Pintaba un cuadro cada dos minutos. Y lo hacía con los ojos cerrados, al ritmo de una música vibrante. Podía pintar con las manos o con los pies. Yo asistí, perplejo, a la materialización de varios “cezane”, “modigliani”, “rembrandt”, “leonardo”… ¡Once cuadros en veintidós minutos!. Me regaló dos. Y aparecen en mi casa, como “auténticos”. Gasparetto –decía– tomaba posesión de los espíritus de los maestros de la pintura, ya fallecidos, y pintaba como ellos. No importa cuál es la explicación. Gasparetto era un “kui”.
Gasparetto y J.J. Benítez en Brasil (1989).
Algunas de las obras pintadas por Gasparetto.