Buscaba el salar de Uyuni, en Bolivia. Atravesamos la cordillera de los Andes. El frío y la lluvia eran intensos. De pronto apareció aquel villorrio, perdido en la nada. Eran cuatro casas con mucho amor. Allí recibimos lumbre, comida caliente y sonrisas. Más de lo que necesitábamos. Nunca olvidaré el nombre: Alota. Nunca tan poco me pareció tanto…
(Fotos: Iván Benítez.)