tres y cuatro metros del pavimento actual. Una de dos: o el viento ha rebajado el antiguo suelo o los artistas pintaban con algún tipo de andamio (?).
El termómetro señala 42 grados Celsius. Regresamos al campamento a las 19 horas. Queda poco tiempo de luz. Estamos deshidratados, molidos, sucios y hambrientos. No hay agua para lavarse; sólo la justa para cocinar. ¡Qué desastre!
Echo cuentas conmigo mismo: examinamos medio centenar de pinturas al día. A este ritmo, y sin un solo día de descanso, necesitaría del orden de seiscientos días para echar un vistazo a las treinta mil pinturas del Tassili N’Ajjer. ¡Bravo!
Hemos caminado a una media de cuatro a cinco kilómetros a la hora. Total: veinticinco kilómetros. Sólo quiero dormir. Los tuaregs, sin embargo, no perdonan el tiempo que dedicamos todas las noches al intercambio de historias. Mohamed Daoui, conductor de los burros, alimenta el fuego y cuenta un hecho vivido por él mismo cuando tenía diez años. Si dice la verdad, hacia 1970. Fue en el desierto de Tikobaouina, el «Nueva York del Paleolítico». Se hallaba con los asnos y en compañía de uno de sus hermanos, muerto de sed hacía escasas semanas, justamente en ese desierto, cuando, de pronto, vieron un objeto luminoso y con forma de bastón. Mohamed lo cuenta en voz baja y temeroso. Para él, como para el resto de los tuaregs, no hay duda: esos objetos y «luces» son «demonios». Y el «bastón» -prosigue el burrero- se convirtió en una bola de luz. Y en silencio, el «djenoum» se precipitó contra una montaña. Quedaron espantados.
Para los tuaregs, los ovnis son demonios.
Años más tarde, en esa región, al oeste de Djanet, Daoui tuvo otra extraña experiencia. Era igualmente por la noche.Se hallaban acampados al amor de la lumbre cuando se presentó en las cercanías un animal que, en principio, asociaron con una cría de camello. Se aproximaron y vieron con sorpresa que el supuesto «camello» tenia los ojos rojos. Y los iluminó como una linterna. Huyeron aterrorizados. Al día siguiente regresaron pero no había huellas. Explicación: los «diablos» (?).
Ahmed, el guía, se anima y entra en la conversación. Todos los tuaregs quieren contar casos parecidos. Ahmed dice que él ha visto unas extrañas luces en la noche del desierto. No son hogueras. Cuando ha intentado aproximarse para averiguar de qué se trataba, las «luces» se distancian. Si Ahmed corría, las luces corrían. Cuando el guía del parque se detenía, las «luces» hacían lo mismo…
Desierto de Tikobaouina, al oeste de Djanet.
Los tuaregs no comprenden que las extrañas luces observadas en el desierto puedan ser máquinas «no humanas». Para ellos son «djenoum» (demonios).
Campamento en Sefar.
El Sol es oro fundido.
Yo también les cuento un par de historias «mágicas». Escuchan asombrados. Son como niños…
Sefar Martes, 8 de mayo.
De madrugada hemos oído el aullar de los chacales. Según el guía, han estado muy cerca. Buscan restos de comida.
Día igualmente soleado. El calor será tan intenso como ayer. Javier levanta el campamento. Dejamos a Daoui organizando el transporte. Nos veremos en Sefar.
7.30 horas. En marcha. Arena, piedras y desolación. Eso es todo.
9.05 horas. Primeras pinturas. Iván toma fotos y marca la ubicación (In-Itinen: 1650 metros de altitud). Unos individuos dirigen sus dedos hacia extrañas «lunas» y hacia una serie de puntos rojos.
¿Qué indican?
Me fascina la imagen de un nuevo carro «egipcio». Es perfecto. ¿Antigüedad?: alrededor de nueve mil años (!).
A cinco minutos de las anteriores, Ahmed nos muestra otras pinturas no menos interesantes: cabezas con grandes cráneos. Parecen cráneos deformados, idénticos a los que he visto en las culturas precolombinas en Perú y Centroamérica. Son individuos de claro perfil nilótico, muy distinto del de los «CR», por ejemplo.
Un ser con dos cabezas (!). Y muy cerca, escritura tifinag. El guía traduce con dificultad.
10.35 horas. Un pequeño alto. Los restos del turrón de Jijona desaparecen. Rondamos los 50 grados Celsius.
12 horas. Llegada al campamento base. A escasa distancia, un «tesoro»: una «guelta». Nos bañamos con un cazo. El agua está fría. ¡Qué alivio!
15 horas. Reanudamos la marcha. De nuevo el fenómeno de la «fidelidad». ¡Genial! Las jirafas son espléndidas. No han olvidado un solo detalle. La anatomía, colores y movimientos son pulcros y perfectos. Una de las vacas presenta un curioso «collar».
Mujeres en plenas faenas agrícolas. La fidelidad es total. Y me pregunto: si esto es así -constantemente-, ¿por qué iban a inventar a los «CR»?
Varias de las pinturas -escenas de caza y agrícolas- se hallan muy deterioradas. Se percibe el arrastre de los malditos calcos de Lhote. ¡Qué lastima! Se han cargado un tesoro…
Otra vez frescos a cuatro metros del suelo (!). El guía cree que pudieron trabajar con andamios. No se observan vestigios claros de erosión. El suelo actual podría ser el mismo de hace varios miles de años. ¿Cómo explicar esas máscaras a cuatro metros de la arena? Si utilizaron andamios, ¿por qué no se han encontrado restos de las maderas?
