Andaba yo por las selvas de Costa Rica, empeñado en hallar la verdad sobre las misteriosas esferas de piedra de la región del delta del Diquís cuando, de pronto, en un recodo de la vida, se presentó ella –Paulina Leiva–, una princesa boruca. En aquel diciembre de 2001 contaba noventa y cuatro años de edad. Y hablamos sobre la verdad. Quién lo iba a decir….
– La verdad que tú buscas –comentó Paulina– no existe.
– ¿Y cómo sabe que busco la verdad?
– Sólo se viaja por dinero o por curiosidad…Tú eres de los segundos.
– ¿Cómo lo sabe?
– Porque acaricias con la mirada. Déjalo. No busques a esa…Déjala tranquila. No es bueno despertar a la verdad.
– Pero, ¿existe o no existe?
– No existe para nosotros, todavía… Para los humanos está dormida, obligatoriamente. Después de la muerte, quizá…
– ¿Y se puede vivir sin la verdad?
– Se debe, hijo, se debe. Es más lógico. Huye de los que predican la verdad; cualquiera…
Paulina era una “kui”, desnuda de verdades.
(Fotos: Iván Benítez.)