LAS MENTIRAS Y MANIPULACIONES DE LOS MILITARES.
¿Maquinación? ¿ Intoxicación? ¿Expedientes «maquillados»? ¿Información sesgada por parte de la Inteligencia Militar?
Más de uno verá en estas críticas a los responsables de la segunda desclasificación ovni un enfermizo afán de desprestigio de la Fuerza Aérea. Lo he mencionado e insistiré en ello hasta el aburrimiento: la misión de un investigador es procurar la verdad. Y nada ni nadie debe apartarle de ese saludable fin. Si el todo nunca puede ser juzgado por una parte, tampoco estas denuncias representan una vara de castigo al conjunto del Ejército del Aire. De hecho son muchos los militares que, abierta o confidencialmente, sabedores de mi discreción e independencia, me suministran pistas y testimonios de notable valor.
Aún así, soy consciente de que reuno un buen número de papeletas para el sorteo de la maledicencia. Pascal, el insigne filósofo y matemático francés del siglo XVII, escribió un pensamiento que asumo con todas sus consecuencias: «Decir la verdad es útil para aquel a quien se dice, pero resulta nefasto para el que la formula, puesto que se hace odiar».
Dicho esto, me esforzaré en aportar nuevas pruebas que demuestren cuanto afirmo. Es decir, que -hoy por hoy- nos hallamos ante una descarada manipulación de la mayoría de los informes oficiales sobre ovnis.
¿GLOBOS?
Mayo de 1968. Caso ovni registrado el dia 15.
El Servicio de Inteligencia de las Fuerzas Aéreas Españolas vuelve a pillarse los dedos. El desliz -como veremos- tuvo su origen en la información suministrada por el señor Ballester Olmos, colaborador habitual de los militares en el proceso de desclasificación de los archivos ovni. Una información falsa…
Aunque el navegante puede consultar el expediente en esta misma sección (descargar «MATERIA RESERVADA»: expedientes desclasificados 1993 – Caso MADRID-BARCELONA) he aquí los dos folios de resumen del solemne «patinazo»:
Páginas de resumen y consideraciones.
Expediente desclasificado.
Consideraciones.
Pero vayamos paso a paso…
¿Qué fue lo ocurrido en la mañana de aquel 15 de Mayo de 1968? El propio general jefe del Mando de la Defensa Aérea española lo resume así, en escrito dirigido al ministro del Aire:
Informes remitidos por el Mando de la Defensa Aérea, junto a copia y original del parte de traslado de la película.
Informe.
Comprobante de envio – copia.
Comprobante de envío – original.
Recortes de prensa sobre el avistamiento.
«El eco de Canarias» (10 de mayo de 1968).
Recortes de prensa con la noticia del avistamiento ovni por parte del avión de Iberia que efectuaba el vuelo inaugural Canarias – Paría. Las fotocopias – incompletas y «empasteladas» – forman parte del expediente desclasificado por el Ejército del Aire.
Junto al significativo informe, que firma el general jefe del Mando de la Defensa Aérea española y que conviene analizar cuidadosamente, los responsables de la desclasificación adjuntan el oficio en el que se da cuenta al ministro del Aire de la entrega de la película obtenida por el pasajero del DC-9. Un oficio cuyos sellos de «entrada y salida» resultan de interés a la hora de estudiar el «peregrinaje» del film.
Honradamente, no sé por dónde empezar. Son tantas las mutilaciones y tal la desinformación introducida en este caso que no resulta fácil su esclarecimiento. Como defendía Tennyson, «una mentira que sea una gran mentira puede ser combatida inmediatamente; pero no es sencillo luchar contra una falsedad que contiene una parte de verdad». Esta, creo yo, es la «llave maestra» utilizada por el Servicio de Inteligencia del MOA para reducir a la nada el suceso del 15 de mayo de 1968.
Como habrá apreciado el navegante, en el informe oficial salta a la vista que «faltan» documentos. De acuerdo a la normativa del Ejército del Aire, cada piloto de combate -participante en un «scramble»-, el propio jefe del escuadrón y los mandos de las estaciones de radar (los EVA) estaban -y están- obligados a redactar los correspondientes atestados, proporcionando todos los datos posibles sobre la misión efectuada. Pues bien, ¿dónde están los informes del oficial controlador del Centro de Operaciones de Combate (COC) de Torrejón y del oficial de vuelos de la torre de control de dicha base aérea? Ambos, según reza el escrito del Mando de la Defensa, tomaron parte activa en la localización y visualización del extraño objeto, «formado por tres cuerpos paralelos», que sobrevoló Madrid.
¿Por qué el MOA no ha incluido en el dossier desclasificado el informe y las trazas del EVA Nº 4 («Samba»), ubicado en el monte Paní, en Gerona? ¿Dónde están, en fin, las transcripciones de las conversaciones de los pilotos de los «cazas» con el radar? ¿Qué ha sido de los obligados «partes» que tuvieron que remitir al teniente general jefe del mencionado Mando de la Defensa Aérea? ¿Tampoco se sabe nada de la versión de los dos F-100 norteamericanos que -según Torrejón- «despegaron por orden de su Mando»? Por no mencionar los documentos elaborados en dicho Mando de la Defensa y en los que se enjuicia la película captada por el pasajero del avión de Iberia…
¿Es esto una desclasificación limpia y democrática? ¿A quién pretenden engañar? ¿Es que un caso ovni tan complejo como el del 15 de mayo de 1968 -con la participación de un radar, de, al menos, seis reactores y de varios aviones comerciales- puede quedar «reducido» a folio y medio? En el título que preside ese folio y medio, el propio Mando de la Defensa habla de «INFORMES», en plural. Pero analistas del MOA, al parecer, no han reparado en el «detalle». Y al respetar dicho encabezamiento han cometido un nuevo error. Prescindiendo, incluso, de esa minucia, cualquier ciudadano medianamente bien informado percibe al instante que los militares han ocultado la mayor parte del expediente. ¿Por qué? Si los objetos en cuestión -tanto el divisado sobre Madrid como el que provocó el despegue de los interceptores, detectado por el radar en la región catalana- eran inofensivos «globos estratosféricos» (me remito a las conclusiones del MOA), ¿qué sentido tiene la mutilación del expediente? ¿O es que no se trataba de globos meteorológicos? Analicemos este último punto.
