Vivió como un kui y ahora, estoy seguro, seguirá de la misma manera…
Se llamaba Erlanz Mainz de Güller, aunque todos la conocían por Maritxu Güller, la bruja buena de Ulía.
Nació en el Roncal (Navarra). España. Allí empezó a ver lo que nadie veía: una lucecita que corría por los pasillos y que anunciaba muerte. Allí empezó a ver más allá y más que los demás. Maritxu vivió en un mundo mágico: amasaba muñecos de barro, hablaba con las ranas y hacía prisioneras a las truchas. Maritxu Güller empezó a ver cómo algunas personas se convertían en estatuas. Era la señal. Al poco, esas personas fallecían. Empezó a captar, por el olor, los terremotos, a los cancerosos y a las mujeres preñadas. Comía hielo, daba conciertos imposibles y, sobre todo, se reía de los peces. Inventó 36.000 grimorios (fórmulas secretas para adivinar). Veía a través de los cuerpos opacos y “veía en sueños” lo que iba a suceder en el futuro. Todos la requerían. Yo también…
Su frase favorita era: “Todo está a la vista”.