En la imagen destacada: El «arca», al descender a tierra, quemó hombres, animales y plantas. Así nacen los albinos.
La etnia africana de los dogon guarda un singular misterio relacionado con la estrella compañera de Sirio. Unos conocimientos imposibles para su tiempo.
A pesar de haber leído y meditado sobre los trabajos de los antropólogas franceses Marcel Griaule y Germaine Dieterlen, al escuchar personalmente a los iniciados dogon quedé sorprendido. Esta etnia del este de Mali, en el corazón de África, sabe de algo que resulta imposible, desde el punto de vista de la ciencia y de la lógica. Como contó Griaule hace setenta años, los dogon tienen conocimiento de la existencia en los cielos de una estrella a la que llaman «Po tolo» y que, a juzgar por sus características, podría ser Sirio «B». El hecho no tendría mayor importancia, de no ser por un pequeño-gran detalle: los dogon saben de la presencia de esta estrella desde hace 900 ó 1.000 años; es decir, cuando nadie podía sospechar siquiera de la existencia de la citada compañera de Sirio. Griaule, al regresar a París, comprobó que sólo desde mediados del siglo XIX se empezó a intuir la realidad de esa estrella, invisible hasta 1970. En 1844, el astrónomo alemán Bessel adelantó la idea de que Sirio era un sistema binario, con dos soles. Años después, en 1862, Alvan Clark consiguió «ver» , al fin, a la compañera de Sirio. Pero seria en 1970, como digo, cuando Irving Lindenblad, del Observatorio Naval Norteamericano, en Washington, lograría fotografiar a «Sirio B». y me hice la misma pregunta que Griaule: si los dogon son prácticamente analfabetos, si viven casi en la Edad del Bronce y, por supuesto, carecen de instrumentos ópticos, ¿cómo supieron de «Sirio B»? La respuesta aparece en la tradición de dicha etnia maliense: «Unos seres a los que llaman nommos o señores del agua descendieron en sus tierras y les enseñaron el arte de la agricultura, de la metalurgia y de la palabra». Según los dogon eran criaturas procedentes de Sirio.
Un anciano dogon en la aldea de Ireli.
Y los «nommos» les hablaron también de la compañera de esta estrella -Sirio B o Po tolo-, de sus órbitas, densidades y distancias. Pangalé Dolo, uno de los iniciados que me informó, nieto de Ogotemmeli, el dogon que, a su vez, informó a Griaule, explicó que los «nommos» o dioses tenían una singular forma mitad hombres, mitad peces. Y la tradición, transmitida secretamente, cuenta que aquellos dioses descendieron en unas «arcas» luminosas. Unos objetos brillantes que partieron de la «estrella de la décima luna», otra «arca» más grande y que se situó durante mucho tiempo sobre la vertical del lago Debo, al noroeste del país dogon.
Un pescador. El país de los dogon es una tierra dotada de un microclima especial.
Desde entonces, los dogon celebran aquel primer» encuentro» con los seres de Sirio con una fiesta -el «sigui» – que tiene lugar cada sesenta años. La última tuvo lugar en 1967.
Fotos: Iván Benítez.
TIEMPO DE HOY (2004).