¿»Globos estratosféricos»?
Las «consideraciones» firmadas por el oficial de Inteligencia del Mando Operativo Aéreo de Torrejón parecen contundentes. Proporciona, incluso, fechas, horas y volúmenes de los globos lanzados por los franceses y que -«presumiblemente»- provocaron los referidos avistamientos. Al leer estos razonamientos e informaciones, uno tiende a creer que el MOA ha evacuado las pertinentes consultas con el centro de lanzamiento de globos, en la localidad francesa de Aire-sur-l’Adour. He aquí otra verdad a medias. Pero no adelantemos acontecimientos.
¿Qué decía la meteorología en esa intensa mañana del 15 de mayo de 1968? ¿Pudo un globo estratosférico sobrevolar la provincia de Barcelona a tres mil pies de altitud (unos mil metros)? ¿Cómo consiguió elevarse -en minutos- por encima del techo de los «cazas» que salieron a su encuentro?
Los tenientes coroneles Rocamora (izquierda) y Bastida del Servicio de Inteligencia de las Fuerzas Aéreas Españolas, responsables de la desclasificación del archivo ovni.
(Foto gentileza de Javier Sierra)
Como siempre, me remitiré al Servicio Meteorológico Nacional. En el boletín correspondiente al 15 de mayo de 1968 -número 136- los radiosondeos arrojan los siguientes datos:
«A las 00 horas (TMG), la fuerza y dirección del viento en la zona de Cataluña eran de 23 nudos y 320 grados, respectivamente, a nivel «300 milibares» [aproximadamente a diez mil metros de altitud].»
En esa misma área, el sondeo efectuado a las 12 h. proporcionó estas cifras:
«A nivel de superficie (1000 milibares), el viento (190 grados) procedía del sur, con una fuerza de 06 nudos (alrededor de 12 km./h.).»
A mayor altura -400 mb.-, el viento soplaba con dirección 340 grados y una fuerza de 33 nudos.
Que «traducido» quiere decir algo muy simple y que, por supuesto, desmonta la hipótesis de los militares del MOA:
A lo largo de esa mañana, en la región de Cataluña, los vientos en altura fueron siempre del NOROESTE, variando entre 320 y 350 grados.
En cuanto al nivel apuntado por el radar del Paní (Gerona) -tres mil pies-, los vientos, entre las 00 y las 12 horas, soplaron del noroeste (310 grados) y del sur (190 grados), con velocidades comprendidas entre los cuatro y los seis nudos.
Y estamos en lo de siempre: si el supuesto «globo» se elevó más allá del techo de los reactores -muy por encima de los l0.000 metros-, ¿por qué no fue empujado por los vientos hasta el Mediterráneo? Como hemos visto, a esos niveles, las corrientes eran superiores a los sesenta kilómetros a la hora.
Pero hay más. Si el objeto -como defiende la Sección de Inteligencia del MOA- era un globo estratosférico, ¿qué demonios hacia a mil metros del suelo (tres mil pies)? Como ya he citado, la estratosfera -al menos en Pamplona, mi tierra- comienza por encima de los veintiséis mil pies.
«Pudo sufrir un pinchazo», argumentarán los militares. Muy bien. Aceptado. En ese supuesto también deberían admitir que ningún globo que haya entrado en pérdida es capaz de remontar el vuelo y, mucho menos, a la velocidad desplegada por aquel «angelito».
Refresquemos la memoria. Si el «globo» fue detectado por el EVA 4 a tres mil pies de altura, ¿cómo explicar que en cuestión de minutos se colocara a más de 60.000? Normalmente, el tiempo medio consumido en la materialización de un «scramble» (desde que se autoriza el despegue hasta que los cazas «se van al aire», oscila entre los cinco y diez minutos. Y como deberían saber los analistas del MOA (todos han sido o son pilotos), la velocidad ascensional de un verdadero globo meteorológico difícilmente supera los veinte kilómetros por hora. Insisto: ¿a quién pretenden engañar? No existe, ni ha existido, globo estratosférico que -una vez pinchado- baje a mil metros de la superficie terrestre para situarse después a más de veinte kilómetros de altitud.
¿Y qué decir del «globo» observado al norte de Madrid?
Amén de la forma -«similar a tres cuerpos paralelos»-, desconocida para los meteorólogos, ¿cómo pudo mantenerse inmóvil? Los sondeos del Servicio Meteorológico Nacional -para la región centro y a 300 milibares (10000 metros)- fijaron las siguientes medidas:
«A las 00 horas, vientos de 22 nudos y dirección noroeste (330 grados).»
El siguiente sondeo -a las 12 h.- fue prácticamente similar:
«25 nudos y 330 grados.»
Es decir, a ese nivel -unos diez mil metros-, cualquier globo habría sido arrastrado de inmediato hacia las regiones levantinas y a razón de casi 50 km./h. Por supuesto, el objeto divisado desde Madrid a las 10.30 horas (Z) difícilmente pudo desplazarse hasta la provincia de Barcelona. El viento -recordémoslo- era del noroeste. Y tampoco el segundo objeto, el «globo pinchado», tuvo oportunidad de situarse sobre la capital de España. Las corrientes -a 3000 pies- soplaban del sur (1900). En consecuencia, esa mañana del 15 de mayo de 1968, en los cielos españoles -que sepamos- se movieron dos ovnis. Perdón: dos «globos estratosféricos»…
Y a la vista de estos parámetros meteorológicos -al alcance de cualquiera que los solicite-, ¿cómo debemos enjuiciar las célebres «consideraciones» del MOA?
