En la imagen destacada: En la isla de Pascua no existe vestigio alguno de las visitas de incas o egipcios.
Perú, Egipto y la isla de Pascua tienen construcciones similares, pero no hay constancia de conexiones entre sus civilizaciones.
He visitado el Ombligo del mundo en cinco oportunidades. Espero regresar. La verdad es que, en cada una de esas expediciones, he descubierto una Isla de Pascua diferente y con nuevos enigmas. No sabría por dónde empezar a la hora de enumerarlos. Uno de los que más me ha intrigado y para el que, por supuesto, no existe explicación, es el de los gigantescos muros incaicos que se alzan al sur de la isla. El lugar es conocido como Vinapú. Desafiando toda lógica, permanecen los restos de un ahu o altar, muy diferentes a los que se conservan a lo largo y ancho de la isla. Diferentes, sí, por su estructura y por el peso y pulido de los bloques que lo integran, bloques de duro basalto, de hasta once y doce toneladas de peso, perfectamente escuadrados. Nadie sabe cómo los transportaron, ni tampoco de qué lugar. La perfección es asombrosa. Ni siquiera una afilada navaja puede penetrar entre sus paredes. Cuando pregunté a los nativos, todos respondieron con las mismas palabras: «Los movieron gracias al mana». Es decir, gracias a una fuerza o energía de la que disfrutaban los antiguos reyes e iniciados de la isla. Merced al mana, dichos bloques de piedra eran alzados y transportados a voluntad.
Lo más sorprendente de estas edificaciones no es ya la discutible forma de transportar la piedra sino el hecho de que guarden semejanza con otros muros ubicados a miles de kilómetros. Veamos algunos ejemplos.
Cusco, situado a 4.290 kilómetros de la Isla de Pascua. Fue el Inca Garcilaso, en sus Comentarios reales, quien proporcionó el primer aviso sobre lo insólito de estas construcciones, en pleno corazón del Perú: «Parece como si alguna clase de magia -afirma el Inca- hubiera presidido su construcción. Más parece trabajo de demonios que de seres humanos…». y llevaba razón. ¿Cómo explicar la semejanza entre las moles de Vinapú y la piedra de los Doce ángulos? ¿Cómo es posible que ambas construcciones aparezcan labradas de idéntica forma? ¿Cómo pulieron los gigantescos bloques? ¿Cómo consiguieron el milimétrico encaje, idéntico al de Pascua?
Restos del «ahu» o altar en Vinapú.
Sacsayhuamán, también en el Perú. Algunos de los bloques de esta fortaleza inca superan los cinco metros de altura y las 130 toneladas de peso. La técnica en la construcción es gemela a la que puede contemplarse en Rapa Nui.
¿Pudieron los incas llegar hasta el Ombligo del mundo? ¿Enseñaron a los pascuenses cómo diseñar y levantar estos muros? ¿ O fue al revés?
Egipto, a casi 16.000 kilómetros de Pascua. La sorpresa se ve nuevamente superada cuando uno camina por la meseta de Gizeh, en las proximidades de El Cairo. Allí, en el templo situado al pie de la Esfinge, las increíbles construcciones de Pascua y Perú vuelven a repetirse. Según la arqueología, este templo fue edificado por el faraón Kefrén, de la IV Dinastía. Es decir, hace 4.500 años. Curiosamente, tanto el diseño como la disposición y el pulido de los bloques son similares a los de Vinapú, Cusco y Sacsayhuamán. Algunas de estas masas de piedra miden y pesan exactamente lo mismo que las de la fortaleza inca o las del ahu rapanui. Otras, con nueve metros de longitud y tres de altura, superan las 240 toneladas. La perfección es tal que tampoco aquí es posible introducir una cuchilla de afeitar entre los bloques. ¿Cómo lo hicieron? Nadie lo sabe.
Cusco y Sacsayhuamán, en Perú, muros con bloques de más de 130 toneladas.
Etiopía, a 16.380 kilómetros de Pascua. ¿Y que decir de las ruinas, almacenes y tumbas del rey Ramhay, en la ciudad de Aksur? Estamos de nuevo ante unas construcciones idénticas a las observadas en Pascua, Perú y Egipto. Bloques de 500 toneladas, escuadrados con la misma técnica. Un complejo funerario que se remonta al año 2.500 antes de Cristo. ¿Cómo es posible? ¿Navegaron los antiguos egipcios o los etíopes hasta América del Sur? ¿Llegaron a Rapa Nui? Según la arqueología oficial, esto es imposible. Pero, entonces, ¿qué ocurrió? ¿Debemos pensar en una formidable casualidad, como aseguran los arqueólogos? Por más que indagué fue imposible hallar una explicación al misterio de la semejanza entre las construcciones de estas cuatro culturas. En la Isla de Pascua no existe vestigio alguno de las hipotéticas visitas de incas o egipcios, a pesar de las teorías de Thor Heyerdahl, que mantenía que unos y otros pudieron arribar a la isla del fin del mundo. Ni la Kon Tiki ni las supuestas barbas postizas y faraónicas de algunas estatuas pascuenses (moais) son pruebas serias y definitivas.
Fotos: Iván Benítez.
TIEMPO DE HOY (2004).