16.35 horas. ¡Sorpresa! Ahmed señala con el dedo. En una de las paredes, a 1,70 metros del suelo, veo «algo» que me cuesta creer. Parece hecho a lápiz. ¿Una falsificación? El guía dice que no. Es un dibujo antiguo, muy antiguo. Pregunto al resto del equipo: ¿qué ven? Todos coinciden: unos pantalones y unos zapatos (!). Pantalones anchos y con arrugas (!). ¿Pantalones en la Edad de Piedra? ¿Zapatos perfectamente cerrados hace diez mil años?
17 horas. Seres no menos extraños, provistos de grandes ojos almendrados. ¿Qué son?
17.45 horas. Más «cabezas redondas» y círculos. Y junto a los círculos, personajes de pequeña estatura, con colas (!). Demasiadas imágenes para una sola jornada. Estoy emborrachándome de pinturas…
Los «CR» son asombrosos. Veo trajes hinchados y cerrados por las muñecas. Veo cinturones y cascos perfectos. ¡Dios santo! ¡Son astronautas!
Y al fin, el «dios con orantes». La luz se vuelve dorada y quedo mudo ante semejante belleza. Lo había examinado decenas de veces en los libros de Lhote, nada que ver con la realidad. Esto es infinitamente más hermoso y atractivo. Estoy, sin duda, ante una de las pinturas emblemáticas del Tassili N’Ajjer. Doy gracias a Dios por su cariño y generosidad.
Nada en este fresco parece casual. Fue pintado en un amplio abrigo rocoso que preside una especie de «plazoleta» a la que se llega por diferentes «pasillos» naturales. Algo perfectamente pensado…
Los hombres señalan extrañan «lunas» y puntos rojos.
Grandes cráneos deformados, al estilo de las culturas americanas.
Cuerpos tatuados y peinados desconocidos.
Carros hace diez mil años.
El fenómeno de la «fidelidad» es constante en las pinturas del Tassili N´Ajjer. Mujeres y hombres de rasgos nilóticos.
Vaca con una cuerda al cuello. La «fidelidad» es constante.
Extraño gigante en la parte inferior de la imagen.
Seres de extraños cráneos y mujeres de largos vestidos en la Edad de Piedra.
Pantalones y zapatos en la Edad de Piedra. ¿Cómo es posible?
Seres con grandes ojos y cuerpos deformes.
«Cabeza redonda» de corta estatura.
Individuos con capas a la espalda. Para algunos son «buzos».
Trajes con cinturones.
«Cabezas redondas» en posición horizontal. ¿Seres ingrávidos?
El «dios» de cuatro brazos o «dios con orantes», en Sefar.
Otro «cabeza redonda» en posición horizontal. Para los arqueólogos son «nadadores».
Abrigo rocoso en el que aparece el célebre «dios con orantes».
Dibujos de los seres observados en 1955 en EE.UU., idénticos al «dios con orantes» del Tassili N´Ajjer.
Disfruto con dos «secuencias»: la del «dios» y la de un «CR» a la derecha. En el primero llaman la atención la enorme talla (3,5 metros de altura) y las singulares protuberancias pintadas en la región de los codos. En cuanto a los apéndices en la cabeza, ¿de qué se trata? ¿Son cuernos? ¿Orejas? ¿Antenas?
El «CR» (a la derecha del «dios») me deja igualmente perplejo. Lo han pintado en posición horizontal. Para los científicos estaríamos ante un «nadador». ¿Un nadador con el traje hinchado y una escafandra? Los cierres en las muñecas son minuciosos. Y otro tanto sucede con la unión del traje y el casco. ¿Qué me dice el instinto? Si el pintor lo dibujó en esa posición fue, sencillamente, porque así lo vio. Así lo presenció: una postura imposible para los naturales de la meseta. Una posición, en definitiva, que refleja el dominio de la gravedad por parte del «cabeza redonda». Y en el brazo izquierdo, otro «detalle» muy significativo: unas arrugas perfectas y minuciosamente delimitadas. Está claro que, tanto el «dios» de los «cuatro brazos», como los «CR» que lo acompañan pudieron aparecer simultáneamente en el N’Ajjer. ¿Estaríamos ante la presencia de diferentes seres «no humanos» que coincidieron en el tiempo en la gran meseta? ¿Trabajaron juntos? ¿Quién sabe?
Para los arqueólogos, en cambio, este mural es la representación de un «deseo»: una especie de invocación del sexo femenino (los «CR» situados a la izquierda del «dios») para lograr «partos felices». Eso dicen…
Lo que los arqueólogos no saben es que la figura del «dios con orantes» fue vista en pleno siglo XX. Así consta en mis archivos.
El primer caso que conozco ocurrió en 1955 en California. Siete testigos vieron a plena luz del día una criatura muy similar al «dios de los cuatro brazos». Henri Lhote popularizó las pinturas del Tassili N’Ajjer en 1958… En otras palabras: los testigos norteamericanos no podían estar influenciados por las copias y las fotografías del explorador francés. ¿Cómo explicar entonces que describieran el ser con las mismas protuberancias o «brazos» a la altura de los codos? Y junto a estos seres «no humanos», los testigos aseguraron haber visto varios discos de gran luminosidad. Algo que se repite igualmente en las pinturas del Tassili.