«Tanto el comportamiento (trayectoria y velocidad) -dice el escrito oficial- como las apreciaciones de los testigos, inducen a pensar que se trataba de globos estratosféricos.»
Una de dos: o los militares que han redactado este informe son unos incompetentes -cosa que dudo- o pretenden que la opinión pública comulgue con ruedas de molino.
Pero, aunque la información meteorológica -por sí misma- es lo suficientemente clara como para demoler las ridículas y tendenciosas conclusiones de la Sección de Inteligencia, honradamente, en mi ánimo quedó flotando una duda:
«¿Y si el MOA tenía razón?»
La última parte de dichas «consideraciones» -aportando datos concretos, supuestamente procedentes del Centro de Lanzamiento de Globos, en la localidad francesa de Aire-sur-l’Adour- disfrutaba de un importante peso específico. Y naturalmente me faltó tiempo para cruzar la frontera y visitar el mencionado Centro de Lanzamiento de Globos Estratosféricos, en la región de Las Landas.
Serie de diapositivas de la visita de J.J. Benítez al Centro de Lanzamiento de Globos de Las Landas.
Cennes – 1
J.J. Benítez en el centro de Lanzamientos de Globos, en Las Landas (Francia).
(Foto: Blanca de Benítez)
Cennes – 2
Pierre Faucon: «Ningún globo francés cruzó los pirineos en aquel 15 de mayo de 1968».
(Foto: Blanca de Benítez)
Cennes – 3
Pierre Faucon, Director del Centro de Lanzamiento de Globos Estratosféricos Aire-sur-L’Adour, en Las Landas (Francia) -en el centro de la imagen-, explica a J.J.Benítez la imposibilidad de que los ovnis observados en España en mayo de 1968 fueran globos franceses. A la derecha, Max Baron, jefe de lanzamientos y seguridad del CNES en dicho centro.
(Foto: Blanca de Benítez)
Cennes – 4
Max Baron, jefe de lanzamientos de CNES, mostrando en pantalla el riguroso seguimiento de cada uno de los globos lanzados desde Aire-sur-L’Adour.
(Foto: Blanca de Benítez)
Cennes-5
Max Baron, jefe de lanzamientos del CNES, dibujando en la pizarra los diferentes componentes de un globo estratosférico.
(Foto: Blanca de Benítez)
A decir verdad, los casi setecientos kilómetros merecieron la pena. Tras una detenida gira por el moderno complejo -el único de Europa-, Pierre Faucon y Max Baron, jefe del CNES y responsable de lanzamientos, respectivamente, despejaron las incógnitas. Trataré de sintetizar sus demoledoras explicaciones:
1ª Centre National d’Etudes Spatiales (CNES), del que depende el referido Centro de Lanzamiento de Globos Estratosféricos, no tenía conocimiento -ni oficial ni extraoficial- de las alusiones del Mando Operativo Aéreo del Ejército del Aire español. Dicho de otra forma: el MOA jamás solicitó al CNES las informaciones que aparecen en los documentos firmados por el oficial de Inteligencia. Al menos, hasta el 5 de mayo de 1993, fecha de mi primera visita al CNES.
Entonces, ¿cómo obtuvieron los datos sobre los diferentes lanzamientos de globos?
Buena pregunta….
2ª El 15 de mayo de 1968 no hubo lanzamiento de globos estratosféricos. Ciertamente, el MOA no menciona esa fecha. Pero sí cita el 14: lanzamientos a las 16.21 horas, con un volumen de 53000 m.3, y a las 14.35, con 15.000 m.3
Un documento que invalida las «consideraciones» del Mando Operativo Aéreo (MOA). Procede de los archivos del CNES, en la localidad francesa de Aire-Sur-L’Adour. Se trata de la trayectoria seguida por el «Vuelo 51», el globo estratosférico lanzado el 14 de mayo de 1968 a las 16.21 horas (Z). tras alcanzar el techo (plafond) establecido -34.000 metros-, vuela hacia el Noroeste. A las 07.20 h. se efectúa la separación a unos 15 kilómetros de la costa. El instrumental desciende en paracaidas al sur de la ciudad de Dax.
Pues bien, consultados los archivos del CNES, Pierre Faucon puso en mis malévolas manos la siguiente y determinante información:
Vol Ni 51 du 14.05.68. Liezi: Aire-s/Adour
BENEFICIAJRE: Monsieur ACKERMAN-I.A.S. Bruxelles
BALLON UTILISE: 25 P 5, 57000 m3
PROGRAMME: Etudes ionosphèriques
POIDS DE L’EXPERIENCE: 9 kg. 500
POIDS TOTAL ENLEVE. 31 kg. 250
HEURE DE DEPART. 16 h. 21 TU
DUREE DE LA MONTEE: 01 h. 50
PLAFOND: 34000 mètres
DUREE DU PLAFOND: 13 h. 09
SEPARA TION à 07 h. 20
OBSERVA TIONS: Bon vol
AIRE-S/ADOUR, le 31 Mai 68 2
3ª En el sexto y último folio de la documentación referente a este vuelo, Pierre Faucon fue a mostrarme un «detalle» que arruinaba definitivamente la tesis defendida por los militares españoles:
Tabla de seguimiento del Vuelo 51
Seguimiento vuelo 51
Tablas del seguimiento -por radar y telemetría- del «Vuelo 51», facilitadas a J.J. Benítez por Pierre Faucon, jefe del Centro de Lanzamiento de Globos Estratosféricos de Aire-Sur-L’Adour, en Las Landas (Francia). A partir de las 07.20 horas (Z) – momento de la «separación» (Squidbage) -, puede observarse cómo el instrumental, provisto de paracaidas, va descendiendo a nivel. A las 08:23 horas se registra el último «contacto-radar» con «ASA» (Aire Sur Adour). El rumbo era 266 grados, la distancia -en línea recta- al Centro de Lanzamiento de 69 kilómetros y la altitud de 6.000 pies (unos 2.000 metros). Ocho minutos más tarde (08:31 h.), la comunicación se pierde. A las 08:47 finaliza la operación. En consecuencia, si el globo francés deja de existir como tal a las 09:47 (hora local) -probablemente mucho antes-, ¿cómo pudo aparecer sobre Cataluña a las 11 y sobre Madrid a las 11:30 horas?
