La imagen destacada hace referencia a: El dueño del hotel cayó desde la terraza (Foto: Blanca).
En uno de los últimos viajes a Miami nos alojamos en el River Park.
Es un hotel de no más de tres estrellas y bastante antiguo, pero está muy bien ubicado en el Down Town cerca del Bayshide, cerca de restaurantes, comercios y del aeropuerto.
La habitación era amplia pero no muy cuidada. Necesitaba una buena mano de pintura y un cambio de muebles. El desayuno era más bien escaso y en la piscina era imposible darte un baño. Pero ya no había remedio: nos quedaban cinco noches por delante.
Procuramos pasar el menor tiempo posible en el hotel.
La segunda noche, ya de madrugada, el teléfono empezó a sonar.
El teléfono de la habitación 1212 (Foto: Blanca)
Blanca y la habitación 1212 (Foto: J.J. Benítez)
Como estaba en el escritorio me levanté, descolgué, pero nadie contestó. Pensé que era una confusión y regresé a la cama.
Aún no me había quedado dormida, cuando comenzó a sonar de nuevo. Repetí la operación y nada; sin respuesta. Ya no se trataba una confusión; era una broma de mal gusto.
La siguiente noche volvió a suceder. Entre el cambio horario y las llamadas llevábamos dos noches sin dormir. De madrugada, otra vez la llamada. Otra noche desvelados.
Por la mañana decidimos ir a la recepción para pedir una explicación. El recepcionista nos escuchó con cara de asombro.
Le preguntamos si las llamadas eran del exterior o si podían ser desde dentro del hotel.
Desde el exterior era imposible: no había registrada ninguna llamada y desde alguna habitación le parecía muy improbable.
En ese momento apareció su jefe y se interesó por lo sucedido.
Le contamos lo ocurrido y no pareció muy sorprendido. Entonces nos recomendó que desconectáramos el teléfono por las noches.
Nos quedamos intrigados y decidimos investigar.
Piso 16. Allí vivía el dueño del hotel (Foto: Blanca)
Blanca, a las puertas del «River Park».
La mayoría de los trabajadores del hotel eran hispanos, con lo que el idioma no era ningún problema.
Cuál fue nuestra sorpresa cuando supimos que solían tener muchas quejas a consecuencia de las misteriosas llamadas a altas horas de la madrugada.
También las alarmas y las luces de los pasillos hacían de las suyas. Las alarmas sonaban sin ningún motivo y las luces se apagaban sin más.
Y empezamos a atar cabos: en el Hotel River Park vivía un fantasma.
Juanjo, a la entrada del hotel (Foto: Blanca)
Parece ser que el dueño del hotel tenía su vivienda en el último piso, el 16. Nos contaron que, por lo visto, tenía la costumbre de sentarse en la terraza con las piernas colgando en el vacío. No se supo nunca si saltó o lo empujaron, pero el hombre murió.
Un misterio, pero el hecho es que los empleados creían que el espíritu del señor, por las noches, se hacía notar. Ya estaban acostumbrados.
Por si acaso desconectamos el teléfono, aunque al fantasma, creo, le daba igual. Si hubiera querido llamar lo habría hecho…
No volvió a llamar. Ya se había hecho notar.
El «River Park»: un hotel con fantasma (Foto: Blanca)