Fue el amor platónico de mi generación.
Era Pepa Flores (“Marisol”).
Por eso, cuando una noche la descubrí en la playa de Laredo (Cantabria. España), creí que me desmayaba. Hablamos mucho y me bebí sus increíbles ojos azules. No me decepcionó, pero la encontré triste. Comprendí. Era una mujer bella, sola y cansada. Aún así seguí amándola, platónicamente. Ella mantuvo mi ilusión durante los difíciles años de mi juventud.
Nunca más volví a verla.
Marisol y Juanjo Benítez en septiembre de 1972 (Foto: Alberto Torregrosa.)