Conozco a muchos “kui”. Simeón es uno de ellos. Simeón Rodríguez Perdomo quiso volar como los pájaros. Era pastor. Vivía en Tuineje (Fuerteventura), Canarias (España). Me lo contó en 1977, cuando lo conocí. Hoy, supongo, habrá “volado” definitivamente…
La cuestión es que Simeón pasó muchas horas en contacto con la naturaleza. Allí aprendió casi todo lo que sabía. Y hubo algo que lo obsesionó: ¿por qué volaban los pájaros?, ¿quizá porque tienen plumas?
Meditó lo suyo, y tomó una decisión. Él también quería experimentar el placer de volar. Dicho y hecho. Afanó cuantas plumas de buitre le fue posible y las pegó y enganchó al cuerpo. Y así, como un moderno Ícaro, se dirigió a lo alto de un acantilado. Revisó por última vez las plumas, extendió los brazos en cruz y, al grito de ¡vuela “guirre”!, se lanzó al vacío.
Simeón, naturalmente, se estrelló con el fondo del barranco, doce metros más abajo.
Pero logró sobrevivir.
Nadie comprendió. Todos lo dieron por loco. Yo no. Para mí, Simeón, como Ícaro, el rey inglés Bladud o Abu Kassim (todos trataron de emular a las aves), fue un soñador, un “kui”.
Simeón Rodríguez.