En la imagen destacada: La adopción del 25 de diciembre como festividad de la Navidad se remonta al siglo IV.
La fecha del nacimiento fue cambiada por razones políticas. La iglesia oriental se negó a aceptar el cambalache.
Lo lógico es que José y María acudieran a la aldea de Belén en temporada seca, como recomendaban la ley y el sentido común.
Es muy posible que sea uno de los pocos ciudadanos que celebra la Navidad en agosto. Fue hace mucho cuando supe, y comprobé, que, en efecto, el nacimiento de Jesús de Nazaret no pudo ocurrir en diciembre, como festejan las iglesias y sus fieles. También sé que no tiene arreglo y que la Navidad, a fin de cuentas, ha terminado por convertirse en lo que no debiera. No aspiro, naturalmente, a modificar ningún calendario, pero al menos tengo derecho a transmitir lo que ocurrió. ¿Por qué se cambió la fecha de ese importante nacimiento? Sencillamente, por razones políticas. He aquí en síntesis, lo que entiendo que sucedió: con toda probabilidad, la adopción por parte de la iglesia católica (me refiero a la occidental) del 25 de diciembre como festividad de la Natividad se remonta al siglo IV de nuestra era. Una de las opiniones más extendida y aceptada basa este hecho en la institucionalización del Cristianismo por parte del emperador Constantino, que empujó la definitiva expansión y consolidación pública de la religión de los cristianos. Parece más que probable que la floreciente iglesia decidiera transformar una de las celebraciones paganas de entonces en la Natividad del Maestro. Esa celebración pagana fue la del Invicto Sollo Diualias, todas ellas romanas, aunque con un origen mucho más remoto. Tenían lugar el 21 de diciembre. Según Varrón, se ofrecía un sacrificio a la diosa Acculeia, celebrando así el acortamiento de las noches y consiguiente alargamiento de los días. Es decir, la victoria del sol. Pues bien, la iglesia de Occidente decidió hacer suya la Diualias, transmutando el sentido por la «victoria del verdadero sol: Jesús de Nazaret». Los orientales nunca se prestaron a semejante cambalache (sólo celebran la Epifanía). Lo que está claro es que, dadas la condiciones meteorológicas existentes en Belén y su comarca a lo largo de los meses comprendidos entre noviembre-diciembre y febrero-marzo, ningún pastor sensato podía arriesgarse a sacar sus rebaños al raso. Los que conocen Israel saben que la lluvia, el viento, e, incluso, la nieve no lo aconsejan. En ese tiempo, además entre el otoño y la primavera, la Judea acusa importantes precipitaciones. Es la época de lluvias, un tiempo en el que los hebreos difícilmente se ponían en camino. Existía, incluso, una maldición bíblica al respecto. José y María, por tanto, no pudieron hacer el trayecto de Nazaret a Belén en esos meses. Lo lógico es que acudieran a la aldea de Belén en temporada seca, como recomendaba la ley el sentido común.
El nacimiento de Jesús de Nazaret no pudo ocurrir en diciembre.
En la época de lluvias los hebreos difícilmente se ponían en camino.
Y el lector se preguntará, quizá: ¿Y cuándo pudo nacer el Maestro?
Yo, personalmente me inclino por el 21 de ese mes de agosto. Pero sólo es una suposición. ¿O no?
Fotos: Iván Benítez.
TIEMPO DE HOY (2004).