En la imagen destacada: (Foto: Blanca.)
Cuando era niño me quedaba mirando a los perros y me preguntaba: ¿por qué no hablan?
Un día, el buen Dios me regaló a “Thor”, un pastor alemán. Entonces comprendí por qué los perros no deben hablar: ellos ven y oyen mucho más que nosotros. Si Dios les hubiera permitido hablar nos volverían locos. Ejemplo: Thor veía pasar a los ángeles y les ladraba sin cesar. Lo digo, no porque yo los viera, que no los veo, sino porque, en varias oportunidades, los vecinos me lo comentaron, alarmados. Dentro y fuera de la casa habían visto seres muy altos, que traspasaban las paredes, con largas cabelleras blancas, y que llenaban la casa de paz. Thor me avisaba con sus ladridos, pero yo no caía en la cuenta.
Thor fue un perro kui, el único que he tenido que era capaz de ver a los ángeles.