El autor está de acuerdo en que Leonardo da Vinci fue un genio, pero de ahí a suponer que fue capaz de autorretratarse, resulta difícil de creer.
El pasado mes de mayo he cumplido 32 años en la investigación. Si la memoria no me falla, he dado más de cien veces la vuelta al mundo y he visitado decenas de países y culturas. Pues bien, jamás he visto un país como el nuestro. España, probablemente, es el único lugar del planeta en el que la gente habla y pontifica sin saber. Y lo peor es que los que escuchan lo aceptan sin el menor titubeo, elevando a rango de ley lo que sólo es una majadería. La disquisición viene a cuento de lo observado y oído -¡Cómo no!- en televisión. Una vez más, el frotaesquinas de turno se dirige a la audiencia y, con voz engolada, como si hubiera quemado media vida en ello, afima que la Sábana Santa «es un negativo fotográfico, inventado en la Edad Media». Y el supuesto racionalista, y no menos supuesto científico, prosigue con los despropósitos, asegurando por ejemplo, «que las manos del hombre de la Sábana Santa de Turín son o parecen las de un orangután, que todas la fotografías son tridimensionales y que, en definitiva, fue Leonardo da Vinci quien fabricó la imagen que aparece en la Sindone».
La lucha por la posesión de la «Sindone» provocó cientos de muertos durante los primeros siglos del cristianismo.
La estupidez no es nueva. Años atrás, otros cara de badajo, los ingleses Prince y Picknett escribieron algo parecido: «la Sábana Santa es un autorretrato de Leonardo». Y me pregunto: si el genio florentino nació en 1452, ¿cómo es que existen documentos y testimonios históricos anteriores en los que se habla de la Sindone o Sábana Santa? Veamos un par de ejemplos. En el año 544, el escritor Avagrio, en su Historia Eclesiástica, se refiere a la Sindone como el objeto que permitió la victoria de los edesinos sobre el rey persa Cosroes I. En 1171, Guillermo, arzobispo de Tiro, en su Historia rerum in partibus transmarinis gestarum, descubre la visita de Almarico I, quinto rey latino de Jerusalén, a Manuel I Comneno de Constantinopla. Al relatar las excelencias y tesoros del palacio, hace alusión a la Sábana que fue contemplada por el rey. Más aún: el 22 de marzo de 1453, Margarita de Charny cede el lienzo de la Sábana Santa a la Casa Saboya. El acuerdo fue firmado en Ginebra. En ese día histórico para la Sindone, perfectamente documentado, Leonardo da Vinci había cumplido 1 año (!). Estoy de acuerdo en que Da Vinci era un genio, pero de ahí a suponer que fue capaz de inventar la fotografía, autorretratándose, con tan corta edad, francamente, resulta difícil de creer. Fue en el siglo XIX, casi 400 años más tarde, cuando se inventó la fotografía. Pero la Sindone no sólo es un negativo fotográfico inexplicable para la ciencia. En ese paño de lino se han encontrado también otros restos que invalidan la hipótesis medieval. El lienzo fue hilado en el siglo primero de nuestra era. Así lo demuestra, por ejemplo, la presencia de polen de plantas, ya desaparecidas, que crecieron en Israel hace 2.000 años. Max Frei los encontró en el barro del Mar Muerto y en los estratos sedimentarios del lago de Tiberiades fueron los vientos los que transportaron dicho polen hasta la tela, sepultándolo en la urdimbre. Y sigo preguntándome: si la Sábana Santa fue un invento de la Edad Media, cómo aseguran los frotaesquinas, ¿quién y cómo localizó los pólenes de marras? El polen sólo es visible al microscopio. Y digo yo: si el microscopio fue inventado en 1590 por el holandés Jansen o, según otros, en 1610 por Debbrel o Van Leeuwenhoek, ¿cómo se las ingenió Leonardo para encontrar dicho polen y dejarlo caer sobre la Sábana? Si no recuerdo mal, Da Vinci murió en 1519… Lo dicho: aquí sabemos más que nadie.
«Positivo» del rostro del hombre muerto en la Sábana de Turín.
Fotos: IVÁN BENÍTEZ.
Revista TIEMPO DE HOY. 2004.