El segundo caso se registró en 1969, en la localidad brasileña de Pirassununga. Durante varias jornadas, los vecinos asistieron a la aproximación de una serie de objetos volantes no identificados. Uno de ellos llegó a tomar tierra. Y de él -según los testigos- salieron varios tripulantes. Pues bien, la descripción de los mismos coincide también con lo pintado en el Ajjer hace nueve o diez mil años. Los seres de Pirassununga disponían de «cuatro brazos» o, al menos, de unas protuberancias que naclan, justamente, a la altura de los codos. En las cabezas lucían dos ojos. El derecho, curiosamente, más bajo que el izquierdo. Exactamente igual que en los «cabezas redondas». ¿Casualidad?
«Alma» El sol se está ocultando. Las paredes, las cosas, los animales y las personas son violetas. Es un minuto mágico. Todo se vuelve bueno. Hay que regresar al campamento. Estamos a una hora larga.
Cena a las 20 horas. De primero, sopa. De segundo, más sopa. Javier pone el postre: «pacharán navarro». ¡Estamos salvados! Echo cuentas y escribo en este cada vez más polvoriento cuaderno de campo: hoy, nueve horas de marcha. Calculo veintisiete kilómetros y medio. Los pies me duelen. Iván, generoso, ha descendido hasta la «guelta» y ha traído agua fresca.
Jabbaren o lugar de gigantes.
La hoguera baila y una columna de humo busca inútilmente el cinturón de Orión. Mi corazón se va con el humo.
Primera historia. Les hablo del extraño ser de cuatro brazos de California. Los tuaregs no saben qué es California. Ahmed, el guía, se lo explica como puede. Uno de los hombres del desierto cae en la cuenta y dice que allí, en el Tassili, también hay pinturas con dioses de cuatro brazos.
Los burreros hablan de «alma», un «djenoum» que baja del cielo y que -según dicen- chupa la sangre a las personas y a los animales. Tiene cabeza y tronco humanos. El resto es «cuerpo de serpiente». Aseguran que lo han visto deslizarse por los arenales. En una ocasión le dispararon, pero desapareció.
Curioso. Esta misma historia la he oído contar a los tuaregs de los desiertos de Libia.
Un hipopótamo con dientes de carnívoro.
¿Experimentos genéticos?
Seres y animales monstruosos
3
Miércoles, 9 de mayo.
Las moscas resucitan al amanecer. ¿Dónde se meten durante la noche? Sólo he podido dormir hasta las tres. Después me he dedicado a contemplar los cielos. Estoy enamorándome del desierto…
7.30 horas. Emprendemos la marcha. Al poco, Ahmed se detiene y nos muestra una víbora cornuda, recién aniquilada por un zorro del desierto. Se entierran en la arena. Si la pisas, puede saltar y hacer presa. El veneno es mortal. ¿Antídoto? ¿Qué antídoto? El guía sonríe. En el Tassili, el mejor remedio contra las víboras son las botas altas y rezar… No me preocupan las víboras. Sólo las pinturas. Según mis cuentas, hemos revisado unas trescientas. «Sólo» me restan 29700 (!). ¡Bravo!
No me rindo. Sé que terminaré examinándolas todas. Tengo todo el tiempo del mundo (?).
¿Individuos con aletas en los pies? ¿En pleno desierto?
A 1585 metros (coordenadas: 24 grados, 39 minutos, 51 segundos -Norte- y 9 grados, 44 minutos y 2 segundos -Este-) encontramos otro capítulo «singular», igualmente ignorado por los especialistas tassilianos: lo que denomino «seres y animales monstruosos».
Con las fotos de Iván sobran las palabras. Veo un «corazón» perfectamente dibujado. ¿Cómo sabía el hombre del Neolítico que ese músculo es vital?
Más allá, individuos gigantescos con «algo» igualmente extraño en los pies. ¿Aletas? Y al fondo, junto al «submarinista» (?), una especie de «casco». Al principio dudo. ¿Qué pinta un «buzo» en un desierto de piedra y arena como el Tassili N’Ajjer?
Después comprendo. Estas pinturas tienen más de ocho mil años. En aquel tiempo, la gran meseta era un jardín. Pero ésa
es otra historia que también debería contar. Todo a su debido tiempo…
Un «corazón» perfectamente dibujado. Abajo, ¿qué pinta un buzo en un desierto de piedra?
Hombres con patas de cabra (!). Si no lo hubiera visto, no lo habría creído…
Hombres con zancos (o algo parecido) y botas hasta media pierna. ¿Botas? ¿En la Edad de Piedra? ¡No puede ser! Pero así es. Las pinturas son elocuentes.
Hombres con cabeza de perro o de chacal. Las vemos a decenas. Las hay en todo el Sahara. En especial, en los desiertos de Libia, en pinturas y, sobre todo, en grabados en piedra. ¿Hombres con cabeza de perro? ¿A qué me recuerdan?
Para los científicos son «terántropos»: seres mitológicos con cuerpo de hombre y cabeza de animal. Es asombroso. Se los
ve en grupo y en solitario. Cazan elefantes y rinocerontes, incluso cargan enormes búfalos. ¿Antigüedad? En los grabados, más de doce mil años. En las pinturas, alrededor de nueve o diez mil. En otras palabras: grabados y pinturas muy anteriores a los egipcios (Anubis es el dios con cabeza de perro o de chacal) (!). ¿Será que la mitología egipcia no es únicamente mitología?