«El globo estratosférico propiamente dicho, lanzado a las 16.21 h. del 14 de mayo de 1968, cayó en territorio francés. Concretamente, en las proximidades de Dax. Para ser exactos, a cinco kilómetros al sur de dicha ciudad.»
La pregunta a los «linces» del MOA es elemental:
Si el globo estratosférico francés terminó su misión poco después de las 07.20 h. -a más de trescientos kilómetros de la región barcelonesa y a quinientos de Madrid-, ¿qué era el objeto captado hacia las 10 h. por el radar del Paní en la mencionada área catalana? ¿Qué fue lo observado hacia las 10.30 h. de esa misma mañana del 15 de mayo de 1968 al norte de la capital de España?
Como queda demostrado, todo menos globos estratosféricos.
En el dossier que obra en mi poder -y que está a disposición del MOA- puede observarse cómo, a través del seguimiento por radar y telemetría, los operadores del CNES controlaron en todo momento las evoluciones de aquel globo liberado en la tarde del 14 de mayo de 1968. Y de acuerdo a esa recepción de datos, el famoso «Vuelo 51» jamás abandonó el espacio aéreo galo. Repasemos la documentación oficial del CNES:
Tras una hora y cincuenta minutos de ascensión, nuestro «amigo», el globo estratosférico, alcanzó su techo a las 18.11 h. Y lo hizo a poco más de treinta kilómetros al sureste de Aire-surl’Adour. Desde allí, empujado por los vientos, tomó rumbo 280 grados (oeste), manteniéndose en el techo previsto (34.000 metros) durante trece horas y nueve minutos. Concluidas las experiencias científicas programadas, los especialistas provocaron la llamada fase de «separación». Y el instrumental que colgaba del globo descendió a la tierra, auxiliado por paracaídas. Esta «separación» -que constituye el fin del experimento- tuvo lugar a primera hora de la mañana del día siguiente, 15 de mayo: a la ya citada 07.20 (Z) y a dieciocho kilómetros al noroeste de Dax. (No confundir los puntos de caída del globo y del instrumental. El mapa confeccionado por el CNES, que incluyo para evitar suspicacias, no deja lugar a la duda: el globo de marras no cruzó la frontera española en ningún momento.)
¿Y qué ocurrió con el globo, una vez consumada la «separación»?
Los mercachifles y negadores profesionales de la Ufología pueden esgrimir que «siguió volando y que terminó colándose en España».
Pues no. Por varias razones. Según los expertos del CNES, al activar -por radio- el mecanismo de separación del instrumental, el soporte (es decir, el gran globo) es inutilizado automática y simultáneamente. Bien mediante una explosión o, lo que es más habitual, abriendo las «mangueras» que liberan el gas. Y el globo -pulverizado o deshinchado- cae a tierra. Por razones de seguridad, así está contemplado en la normativa aérea, estos gigantescos globos no podrían seguir volando sin control.
Informes de seguimiento y tablas de telemetría del Vuelo 50.
seguimiento vuelo 50
Síntesis del desarrollo del «Vuelo 50». Como bien puede apreciarse en las «observaciones» se trató de un «buen vuelo». El globo y el instrumental cayeron en territorio francés. El MOA volvía a «equivocarse».
telemetria vuelo 50
Seguimiento telemétrico del «Vuelo 50», correspondiente al globo estratosférico lanzado desde Aire-sur-L’Adour a las 14:35 horas (Z) del 14 de mayo de 1968. La experiencia concluyó a las 02:13 h. (Z).
Imágenes tomadas desde el instrumental que cuelga del globo estratosférico.
A la izquierda, al alcanzar el techo, comparado con el arco del triunfo.
A la derecha, al producirse la separación, se abren los paracaidas. El instrumental científico desciende y el globo se deshincha automática y simultáneamente.
(Fotografías gentileza del CNES).
Además, en el caso que nos ocupa -el «Vuelo 51»-, admitiendo que esa masa de 57.000 metros cúbicos (y no 53.000 como escribe el MOA) no hubiera podido ser inutilizada o destruida en el momento establecido, los vientos existentes a 102.000 pies habrían terminado arrastrándola al interior del golfo de Vizcaya. (Véase gráfico del CNES.) De hecho, si observamos el lugar elegido para la fase de «separación», comprenderemos que dicha decisión no fue gratuita. El globo, sencillamente, estaba a quince kilómetros escasos de la costa. De haber continuado su marcha, el equipo científico podría haber descendido en el mar.
Resumiendo: si en el instante de la «separación» (07.20 h. Z) el globo estratosférico francés viajaba con rumbo 280 grados (hacia el oeste), ¿cómo pudo «aparecer» a las 10.30 h. (Z) sobre Madrid y media hora antes sobre Cataluña? Y no olvidemos que ese 15 de mayo de 1968 no hubo lanzamientos de globos…
Carta de Max Barón, certificando que el vuelo nº51 fue recuperado en la región de DAX (Francia).
Carta de Max Baron.
Modelos de globos estratosféricos.
(Cortesía del CNES).
Globo 1.
Globo 2.
Globo 3.
Y digo yo: ¿exageraba cuando calificaba a los analistas del MOA de manipuladores?
