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El sueño etíope

En la imagen destacada: La verdadera Arca de la Alianza jamás estuvo en Etiopía.

La tradición etíope cuenta cómo el hijo de la reina de Saba robó de Jerusalén el Arca de la Alianza y dejó una copia en el lugar.

Supongo que todo depende de las modas. Ahora han regresado el Santo Grial y los amores de María Magdalena con Jesús de Nazaret. Ninguno de estos asuntos tiene la menor consistencia histórica. Sin embargo, corren ríos de tinta sobre el particular. Y otro tanto sucede con el enigma del Arca de la Alianza, escondida, según algunos, en el corazón de Etiopía. Y hasta allí me fui, dispuesto a averiguar qué había de cierto en la noticia. Según la leyenda, Makeda, reina de Saba (un próspero territorio situado en lo que hoy conocemos como Yemen y parte de Etiopía), decidió visitar a uno de sus poderosos vecinos del norte: el mítico rey Salomón. y llevó a cabo un largo viaje de 2.500 kilómetros. Makeda, la bella etíope, quedó deslumbrada ante el poder y las riquezas de Salomón. Y según La gloria de los reyes, el libro que narra la épica nacional etíope, Makeda terminó por convertirse en otra de las concubinas del mujeriego Salomón (algo muy verosímil si tenemos en cuenta que el rey judío tenía setecientas esposas y más de trescientas concubinas).

Al regresar a Saba, Makeda dio a luz a un varón al que llamó Bayna-Lehkem, “el hijo del hombre sabio», en recuerdo de Salomón. Años después, la reina de Saba envió a su hijo a Jerusalén y allí -según la tradición etíope- se produjo el gran suceso: este muchacho, auxiliado por otros jóvenes judíos, se las ingenió para robar el Arca de la Alianza, dejando una copia en su lugar. Después, merced al poder del arca, los ladrones volaron sobre Egipto, derribando los ídolos y aterrizando en Etiopía. Desde entonces, el Arca de la Alianza se encuentra escondida en el lago Tana, en las montañas de Tigré o en la ciudad de Aksum, según las versiones…

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Por supuesto, tras una primera investigación, comprendí que aquella leyenda era tan bella como absurda. La verdadera Arca de la Alianza jamás estuvo en Etiopía. Y existen dos o tres razones para justificarlo:

Primera: nadie hubiera podido sustraerla. El arca en cuestión medía 1,31 metros de largo por 0,786 de ancho y alto, con un peso aproximado a 1.031 ó 1.050 kilos (sin contar el peso de los querubines que formaban la tapa). Desmontar el arca y sustituirla por una copia no era tarea sencilla.

Segunda: el lugar donde se encontraba el arca, el Santo de los Santos del Primer Templo, era una habitación sin ventanas, con una única puerta de acceso que, a su vez, se hallaba permanentemente vigilada. Se calcula que la vigilancia interior y exterior de dicho templo superaba más de trescientos guardianes, repartido en turnos. Nadie -judío o gentil- hubiera podido llegar siquiera a las escaleras exteriores del mismo.

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Imagen derecha: Los etíopes mantienen una fe ciega en la presencia del Arca de la Alianza en su país.

Eco de leyendas. Aceptando, incluso, el imposible robo, cabe pensar que Salomón hubiera perseguido a los profanadores hasta el fin del mundo. Algo que nunca sucedió.

Tercera: si la leyenda etíope fuera cierta, la propia Biblia lo habría reflejado, tal y como sucede con el robo de dicha arca por parte de los filisteos. No podemos olvidar que el Arca de la Alianza era y es todo un símbolo sagrado para el pueblo judío.

Pero hay más. Lo que no quieren reconocer los creyentes etíopes es que la totalidad de esta historia está sustentada en lo escrito en el referido Kebra Nagast o La gloria de los reyes, un libro que fue armado por un tal Yesac, un monje del siglo XIV. El monje se hizo eco de las leyendas y escritos sobre la visita de Makeda a Salomón y falseó parte de la verdad, fundamentando así el supuesto origen sagrado de los emperadores etíopes. Un linaje nacido del mismísimo Salomón y justificado por la sangre, por la unción de Salomón al hijo de Makeda, y por la presencia del arca en Etiopía. De esta forma, la nación etíope aparecía como la legítima heredera de Israel…

Probablemente fue cierto que la reina de Saba visitó Jerusalén. Y también es verosímil que tuviera un hijo con Salomón. Lo que no parece creíble es que cuatro jovencitos pudieran penetrar en el sanctasanctórum del Templo y robar el mayor tesoro judío. .

Fotografías: Iván Benítez.
TIEMPO DE HOY (2004).

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