En la imagen destacada: Para algunos, el «candelabro» no sería otra cosa que una representación religiosa, una especie de símbolo mágico.
Nadie sabe. Nadie tiene una explicación para la formidable figura existente en los acantilados de la costa peruana de Paracas.
Fue hace treinta años cuando lo contemplé por primera vez. Ahora, al regresar de nuevo y sobrevolarlo, me he formulado las mismas preguntas: ¿quién lo hizo?, ¿por qué o para qué? Por supuesto, no hay respuestas. Nadie sabe. Los arqueólogos, al menos los más sensatos, se encogen de hombros. Todas la teorías para intentar explicar el llamado candelabro de Paracas, en la península del mismo nombre y a cosa de tres horas de Lima, se quedan cortas o resultan insatisfactorias. Durante varios días, como digo, he vuelto a sobrevolarlo, contemplándolo también desde la mar y desde tierra. Y los análisis y mediciones me dejaron nuevamente perplejo. ¿De qué se trataba realmente? Me hallaba ante un tridente? ¿Quién lo dibujó en la arena del desierto?
Por más que he indagado, no ha sido posible encontrar una sola pista o referencia histórica que pueda arrojar un mínimo de luz sobre la génesis de la misteriosa imagen de Paracas. Que yo sepa, hasta el día de hoy, no existen documentos que clarifiquen la autoría de semejante enigma. Respecto a la finalidad del mismo, la situación es similar, con una variante: en los últimos años han prosperado algunas hipótesis, a cual más peregrina y descabellada. Para algunos, el candelabro no sería otra cosa que una representación religiosa, una especie de símbolo mágico. Hablan, incluso, de la imagen del árbol de la vida. Otros lo identifican con el cactus peyote, del que se extrae el célebre alucinógeno. Y hablan también de la representación de una constelación: la Cruz del Sur. Nada es seguro.
¿Estaríamos ante un signo ritual? Esto es lo que pregonan otros estudiosos del tridente peruano. Para ellos, la imagen estaría vinculada a sacrificios humanos, practicados en las proximidades. Sacrificios que, según los expertos, tenían lugar en isla Blanca y en el archipiélago de las Chincha, muy cercanos al candelabro. De hecho, el eje principal aparece alineado con la primera de estas islas. Unas islas en las que han sido halladas las momias de jóvenes mujeres decapitadas. Pero la mayoría de los estudiosos se inclina por otra posibilidad: ¿Estaríamos ante un especialísimo faro? La posible explicación resulta tentadora. Cuando uno lo sobrevuela recibe, justamente, esa impresión.
Sus dimensiones y la estratégica situación sobre la costra arenosa del acantilado son indicios muy sospechosos. Esa, como digo, fue mi primera sensación: parece trazado para que alguien lo vea… desde lo alto. Y es curioso: en los días claros, el candelabro puede ser contemplado a gran distancia (alrededor de veinte kilómetros). Parece ejecutado con toda intención, para alguien que podía volar. ¿Estaríamos ante una señal indicadora? Pero ¿indicadora de qué? ¿Quién estaba capacitado para volar en el antiguo Perú?
Al llegar al pie de la figura aproveché para ratificar sus medidas, comprobando lo que ya sabía: el eje central del candelabro señalaba al sur. Exactamente al rumbo 180. ¿Qué significa esto? Muy simple; la figura señala directamente al océano Pacífico. Es falso, por tanto, que indique lugares tan sagrados como Cuzco, Machu Pichu, Tiahuanaco o Nasca. Basta comprobarlo en un mapa para cerciorarse de que la gran señal no se halla emparentada con el interior del Perú.
¿Se trata de una flecha indicadora para navegantes o para seres capaces de volar? La ciencia, claro está, no acepta la segunda posibilidad. Nadie volaba en la antigüedad. Yo no estoy tan seguro.
Sus dimensiones y la estratégica situación sobre la costa arenosa del acantilado son indicios muy sospechosos.
Un tridente de plata
· Longitud máxima: 183 metros.
· Anchura de los brazos: entre 3 y 5 metros.
· Profundidad de los surcos: entre 1 y 1,2 metros. Actualmente, en algunos tramos, la arena ha cubierto parte de los surcos, reduciendo la profundidad a escasos treinta centímetros.
· Rectángulo en la base: 20 por 14 metros, con un no menos enigmático cráter de tres metros de diámetro en el centro.
· A simple vista, la figura parece elaborada con la técnica del vaciado: alguien extrajo la arena y procedió a un prensado de las paredes.
· Inexplicablemente, los fuertes vientos del desierto no han logrado borrarla.
· Al excavar, a 10 ó 15 centímetros, aparece una costra blanco-amarillenta de naturaleza cristalina, muy común en la península de Paracas.
· Hace cientos o miles de años, al ser trazado, el candelabro podría brillar como una figura de plata.
· Inclinación respecto al mar: 40 grados.
Fotos: IVÁN BENÍTEZ.
TIEMPO DE HOY. 2004.