Andaba yo buscando a Valentina Flores (ver “El hombre que susurraba a los ummitas”) cuando fui a parar a uno de los mayores desiertos de sal del planeta: Uyuni, en Bolivia. Allí conocí a la familia Chambiz, de Colchani, dedicada a la extracción de sal. No saben hacer otra cosa. Por cada bloque de sal reciben 25 céntimos de boliviano (no llega a cinco céntimos de euro). No conocen otro mundo. No necesitan más. Nunca protestan. Son felices, a su manera.
(Fotos: Iván Benítez.)