Henri Lhote, efectivamente, se quedó corto -muy corto- en sus publicaciones…
Y regreso al asunto de la «fidelidad». Si aquellos artistas supieron plasmar lo que los rodeaba con semejante lujo de detalles, ¿qué debemos pensar con respecto a estos seres monstruosos?
Hombre con cabeza de perro cazando un enorme búfalo en wadi Imráwen.
Grabado de cabeza de perro en wadi Mathendus, Libia.
¿Existieron realmente los hombres con cola? ¿Por qué pintaron seres con cola o con cuernos? ¿Los vieron realmente o los imaginaron?
¿Por qué grabaron y pintaron bóvidos con tres cuernos? Si los animales han sido representados con tan exquisita pulcritud, ¿por qué alguien se molestó en grabar hipopótamos con dientes de carnívoro? ¿Por qué avestruces de cuatro patas o felinos con manos de ocho dedos? ¿Por qué centauros o individuos con cabeza de insecto? ¿Por qué unicornios?
¿Unicornios? Así es. Logramos ver tres, minuciosamente pintados y decorados. Pero ¿no se trataba de una leyenda? Ahora no estoy tan seguro. Si los hombres del Neolítico pintaron estos animales, supuestamente mitológicos, es porque los vieron, porque existieron. (¡A la mierda la ortodoxia!) Iván y Javier quedan maravillados ante una de las pinturas de un unicornio.
¡Es perfecto!
Seamos racionales. ¿Existieron realmente estos seres y animales monstruosos o desconocidos? Sólo caben dos alternativas: o fue un invento de los hombres prehistóricos o esas criaturas convivieron con ellos. El instinto y lo que observo en el Tassili me dicen que esto NO fue un invento, ni tampoco fruto del delirio. Pero puedo estar equivocado…
Y a mi mente llega otro pensamiento, aparentemente tan loco como los anteriores: ¿llevaron a cabo los «CR» experimentos genéticos con hombres y animales?
Una pintura clave Si acepto que esos seres «no humanos» existen y que pudieron descender en lo alto del Tassili N’Ajjer hace nueve mil años, ¿por qué dudar que llevaran a cabo toda suerte de experiencias científicas?
Seres con cuernos. Aparecen en cientos de pinturas.
Jueves, 10 de mayo.
La Providencia ha sido benevolente con este soñador. Fue Rafael Brancas quien me mostró esta pintura hace veinticinco años. La he retenido en la memoria, la he dibujado, pero, sinceramente, no damos con ella. El guía no consigue encontrarla. Dice que sí, que está aquí, en el Tassili, pero…
El campamento se mueve de nuevo. Nos trasladamos a la zona de Jabbaren. Quiero verla otra vez. Metro a metro…
Esa pintura está ahí. Brancas la bautizó como el «secuestro».
11.30 horas. Termino refugiándome en uno de los abrigos rocosos. El sol es oro fundido. El termómetro señala 53 grados Celsius. Casi no puedo respirar. Ya no importan las moscas…
Individuos con cabeza de ciervo y felinos con dedos en cada mano.
Hombres con cola y seres con apariencia de centauros (imagen inferior). ¿Sólo mitología?
EXCLUSIVA:
Una imagen insólita: un unicornio en la Edad de Piedra. Al parecer, no se trataba de una leyenda.
¿Insectos gigantes? ¿Estamos ante un experimento genético?
Seres monstruosos como éste han sido vistos en el siglo XX. La presente pintura tiene más de cinco mil años.
Un ser de pequeña estatura y gran cráneo aparece en el interior de un objeto que asciende o desciende.
Abrigo de Tan-Zoumaitak. ¿De qué animal se trata?
Sefar: Un ser narigudo y deforme. ¿Qué fue lo que vieron los hombres del Neolítico?
De pronto alzo la vista. Repaso la pared por pura inercia. El calor desaparece. ¡Allí está lo que busco! Y comprendo la emoción de Brenans…
Iván, Javier y Ahmed me miran con incredulidad. Encontrar el «secuestro» era buscar una aguja en un pajar. Peor…
Iván toma coordenadas:
1790 metros
24 grados, 28 minutos, 8 segundos (N)
9 grados, 43 minutos, 14,7 segundos (E)
Y escribo, ¡Increíble! Regalo del JEFE… Para mí se trata de una de las pinturas más singulares del Tassili N’Ajjer. ¿Antigüedad? Más o menos como la de los «cabezas redondas»: entre ocho mil y diez mil años. Se halla muy deteriorada. Otra más, gracias a Lhote y a sus calcos…
La imagen, en mi opinión, ratifica lo dicho: «experimentos genéticos con hombres y animales.»
¡Increíble! Regalo del JEFE…
A la derecha, un individuo de gran altura.
Lo que se observa en la pared es elocuente: un ser con escafandra, ligado por un tubo a un objeto ovoide que descansa en el suelo, a espaldas del «CR», arrastra hacia sí, o hacia la nave, a un total de cuatro mujeres desnudas, una de ellas con un niño. Son cuatro mujeres de claro perfil negroide.
El objeto se presenta perfectamente dibujado con una doble línea y con unas no menos elocuentes «luces» o «llamaradas» en su interior.
