La imagen destacada hace referencia a: Blanca, en el barrio árabe, poco antes de su «aventura» con los palestinos. (Foto: J.J.Benítez).
Hay días que no te levantas con buen pie, y, seguro que ese fue un día de esos.
Hacía un par de días que habíamos llegado a Jerusalén.
Por las noches planeábamos las visitas del día siguiente.
Así que esa mañana nos tocaba ir a la mezquita de Omar.
Después de visitar la zona árabe de la cuidad, nos acercamos hasta las puertas de la explanada.
No era la primera vez que la visitaba, y precisamente por eso preparé la ropa más adecuada.
Sabía que las mujeres no pueden ir con los brazos y la cabeza descubiertos y por supuesto nada de faldas cortas o pantalones.
Así que decidí ponerme un vestido largo, hasta los tobillos, y con un ligero chal me cubriría los brazos y cabeza.
Me gusta respetar todas las costumbres, pero como digo, ese no era mi día.
Todas las puertas de acceso a la famosa explanada están controladas por guardias palestinos, que deciden si vas apropiadamente vestida; si no ellos te prestan lo necesario.
Ya, al principio, lo del chal no les pareció bien, era demasiado trasparente, para su gusto. Por supuesto que accedí, sin problemas, a ponerme la chaqueta con capucha que tienen allí preparadas, lo entendí.
El momento clave. El guardia obliga a Blanca a ponerse el «uniforme», antes de entrar en la Mezquita. No podía entrar con esa abertura en el vestido. Sin comentarios. (Foto: J.J.Benítez)
Pero cuando ya estaba dentro del recinto, empecé a oír gritos. Nunca pensé que se estaban dirigiendo a mi, por lo que seguí caminando.
Cual no sería mi sorpresa cuando se me acercan corriendo dos guardias armados y me obligan a regresar a la entrada.
Yo no entendía nada. Les preguntaba qué pasaba y como a cada pregunta gritaban más, yo también gritaba más. Aquello era un verdadero lío.
Uno de ellos me amenazó con su arma y señaló a mi vestido sin dejar de gritar.
Eso me superó. El famoso vestido tenía una abertura por delante, que no dejaba ver nada por encima de la rodilla; no sé ni como pudieron darse cuenta.
Total, que había que tapar el desliz de la pierna.
Blanca, con el «uniforme» hasta los pies. (Foto:J.J.Benítez)
Estaba tan enfadada que les dije de todo, en ingles, español, hasta en francés y porque no sabía más idiomas.
Si no es por Juanjo, que me calmó, me echan a patadas.
Tampoco era cuestión de amargarnos el día, así que decidí ponerme el hábito para poder entrar.
Pero antes decidí vengarme. Con mucho valor (no se de donde lo saqué ) me levanté el vestido y mirando a la cara del que me apuntaba le dije: «me voy a poner el uniforme pero te voy a enseñar las piernas“. ¿Ahora puedo entrar?
Y muy digna y con la cabeza alta comencé la visita…
La sagrada mezquita de Omar, en la que se supone que se detuvo Mahoma en su vuelo… (Foto: Blanca)