Ante semejante catarata de evidencias el navegante se preguntara, con todo el derecho del mundo:
«Si un paria como el señor Benítez ha tenido acceso a estos inapelables informes de los franceses, ¿por qué la Fuerza Aérea española no ha hecho otro tanto?»
Una llamada telefónica o un fax, en efecto, habrían sido suficientes para que los amables y bien dispuestos científicos de Aire sur-l’Adour les hubieran proporcionado la misma documentación que obra en mis indignas manos.
Hay algo, sin embargo, que desconcierta a cualquiera. Los analistas del MOA mencionan al CNES. Y aciertan en las fechas y horas de algunos lanzamientos de globos. Pero si no hubo petición oficial de información por parte de la Sección de Inteligencia del Mando Operativo Aéreo de Torrejón, ¿cómo obtuvieron esos datos?
Lo dije y lo repito: excelente pregunta.
La respuesta ya fue apuntada. Meses antes de la desclasificación, los señores Ballester Olmos y Plana, movidos por intereses muy poco claros, tuvieron a bien enviar al Ejército del Aire, amén de informes, cuestionarios, propuestas y otras zarandajas, un «listado» de los globos lanzados desde Las Landas en la década de los años sesenta. En dicho «listado» se limitaban a enumerar lo ya sabido: fechas, horas y volúmenes, añadiendo diversos «comentarios» que -prácticamente- han sido calcados por el Servicio de Inteligencia de las Fuerzas Aéreas Españolas en sus «brillantes resúmenes».
Obviamente, estos «rigurosos y científicos pontífices de los ovnis» tuvieron especial cuidado en no profundizar en el desarrollo de dichos lanzamientos de globos estratosféricos. El contenido de la documentación francesa habría desmontado sus torpes objetivos, que nada tienen que ver con la defensa del fenómeno de los «no identificados».
Y la Sección de Inteligencia del MOA -feliz y convencida (?) de la seriedad de las informaciones suministradas por estos «fariseos»- dio por bueno el «listado», aprovechándolo para fortalecer su no menos oscura «consigna»:
«Desmontemos el incómodo asunto ovni. Confundamos a la opinión pública.»
Y tanto unos como otros debieron pensar:
¿Quién, después de veinticinco años, se va a molestar en consultar los archivos del CNES? Dejémoslo así. La «explicación» de los globos estratosféricos franceses puede colar. Es racional. Científica. En otras palabras: inspira confianza.»
Pero no contaron con el «Atila» de la Ufología. Un alias que debo agradecer a otro preclaro investigador «de poltrona»: Pedro Redón.
Un «Atila» que procura compensar sus escasas luces con la práctica del principio de Ovidio: o no comiences una cosa, o condúcela a buen fin.»
El señor Plana (izquierda) y Ballester Olmos, «suministradores» de información al Servicio de Inteligencia Militar en la desclasificación OVNI.
Esa mañana del 15 de mayo de 1968 -además de lo expuesto en el anémico expediente desclasificado – ocurrieron otros hechos, igualmente relacionados con los ovnis que sobrevolaron Madrid y Cataluña. Mejor dicho -y por aquello del rigor-, unos sucesos que arrancaron en la tarde del día anterior, 14. Y no descubro nada nuevo. En 1982, en mi obra Terror en la Luna, ya se hablaba de estas observaciones. Pero el MOA y los «vampiros» -cómo no- lo han ignorado olímpicamente…
Esa tarde del mencionado 14 de mayo de 1968, hacia las ocho, desde la Ciudad Condal, una serie de ciudadanos tuvo ocasión de presenciar las evoluciones de un extraño objeto. Uno de esos testigos -otra vez la casualidad (?)- fue Rafael Farriols, veterano investigador y relevante industrial, de probada seriedad. Escuchemos su testimonio:
«… Lo que observamos y fotografiamos era una mancha luminosa de forma más o menos triangular. Según su posición y dado su comportamiento, resulta difícil determinar su identidad. Podía tratarse de un globo sonda, siendo ésta la más sencilla explicación de los que estábamos observándolo. Podía ser otra cosa, de la que no tenemos la menor idea, puesto que su inmovilidad en determinados momentos eliminaba la posibilidad de fenómenos naturales por todos conocidos. Tampoco era un pájaro, ya que estaba demasiado alto y era demasiado grande. Muy bien podía tratarse de un VED (vehículo extraterrestre dirigido), aunque no podíamos asegurarlo. Lo que sí es seguro es que era un ovni, es decir, un objeto volante no identificado. Nos resistimos a creer que se tratase de un globo sonda, a pesar de que ciertos servicios meteorológicos franceses envían con cierta periodicidad globos de forma tetraédrica a la alta atmósfera, con fines de investigación…»
Rafael Farriols.
Mapa con las situaciones de radares y bases aéreas.
El ovni fotografiado por Farriols.
Veinte minutos después -hacia las 20.20 h.-, mientras Farriols, provisto de un teleobjetivo, se esforzaba en fotografiar el objeto, éste, que había empezado a derivar hacia el noroeste, aumentó su luminosidad y partió horizontalmente en dicha dirección.
«La velocidad -manifestó Rafa Farriols- fue tres veces superior a la de los satélites artificiales que veíamos en aquel tiempo.»
Aunque, con lo ya expuesto por parte del CNES queda desarticulada la hipótesis de un globo estratosférico, una simple consulta a la meteorología reinante a esas horas sobre Barcelona termina descalificando cualquier explicación de corte meteorológico. Los vientos en altura -a partir de los 500 milibares- soplaban con rumbo 360 y 340 grados. Es decir, en dirección contraria a la que, justamente, tomó el ovni.