El ser carga «algo» a la espalda; «algo» que recuerda las mochilas de nuestros astronautas. La imagen, creo, no precisa de mayores comentarios. Basta contemplarla (y tener la mente ligeramente abierta) para intuir que aquí, en la meseta, sucedió algo muy extraño. ¿Se mezclaron los «gigantes» con las hijas de los hombres? ¿Mejoraron así la raza humana?
EXCLUSIVA:
«El secuestro». Un objeto ovoide (a la izquierda) descansa en el suelo. Junto a él, un ser con escafandra y cuatro mujeres.
Detalle del «secuestro». La imagen inferior, perfilada para su mejor comprensión. Del objeto salen extrañas luces o llamaradas.
Reconstrucción del «secuestro» en el cuaderno de campo de J.J. Benítez. Sobran las palabras…
Las mujeres que aparecen en el «secuestro» son de claro perfil negroide.
El «gran dios marciano», según calco del Museo del Hombre, en París.
12 horas. Almuerzo. Estoy tan emocionado que prefiero seguir junto al «secuestro», Iván me obliga a comer un par de naranjas.
16 horas. Seguimos explorando Jabbaren. ¡Ojo con los escorpiones! El cocinero ha aplastado uno cerca de los víveres.
Quedo extasiado ante los «CR». Pero debo avanzar.
18 horas. El guía nos sitúa frente al célebre «dios marciano», bautizado así por Lhote. Gran decepción porque la pintura -de seis metros de altura- se encuentra casi irreconocible. Los calcos la han pulverizado. No es ni la sombra de lo que se presenta en las ilustraciones de los años cincuenta. Siento rabia. Sólo se aprecia el perfil de la «escafandra» y parte de los formidables hombros.
¡Un desastre!
Aun así, permanezco largo rato bajo el abrigo rocoso y bajo los «restos» de otra de las pinturas emblemáticas del Tassili N’Ajjer. Jabbaren, probablemente, tomó el nombre -«los gigantes»- de pinturas como ésta.
Examino las copias y comparo. Se trata, efectivamente, de todo un «astronauta». Casco, arrugas, unión del traje con la escafandra (perfectamente remarcado con cinco líneas), dibujos en la parte superior del casco y ojos (?) (uno en el centro y el segundo en un lateral y sensiblemente más bajo) son «detalles» inconfundibles, para el que los quiere ver…
En suma, la representación de un ser «no humano» que precisaba de escafandra y de un traje hinchado para desenvolverse en nuestra atmósfera. Alguien que descendió en la meseta hace nueve o diez mil años y que, sin duda, impresionó y aterrorizó a los hombres prehistóricos.
No pienso negarlo, ni andarme con rodeos: en el Tassili N’Ajjer descendieron seres del espacio. ¡Astronautas en la Edad de Piedra!
Esto es lo que queda del «gran dios marciano».
Wadi Mathendus, los grabados en roca, abundantísimos en todo el Sahara, se remontan a doce mil años e, incluso, a quince mil. Puede que más.
Análisis
Los «cabezas redondas», los más antiguos
4
Interrumpo de nuevo el cuaderno de campo.
Hace mucho tiempo que no creo en la casualidad. Los que me conocen un poco lo saben bien. Todo «aquello» -todo cuanto estaba viviendo en el Tassili- no era consecuencia del azar. Hagamos una breve recapitulación:
Primero fue el anillo. Buscaba uno de oro y fui a descubrir otro de plata. Un anillo con «palos y ceros».
Después, el caso de Los Villares, con los mismos símbolos en la cúpula de la nave y en la piedra esférica lanzada por los tripulantes a los pies de Dionisio Ávila, el testigo. Unos «palos y ceros» que señalaban, justamente, las coordenadas geográficas del Sahara argelino y las estelares de Orión.
¿Orión? El lugar del que, supuestamente, procede «Ricky», la «infiltrada»…
Y allí, en el Tassili, en el lugar marcado por el anillo, decenas de pinturas de «cabezas redondas» (astronautas). Seres descendidos en la meseta en la Edad de Piedra…
Y allí, en el Tassili N’Ajjer y en otros muchos lugares del horno sahariano, junto a las pinturas y grabados rupestres, miles
de signos idénticos a los del anillo, a los de la cúpula del ovni y a los del «lucerillo»…
¡Demasiadas coincidencias! ¡Demasiadas casualidades! Todo, en efecto, parecía encadenado. Mágicamente encadenado…
Y me pregunté una vez más: ¿cómo llegar al final de aquel laberinto? ¿Cuál era el mensaje? ¿O no había tal mensaje?
El instinto me gritaba desde lo más hondo: «alguien» trata de decirte «algo». Deja que discurran los acontecimientos. No fuerces las cosas…
Y así lo hice. Y durante meses proseguí las investigaciones, viajando por los desiertos de Argelia y Libia. Fueron semanas agotadoras y, aparentemente, estériles. Poco a poco, sin embargo, el rompecabezas tomó forma.
Durante semanas recorrí los ardientes desiertos de Libia y Argelia. Todo encajaba…
Anillo de plata encontrado en el mar Rojo.
El carbono 14 arroja una antigüedad de nueve mil años para los «cabezas redondas».
