Los objetos observados por los pilotos de la Fuerza Aérea Mexicana sobre Campeche eran “descalificados” a los pocos días. Por enésima vez, unos supuestos científicos intentaban anular el fenómeno ovni.
Recuerdo que, nada más ver la breve filmación en uno de los telediarios, hice el siguiente comentario: «Los intoxicadores de turno no tardarán en aparecer en los medios de comunicación y en Internet, explicando la formación ovni sobre México con la primera estupidez que se les ocurra». No me equivoqué. Los dieciséis objetos observados por los pilotos de la Fuerza Aérea Mexicana sobre Campeche serian descalificados a los pocos días. Se trataba -dijeron- de centellas y de un fenómeno conocido como «rayo globular». Y la opinión pública, que no tiene por qué saber qué demonios es «un rayo globular o en bola», respiró tranquila. Era la enésima vez que unos supuestos científicos intentaban anular el fenómeno ovni. Y digo supuestos científicos porque, al examinar con un mínimo de rigor lo que sucedió en los cielos de Campeche el pasado 5 de marzo, la citada calidad de científicos queda en entredicho. Examinemos, en primer lugar, lo observado y filmado por el 501 Escuadrón: entre once y dieciséis objetos se aproximaron al avión desde direcciones distintas. Los objetos volaban en formación. Rodearon el aparato, realizaron bruscos giros, y finalmente, se alejaron. La formación ovni fue captada en el radar y registrada por una de las cámaras infrarrojas. Las velocidades oscilaban entre 180 y 540 kilómetros por hora.
Los pilotos mexicanos explicaron cómo objetos que volaban en formación rodearon al avión.
Algo muy distinto de una tormenta de rayos.
Teoría insostenible. Bien. Analicemos ahora lo que la ciencia entiende por centella y por «rayo en bola». El primer fenómeno natural es definido como un rayo o chispa eléctrica de poca intensidad. El segundo, también natural pero infinitamente más extraño, es conocido igualmente como globo de fuego o chispa esférica -generalmente con un diámetro de diez a veinte centímetros- que aparece después de un relámpago. Se desplaza en el aire, o sobre el suelo, con lentitud y evitando los obstáculos, ya que el signo «de su carga eléctrica es similar a la de la tierra. En consecuencia, rayo globular y objetos se repelen mutuamente. Puede deformarse al pasar por lugares estrechos. Cuando finalmente, choca con cualquier obstáculo se produce una violenta explosión y el rayo en bola se desintegra. En otras palabras -aunque suene a perogrullada-, un rayo globular o melonero no es otra cosa que un rayo. En consecuencia, al tratarse de un fenómeno de naturaleza eléctrica, tanto el nacimiento como su corta vida y, sobre todo, los efectos deben ajustarse a las leyes y condiciones que rigen la meteorología eléctrica. Si esto es así, ¿cómo explicar el anormal comportamiento de los once o dieciséis (!) rayos en «bola» que, según los intoxicadores profesionales, se aproximaron al avión militar? Si unos y otros ostentaban cargas eléctricas de distinto signo, ¿por qué no terminaron por chocar? Al contrario. Después de aproximarse al aparato y de efectuar bruscos giros, se alejaron como si tal cosa… Desde el punto de vista de una ciencia seria y rigurosa, la teoría del rayo globular es insostenible. En cuanto a once o dieciséis rayos o centellas volando en formación en un cielo en el que no había tormenta, qué podemos pensar. Alguien efectivamente, pretende hacemos comulgar con ruedas de molino…
Y usted se preguntará: ¿intoxicadores profesionales?, ¿cómo es posible en nuestros días? En mi larga carrera como investigador he tenido la desgracia de verificar cómo determinados sujetos, bajo la bandera de la ciencia, se dedican sistemáticamente a ridiculizar e intentar explicar lo inexplicable. Trabajan y colaboran con los servicios de Inteligencia, participando en programas de radio y televisión siempre, insisto, bajo el título de supuestos científicos. Cobran en dinero negro o en favores. No son difíciles de detectar. A medio y largo plazo son recompensados con puestos oficiales, la mayoría en estrecha vinculación con la ciencia…
Como decía el Maestro, quien tenga oídos, que oiga.
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wwv.tiempodehoy.com 31/05/2004. TIEMPO DE HOY.