Pero, a la mañana siguiente -de nuevo en el 15 de mayo-, el pertinaz objeto, encariñado con la Ciudad Condal, hizo acto de presencia por segunda vez. Y a eso de las 10.30 horas, Carmela Terrades Villasán, esposa de Farriols, en compañía de otros amigos, volvió a observar el ovni a placer. Recordemos que los sondeos meteorológicos efectuados a las 00 y a las 12 horas, en la región catalana, para niveles de 300 mb. (unos diez mil metros), hacían inviable el estacionamiento de un globo: las corrientes soplaban del noroeste (320 grados) y con una fuerza de 23 nudos (alrededor de cuarenta y seis kilómetros por hora).
Desde mi punto de vista, estas importantes observaciones de Rafael Farriols y su grupo confirman lo ya archisabido -que no hubo globo estratosférico- y algo más: que los militares han escamoteado información al contribuyente.
Veamos cómo, al final, la mentira se aleja siempre cojeando…
Según el parco informe del 31 de mayo de 1968 del Mando de la Defensa, el único radar militar que detectó un ovni en esa jornada del 15 de mayo fue el EVA N.º 4, en el monte Paní, próximo a Rosas. Así consta igualmente en el «resumen» del MOA que encabeza el expediente desclasificado. Sin embargo, en los documentos oficiales -a disposición de la ciudadanía- no aparece una sola mención a los incidentes registrados el día anterior, catorce. ¿Por qué? ¿Es que no existen? ¿O quizás se han «traspapelado» con el paso de los años? Permítanme que lo dude. Entre otras razones porque -justamente merced a los buenos servicios de Farríols- me fue posible acceder a una comunicación, fechada el 30 de julio de ese año de 1968, en la que un capitán del Ejército del Aire -cuya identidad, obviamente, debe ser silenciada- desvelaba cómo el EVA 4 «SÍ HABÍA «CAZADO» UN OVNI EL 14 DE MAYO DE 1968″.
He aquí parte del significativo y comprometedor escrito:
ESCUADRÓN DE ALERTA Y CONTROL N.º 4
Comunicaciones y electrónica oficiales.
[Censurado]… el ovni del 14 de mayo sobre Barcelona, fue visto y comprobado sobre las pantallas de radar del Escuadrón (Monte Paní) y confirmado por un avión norteamericano que pasaba por allí en vuelo hacia Alemania. De todos modos, una pareja de Sabres F-86 que despegaron de Zaragoza, en vuelo hacia el ovni, no lo localizaron. La verdad es que no nos hicieron mucho caso…, pero el día 15, por la mañana, apareció otro en Reus y Tarragona, a una altura de 7.500 metros, que originó el despegue de otros dos F-86 de Zaragoza, con más visos de realidad, pues fueron dos estaciones de radar las que los localizaron: la de Rosas y la de Calatayud. Al aproximarse la pareja en línea de vuelo y a la misma altura, el ovni se desplazó hacia arriba, verticalmente, hasta unos 15.000 metros aproximadamente, techo no alcanzable por los Sabres F-86. Se dió entonces orden de que saliera una pareja de F-104 de la base de Torrejón, y volvió a ocurrir lo mismo. Al aproximarse los reactores al ovni, volvió a subir, esta vez a más de 22.000 metros, techo inalcanzable sin cabina especial. Hablando con los pilotos, cuando tomaron tierra, declararon que tenía forma de «seta» y brillo metálico…
…Aquí, en Rosas, hay un destacamento francés, al mando de un capitán, que confirmó que no habían lanzado en este día ningún globo sonda ni cosa parecida. Desde entonces no se ha vuelto a detectar nada desconocido…»
Está claro que alguien oculta información. ¿En qué caja fuerte duerme el sueño de los justos el obligado informe del jefe del Escuadrón de Alerta y Control N.0 4 sobre el ovni del 14 de mayo de 1968? Apuesto doble contra sencillo a que esos papeles, en estos momentos, son custodiados en Torrejón…
¿Y por qué en el expediente desclasificado no ha sido incluida la participación del radar de Calatayud?
Pero lo más asombroso es que la Sección de Inteligencia que redacta las «consideraciones» -en su afán por «descafeinar» el incidente- llegue a escribir:
«ASPECTOS DESTACABLES: El hecho de que uno de ellos (el ovni sobre la región de Barcelona) fuese detectado por el radar y el otro no (el de Madrid), no debe considerarse diferenciador ni muy significativo.»
Pues sí que estamos buenos…
Veamos si soy capaz de entenderlo. El hecho de que un objeto no identificado -con forma de tres cuerpos paralelos- se pasee alegremente sobre la capital de España, violando el espacio aéreo y no siendo detectado por los sistemas defensivos, no tiene la menor importancia.
Lo más lamentable de la sobresaliente deducción del MOA no es que mis impuestos no sirvan para nada. Lo triste es que, encima, me llaman tonto de capirote…
Quizás el MOA, a la hora de levantar el secreto sobre los ovnis, debería haber tenido presente una de las sentencias del libro de Los proverbios: «Hasta el necio, cuando calla, es contado por sabio.. .»
Por cierto, al final, ¿qué sucedió con el enigmático ovni observado desde Moncloa, en Madrid, y por el personal de la base de Torrejón?
El informe del Mando de la Defensa, al hallarse mutilado, se presenta doblemente confuso. De no haber sido por la providencial comunicación del capitán destinado en el radar del Paní, uno no sabría si la pareja de reactores F-104 que despegó de Torrejón puso rumbo al objeto observado desde la capital de España o siguió la traza del situado sobre Cataluña. Todo parece indicar que los «ataúdes volantes» eligieron el segundo. Pero, insisto, ¿y qué fue del formado por tres cuerpos paralelos? La única referencia contenida en ese folio y medio aclara que el supuesto «globo» ascendió y se alejó. Eso ocurría entre las 10.30 y las 11 horas (Z), aproximadamente Y como única pista, en el último párrafo de dicho informe oficial – en una redacción repleta de errores -, se alude a un avión de pasajeros que avistó el ovni al NE de Madrid.