Nueve mil años Una de mis primeras preocupaciones en aquellos confusos días se centró en el establecimiento de la edad exacta de las célebres y enigmáticas pinturas de los «CR» de Jabbaren. Me había documentado exhaustivamente, pero quise cerciorarme. Y alterné las exploraciones por el Sahara con visitas a las universidades y a los especialistas que trabajan desde hace años en el delicado proceso de datación. Pues bien, básicamente, con ligeras diferencias en la cronología, todos se mostraron de acuerdo: el período de los «cabezas redondas» es el más antiguo. Estas pinturas aparecen siempre con una pigmentación más pálida, es decir, con los colores más desgastados que las pinturas de otras épocas. Se trata de un proceso provacado por el paso del tiempo. Sólo así, sumando milenios, se explica la atenuación del color ocre. Los «CR», además, merced al espesor de las pinturas, han sido analizados en los laboratorios con una notable comodidad. La técnica más avanzada -denominada «AMS C14»- ha permitido distinguir algunos de los componentes básicos de las pinturas utilizadas: hematita, goetita, silicatos de aluminio, óxidos de hierro, yeso, anhidrita, negro de origen animal y caseína de la leche, entre otros. Estos materiales eran reducidos a polvo y, probablemente, diluidos en agua, utilizando, quizá, leche, sangre o clara de huevo como material aglutinante (?). Después, fabricaron pinceles con pelo de animales o con fibras vegetales, plumas, palos cortos o machacados, pintando, incluso, con el auxilio de los dedos. Y en este capítulo, como ya he mencionado, surge la gran duda: ¿estaban capacitados los hombres del Neolítico para la identificación y selección de unos ingredientes tan puntuales? Pero ésa, en efecto, es otra historia…
Finalmente, los estudios con carbono catorce (C14) fueron determinantes: las pinturas de los «CR» se remontan a nueve mil años. Para ser exactos, entre el 6740 y el 9100 (desde el presente). Naturalmente, estos análisis han sido realizados sobre un pequeño grupo de pinturas. Cabe la posibilidad, por tanto, de que estas cifras varíen sustancialmente cuando la técnica del C14 se utilice en la totalidad de las estaciones pictóricas de los «tassilis» y de las regiones contiguas, en el desierto de Libia. Como apuntan algunos expertos, las sorpresas, en esos momentos, pueden ser importantes. Y añaden: «No debemos extrañarnos si los análisis arrojan una datación mucho más antigua.»
Los científicos se preguntan: ¿cómo explicar la presencia de la caseína de la leche entre los componentes básicos de las pinturas del Tassili N´Ajjer?
Los llamados «CR» o «cabezas redondas» corresponden al período más antiguo.
Una gran duda: ¿quién pintó los «CR» del Tassili N´Ajjer? ¿Fue el hombre de la Edad de Piedra?
Desierto de Libia. Grabados de más de doce mil años. La pátina oscura de los surcos es inconfundible.
Doce mil años En cuanto a los grabado en las rocas -abudantísimos en todo el Sahara-, las dataciones han sido igualmente concluyentes: los hay que se remontan a doce mil años e, incluso, a quince mil. Puede que más. Existe un método sencillo para distinguir un grabado reciente de otro antiguo: basta con observar el color del surco. Si la grabación presenta la misma tonalidad oscura del resto de la roca, ese trabajo es antiguo. La explicación simple: cuando el artista ataca la pared, se produce la eliminación de la pátina natural que cubre la totalidad del soporte rocoso. Y aparece una incisión de color claro (la tonalidad natural de la roca). Después, con el paso del tiempo, ese surco es invadido por la oxidación natural y la referida pátina lo cubre, oscureciéndolo. Siguiendo la misma técnica del espectrómetro de aceleración de masas (AMS), los científicos perforan esa pátina, capturando la materia orgánica que quedó «encarcelada» al realizar el grabado. Y el C14 señala la antigüedad del mismo. Es así como se han obtenido muchas de las fechas.
Wadi de los Mathendus, en Libia. Miles de grabados en quince kilómetros.
Cronología, según Mori
El profesor italiano Fabrizio Mori, uno de los grandes expertos en pinturas y grabados rupestres del Sahara, estableció la siguiente cronología (inició los estudios en 1955):
• Animales de la sabana (fundamentalmente grabados): doce mil años antes de Cristo.
• Pinturas estilizadas («cabezas redondas»): ocho mil años antes de Cristo.
• Pinturas policromadas de bóvidos y figuras humanas de tipo mediterráneo: cuatro mil años antes de Cristo.
• Representaciones de caballos y carros: mil quinientos años antes de Cristo (garamantes mencionados por Heródoto).
• Pinturas monocromas (introducción del camello en el norte de África): comienzo de la era cristiana.
Individuo con el brazo en alto, saludando (Museo de El Bardo, en Argel).
Extraños seres en lo más alto de las rocas de los Mathendus, en Libia.
La escritura más antigua del mundo
El «lucerillo»: bereber antiguo
5
Aquello fue decisivo. Nadie, medianamente informado, puede dudar: las pinturas de los «CR» en el Tassili N’Ajjer se remontan a nueve mil años. Los grabados, por su parte, alcanzan los quince mil. Seguramente, mucho más…
Y junto a pinturas y grabados, como decía, miles de signos idénticos a los del exterior del anillo de plata, a los que lucía el ovni de Los Villares y el «lucerillo». Unos signos que los especialistas identifican con la escritura bereber. No hacía falta ser muy despierto para deducir que dicha escritura fue obra también de los artistas (?) del Neolítico. La oscuridad de los surcos en los grabados es determinante. Los científicos, sin embargo, lo niegan, y estiman que los símbolos que acompañan a pinturas y grabados son más recientes.
