En la imagen destacada: Almadraba de Barbate, en Cádiz (España) en el momento de la “levantá” de la gran red. (Foto: J.J.Benítez.)
Hay quien asegura que los delfines son ángeles que eligieron vivir en la mar, que viene a ser como la perfección líquida. No seré yo quien lo niegue. “Ellos”, los delfines, han protagonizado tantas, y tan hermosas historias con los humanos, que “algo” tiene que haber de cierto en esa sospecha.
Yo viví una de esas historias de amor entre los hombres y los delfines. Ocurrió hace mucho, al sur de España, en Barbate. Asistía a la pesca del atún, en la almadraba, una gigantesca red en forma de laberinto. De pronto, en mitad de la “levantá”, los marineros se pusieron nerviosos. Y señalaron al copo. Entre los gigantescos atunes apareció una familia de delfines. ¿Cómo llegó hasta allí?. Eso era lo de menos. Era preciso auxiliarla. Y eso fue lo que hicieron los barbateños. Poco a poco, la totalidad de la familia fue atrapada y devuelta a la mar. Los pescadores se sintieron felices.
Uno solo de los delfines perdió la vida. Fue una cría. A pesar de la celeridad con la que actuó la buena gente de Barbate, el pequeño delfín no resistió la situación.
Cuando lo rescataron del copo, el ángel que quiso ser delfín estaba muerto.
Para algunos, el delfín murió del susto. Para otros, la cría falleció de pena, al verse sola.
Quién sabe…
Los pescadores descubren que, entre los atunes, ha quedado presa una familia de delfines. Uno tras otro proceden a su liberación. (Fotos: J.J. Benítez)
Una cría de delfín no ha resistido y ha muerto. El intento de los barbateños por salvarla ha sido inútil. (Foto: J.J.Benítez)