Siguiendo el hilo del texto de la Fuerza Aérea española -por pura lógica- puede parecer que ambos objetos (el observado desde Madrid y el reportado por el DC-9 de Iberia) eran en realidad el mismo artefacto. Sinceramente, no estoy tan seguro. Veamos por qué.
Según el Mando de la Defensa, tanto el empleado de la Junta de Energía Nuclear como el pasajero que viajaba en el DC-9 y que filmó el ovni describieron el objeto como un cuerpo formado por tres bloques paralelos. Esto no es cierto. Al menos, en lo referente al testimonio de los pilotos que volaban hacia París.
El comandante de aquel vuelo inaugural fue José Luis Gahona. Con él viajaban José Antonio Atauri (segundo piloto) y Cecilio Yusta, radiotelegrafista. Habían partido del aeropuerto de Los Rodeos, en Tenerife, a las nueve de la mañana (hora local de Canarias). Y tras hacer escala en Málaga reanudaron el vuelo hacia Francia. Al tratarse de una línea inaugural, el pasaje era igualmente excepcional. Iberia había invitado -además de a un nutrido grupo de representantes de los medios informativos del archipiélago- a las primeras autoridades civiles, al jefe del aeropuerto de Las Palmas, al comisario jefe de policía, al cónsul de Francia en Gran Canaria, al secretario de la Cámara de Comercio y a un total de doce directores de agencias de viaje y de carga. Y al frente de todos ellos, el delegado de Iberia en Las Palmas.
«Cuando sobrevolábamos Madrid, Control nos proporcionó la primera noticia sobre el ovni.»
Debo aclarar -aunque quizás no sea necesario- que José Luís Gahona, con sus 22.000 horas de vuelo, es uno de los pilotos españoles con mayor veteranía y experiencia. Ha volado en reactores militares e ingresó en Iberia en 1963. Desde entonces -en estos treinta años- ha tenido oportunidad de pilotar toda clase de aparatos. Nadie, por tanto, con un mínimo sentido común, puede dudar de su preparación aeronáutica.
Sigamos con su testimonio:
El comandante José Luís Gahona, testigo de uno de los ovnis que se pasearon sobre España en la mañana del quince de mayo de 1968. «Yo no requisé la película», declaró a J.J. Benítez.
Un inmenso y brillante ovni «coincidió» con el IB-192 sobre la vertical de La Rioja.
(Ilustración: J.J. Benítez).
«La mañana de aquel 15 de mayo de 1968 fue espléndida. Cielo azul. Vuelo perfecto. Navegábamos a 30.000 pies y casi a mil kilómetros por hora.
Como te digo, nos llamó Control Madrid. Y preguntó si podíamos desviarnos unos veinte grados hacia el oeste. Es decir, a la izquierda de nuestro rumbo. Al parecer, según nos comunicaron, habían visto un objeto volante no identificado. Y hablaron de unos «cazas» que despegaron de Torrejón pero que, por lo visto, no dieron con él. Aceptamos la sugerencia y giramos. Pero no vimos nada.
Y hacia las 13.30 horas, sobre Sierra Cebollera, en la provincia de La Rioja, lejos y muy alto descubrimos «algo» extraordinariamente brillante.
Alertados como estábamos por Control Madrid pusimos especial atención. Y nos fuimos aproximando, aunque siempre muy por debajo. Si nosotros volábamos a diez mil metros, «aquello» tenía que estar, como mínimo, a dieciocho o veinte mil. Y puede que me quede corto.
La luz que emitía era asombrosa. Puedo asegurarte que no era el reflejo del sol.
Al cabo de unos minutos avisamos al pasaje. Y la mayoría desfiló por cabina, contemplando aquella maravilla. Recuerdo que, también por megafonía, pregunté si alguien llevaba una cámara fotográfica. Entonces se presentó uno de los pasajeros, con una de aquellas cámaras de cine. Una «super-ocho», creo.
Según mi reloj, desde que empezamos a divisar el ovni hasta que llegamos a su vertical, transcurrieron ocho minutos.
Era inmenso. Descomunal. A pesar de la diferencia de nivel estimé su diámetro en más de cien metros. Posiblemente mayor que una plaza de toros.
Era perfectamente esférico, con tres o cuatro soportes o «patas» en su parte inferior.
Entonces, Atauri, el segundo piloto, tomó la cámara y filmó. Y lo hizo mientras lo tuvimos de frente y en nuestra vertical. En esta última fase lo captó a través de la claraboya del DC-9.
Se hallaba inmóvil. Y si se desplazaba, el movimiento era inapreciable.
Lo más llamativo era su iluminación y las dimensiones.
Mientras Atauri filmaba conversamos con Control Madrid y le explicamos lo que veíamos y cómo un pasajero se había brindado a ofrecer su cámara, para tomar película del ovni.
Después, al rebasarlo, lo perdimos de vista. Y proseguimos el vuelo hacia París.
Y el pasajero, como es natural, recuperó la «super-ocho».
Entonces, no recuerdo bien si fue el Control español o el francés, nos pidieron que requisáramos la filmación. Se lo hice saber al pasajero pero éste se negó en redondo, aludiendo, con toda razón, que la película y la cámara eran de su propiedad. Y ahí, prácticamente, concluye la historia. Días más tarde, en el vuelo de regreso, pregunté a Control Madrid y me notificaron que el ovni, que había sido captado en el radar, desapareció poco después de nuestro encuentro.»
Hasta aquí -en síntesis- la versión del comandante Gahona. Una versión que no coincide con el informe del Mando de la Defensa Aérea Española y tampoco con el «resumen» de la Sección de Inteligencia del MOA.