De nuevo el «Iucerillo» Aquél, por supuesto, fue otro de los objetivos en mi larga estancia en el Sahara: tratar de descifrar los grabados que adornan el «lucerillo». El pueblo tuareg, como dije, es el único que conserva parte de aquella asombrosa y remota lengua. Y aunque el llamado «tifinag» es un pálido reflejo de lo que debió de ser en su día el bereber antiguo, lo intenté una y otra vez, mostrando la piedra esférica a decenas de tuaregs de Argelia, Libia, Mali y Egipto.
Prudentemente, me abstuve de relatarles la historia de la nave y de los seres que, al parecer, podrían haberla grabado.Examinaron también el dibujo-desarrollo de dichos símbolos y todos coincidieron: aquello era «tifinag» antiguo. Es decir, lo que los lingüistas denominan líbico-bereber y que yo prefiero llamar bereber antiguo. Pero la decepción llegó con las primeras consultas. Los tuaregs identificaron de inmediato los signos grabados en el «lucerillo». Sin embargo, no fueron capaces de traducir la totalidad del «mensaje» o del supuesto «mensaje». La explicación era muy simple: algunos de los signos escapaban a su comprensión porque, sencillamente, pertenecían a un bereber perdido y olvidado. En realidad, como me adelantaron los expertos, aunque el «tifinag» hunde sus raíces en el bereber antiguo, el paso del tiempo lo ha distorsionado de tal forma que los grabados del «lucerillo» resultaron para los tuaregs tan misteriosos como los «cabezas redondas». Y era lógico: lo grabado en la pequeña piedra esférica es similar al bereber trabajado en las rocas hacía nueve o diez mil años…
Aquella sucesión de fracasos, lejos de rendirme, multiplicó mi entusiasmo. Y proseguí las indagaciones, profundizando en el nuevo misterio. Y el Destino -siempre atento- me conduciría a otra fascinante y, para mí, desconocida realidad.
Solo los tuaregs conservan parte del bereber antiguo.
Nadie supo «traducir» los símbolos del «lucerillo».
El guía tuareg Ahmed Zinne, que acompañó a J.J. Benítez por la meseta del Tassili N´Ajjer.
La cuestión era: ¿de dónde procedía aquella escritura?, ¿quién la diseñó? ¿Arrancaba en el primer milenio antes de Cristo, como afirman arqueólogos y lingüista o se trata de unos signos de la Edad de Piedra? Y lo más importante: ¿por qué se perdió? ¿Qué sucedió con la lengua madre?
Lo primero que descubrí es que el bereber antiguo, aparentemente simple, encierra una enorme fuerza conceptual.
«Palo-cero-palo»: los símbolos del ovni de Los Villares y del anillo de plata aparecen también en las rocas del Sahara.
Las letras geométricas, de orientación variable en el sentido de la lectura, con ausencia casi total de separación de las palabras y, como en el caso de los alfabetos semíticos, sin vocales, contenían una capacidad de expresión tan intensa como original. El bereber, además, puede leerse en cualquier sentido: de izquierda a derecha, de derecha a izquierda, de abajo arriba y viceversa o en espiral.
Y las dudas siguieron atormentándorne. ¿quién había ideado una escritura tan perfecta? ¿Los hombres prehistóricos del Tasili N’Ajjer o del resto del Sahara? Y un inevitable pensamiento me ha acompañado desde entonces: ¿fueron los «CR»? ¿Por qué la nave de Los Villares, en el sur de España, lucía símbolos «bereberes» en la cúpula? ¿Símbolos «bereberes» en una civilización del espacio? ¿Por qué la piedra lanzada a los pies del testigo presenta también signos idénticos a los que adornan los abrigos rocosos del Sahara? ¿Una civilización «no humana» -los «cabezas redondas»- utilizando la lengua bereber? ¿No será al revés? ¿No será que fueron ellos» quienes la enseñaron a las primitivas tribus saharianas?
Escritura bereber en las rocas del desierto argelino.
Escritura «tifinag», relativamente reciente. Cada etnia tuareg tiene su propia lectura.
No quise precipitarme y continué con las investigaciones. Al conversar con arqueólagos, historiadores y expertos en escritura bereber, y analizar sus estudios, comprendí que estaba cometiendo un error. No todos los especialistas están de acuerdo a la hora de establecer la procedencia y la fecha de aparición del bereber antiguo o líbico-bereber. Unos lo hacen llegar del este, y sitúan el nacimiento hacia el primer milenio antes de Cristo. Otros, en cambio, como Blanchet, Gselly y Onrubia, sitúan el origen del protobereber en el propio Sahara y entre el octavo y sexto milenio antes de nuestra era. Esta última teoría concede a la escritura bereber una extraordinaria antigüedad: entre ocho mil y diez mil años. Es decir, muy anterior a los textos escritos en Mesopotamia y en el valle del Nilo. En estos momentos, para hacernos una idea, las tablillas de arcilla con caracteres cuneiformes descubiertas por el profesor Giovanni Pettinato, de la Universidad de Roma, en las ruinas del Palacio Real de Ebla, en Mesopotamia, son consideradas por la arqueología como una de las escrituras más ancianas del mundo, con una antiguedad aproximada de cinco mil años(!).
¿Qué significa esto? Sencillamente: si la escritura bereber tiene diez mil años, y si nació en el corazón del Sahara, los científicos tendrán que cambiar la flecha de la historia. La escritura más antigua del mundo no se encontraría en el Oriente, sino en África…
Sin evolución previa Y otro detalle que me desconcertó: por más que indagué, nadie supo darme razón alguna sobre los antecedentes lingüísticos del bereber. Como es lógico, la mayor parte de las lenguas escritas experimenta siempre un proceso natural de evolución. De unos primeros y casi infantiles símbolos se va pasando a signos más concretos y simplificados, que, finalmente, derivan en las letras que hoy conocemos. En este sentido, existen numerosos modelos, histórica y antropológicamente contrastados. No ocurre así con el bereber antiguo.
Aunque algunos tratan de hacerlo derivar de la escritura púnica (fenicia), la verdad es que el problema está muy lejos de ser esclarecido. La realidad es que esa obligada y necesaria evolución natural del bereber no aparece por ninguna parte. Científicos como Carnps, Chabot, Springer, Onrubia, Aghali, Basset, Galand y otros han sacado a la luz más de mil doscientas inscripciones, todas ellas procedentes del Sahara. En ninguna, se observa el menor vestigio de esa evolución. Entonces, ¿surgió de repente? ¿De quién fue la idea? ¿Cómo es posible crear una escritura tan simple y certera (que contiene, además, las claves del sistema binario de los ordenadores) en plena Edad de Piedra y sin un proceso de maduración previa? E insisto: ¿por qué se perdió? ¿Por qué sólo quedan pálidos reflejos de aquella asombrosa lengua madre? Los tuaregs y los bereberes de la Cabila argelina, entre otros, llegan, como mucho, a leer algunos de los signos que integran dicho bereber. Pero no saben traducir la totalidad de las inscripciones. Es como deletrear una frase en alemán. Conocemos el significado de cada letra pero, si no sabemos alemán, difícilmente acertaremos con la traducción.
Conforme fui adentrándome en el desierto, y conociendo en profundidad la características de la antigua escritura bereber, más seguro estuve de la extraordinaria antigüedad de aquellos misterioso signos. Como ya he mencionado, existen técnicas que permiten datar con razonable exactitud la fecha de ejecución de grabados y pinturas. El estudio de la pátina es uno de los caminos. Y a este sistema de datación indirecta se han ido sumando otras técnicas, cada vez más cornplejas y seguras: datación por tasa de cationes, racemización de aminoácidos, luminiscencia estimulada ópticamente, liquenometría, análisis por microerosión y, sobre todo, la ya citada técnica «AMS» o de espectrómetro de aceleración de masas. Bastan unos miligramos de sustancia orgánica atrapada bajo la pátina -pequeños microorganismos, restos de vegetales, polen, etc.- para datar con bastante aproximación la fecha en la que el artista removió la superficie de la roca, creando el grabado en cuestión. Lamentablemente, esas avanzadas técnicas científicas de datación no se han centrado en el estudio de la escritura bereber grabada en las piedras. Los arqueólogos, por el momento, se han inclinado primero por el análisis de los grabados propiamente dichos. Es decir, de los hombres y animales allí representados. Y digo lamentablemente porque, según pude verificar, muchos de los signos bereberes asociados a estos grabados presentan una pátina tan oscura como el resto de la obra. Es decir: grabados y escritura bereber fueron trabajados por los mismos artistas y en idéntica época. Algo similar a lo que sucede con las pinturas de los «CR» y los signos bereberes que las acompañan.
La sustancia orgánica atrapada bajo la pátina de los surcos proporciona una razonable datación.
Para el que lo quiera ver está muy claro: los autores de aquellos grabados de diez mil y quince mil años de antigüedad sabían ya de la remota escritura bereber…
Y la gran pregunta cobró nuevas fuerzas: ¿qué sucedió?, ¿por qué se perdió el significado de esta espléndida escritura?
La respuesta estaba allí mismo, entre las ardientes arenas, los cauces secos de los ríos y las atormentadas moles de piedra del Sahara.
¿Por qué desapareció el bereber? La respuesta estaba en las arenas del desierto.
Tenía que seguir investigando. El Destino, muy probablemente, me reservaba nuevas sorpresas. Y así fue…
Punto final
Susto en el infierno
Sefar, en el Tassili N’Ajjer. Mohamed, nuestro querido cocinero, ha sufrido un accidente. Nadie sabe cómo pero ha caído desde lo alto de uno de los acantilados que rodean el campamento. Susto generalizado. Son casi doce metros de altura. La evacuación, en este rincón del mundo, se convierte en una odisea. El helicóptero destacado en Djanet, a quince minutos de vuelo, se demora seis horas. Nadie entiende nada. Mohamed, sin embargo, resiste. Sobrevivirá. Ha sido nuestro único problema grave en este infierno de piedra.
Cuadernos de campo
Publicados por primera vez
A lo largo treinta años de investigación por todo el mundo, J. J. Benítez ha reunido un centenar de cuadernos de campo. Unos textos íntimos -él prefiere llamarlos «cuadernos casi secretos»-, en los que refleja el día a día de viajes, investigaciones, éxitos y fracasos.
Jamás se habían publicado. Con «Planeta encantado» salen al fin a la luz. Una vez más, las imágenes hablan por sí solas…