Tal y como manifestaba anteriormente, no parece que el objeto que «salió al paso» (?) del DC-9 tuviera mucho que ver con el observado desde Moncloa y Torrejón. Ni las formas, ni las horas, ni los lugares son coincidentes.
Todos ellos, en cambio, incluyendo a sus «hermanos» de Cataluña, sí tienen algo en común: para irritación y sonrojo de los hipercríticos desafiaron los vientos en altura, permaneciendo inmóviles o navegando en contra de fuertes corrientes. La «plaza de toros volante», por ejemplo, estática a unos veinte mil metros sobre La Rioja, soportaba en esos momentos (entre las 13.30 y las 14 horas) unos vientos que oscilaban entre los 25 y 35 nudos. Y todos ellos de componente noroeste (330 grados).
A no ser, claro está, que el ovni descubierto sobre Madrid a las 10.30 h. (Z) ascendiera, cambiara de forma y aguardase el vuelo de Iberia sobre la Sierra Cebollera. Y sin querer vuelvo a hacer buena la hipótesis «darnaudiana». Una teoría que, en el caso de los ovnis del 14 y 15 de mayo de 1968 que sobrevolaron Cataluña, adquiere una especial intensidad. Rafael Farriols fue el primero que me alertó sobre este interesante particular. Curiosamente, el objeto fotografiado por él mismo no coincidía con lo observado a simple vista o con la ayuda del telescopio. Aunque sé que parece de locos, ambas formas no guardaban relación. Y para enredar del todo este «manicomio», ahí está la versión de los pilotos de los «cazas» que trataron de interceptar ese mismo ovni, en la mañana del 15 de mayo: «se asemejaba a una seta», comentaron al regresar a su base.
¿Es casualidad que estemos planteando el mismo problema suscitado en los avistamientos del 3 de junio de 1967 sobre Extremadura?
Honradamente, pienso que no. Y me acojo de nuevo a la tesis menos mala: esos objetos eran (y son) máquinas «no humanas», con una tecnología (?) tan excelsa que nos obliga a enmudecer. Si la soberanía del hombre -como defendía Bacon- se apoya en la ciencia ¿no es hora de reconocer con humildad que, fría y objetivamente, esa excelencia no va más allá de nuestra propia nariz?
Y hablando de «narices», este caso del 15 de mayo de 1968 -todo un «clásico» en la Ufología hispana- las tiene y generosas… Y «tiene narices», sobre todo, en lo concerniente a la película obtenida desde el DC-9 de Iberia. Atentaría contra la verdad si no relatase lo ocurrido realmente con dicho film. La «historia» -como veremos- pone en evidencia, una vez más, lo escrito por los militares.
¿Qué dice el informe del Mando de la Defensa sobre el particular? Seamos escrupulosos y recordemos ese último y cínico párrafo:
«… Pocos minutos después, Madrid Control informó que un avión DC-9 procedente de París con destino a Málaga había avistado el objeto al NE de Madrid y que un pasajero había tomado una película en color del mismo, pareciéndole al pasajero ser un objeto compuesto de tres cuerpos esféricos paralelos. El Controlador del COC (Centro de Operaciones de Combate, en Torrejón) sugirió a Madrid Control en contacto con el avión, que pidiese al Comandante se incautase de la película, cosa que ya había hecho por su cuenta para ponerla a disposición del Mando de la Defensa, prestándose el pasajero libremente a colaborar. La película se envió a Madrid Control quien a su vez la remitió al Ministerio del Aire, al Jefe del Servicio Nacional de Control que a su vez la hizo llegar a este Mando. Madrid, 31 de mayo de 1968.»
Por su parte, veinticuatro años más tarde, la Sección de Inteligencia del MOA, al elaborar el correspondiente «resumen» sobre el suceso, se muestra más cauta y -conocedora, quizás, de las irregularidades cometidas con el pasajero y la película de su propiedad- prefiere dar «una larga cambiada», limitándose a practicar el «deporte» de las verdades a medias…
«A requerimiento del Comandante del DC-9 -dice el MOA-, un pasajero filmó con una cámara el «objeto», entregando posteriormente la película, para que fuese entregada al Mando de la Defensa.»
Como se desprende de las palabras del comandante Gahona, la primera fase del «requisamiento» sí se ajusta a lo expuesto por el Mando de la Defensa en el escrito del 31 de mayo de 1968. Torrejón -a través de la «línea caliente» que le une con Control Madrid- «sugiere» que el piloto de Iberia se haga con la película. A partir de ahí, la versión presentada en el referido informe oficial es un monumental embuste.
Los hechos -tal y como fueron narrados por el pasajero en cuestión, señor González Retuerce, en aquellas fechas director de la agencia Interopa- ocurrieron de manera muy diferente.
El comandante José Luis Gahona, en efecto, lo intentó. Pero el providencial pasajero -en su perfecto derecho- se negó a entregar lo que era suyo. Y conservó la cámara en su poder.
A las 15.30 horas, con un pequeño retraso, el DC-9 aterrizaba en Le Bourget. Y la expedición se trasladó al hotel Hilton, en la capital francesa. El retorno a Canarias se produciría el sábado día 18.
Pero las autoridades militares españolas no estaban dispuestas a perder la batalla. Y esa misma tarde, cuando el grupo llegó al hotel, tres funcionarios de la Embajada española en París aguardaban ya al señor González Retuerce. Más celeridad, imposible. Y uno de ellos -de uniforme- se identificó como el agregado militar aéreo de dicha Embajada. Se trataba del coronel B. Martínez. Y fue directamente al asunto exigiendo la inmediata entrega del film.
«.. El argumento del agregado aéreo -confesó González Retuerce- fue de lo más expeditivo: «Si no obedece la orden de Madrid nos veremos en la penosa obligación de retirarle el pasaporte.»
El pasajero Alfredo González Retuerce, propietario de la película-ovni del 15 de mayo de 1968, fue «chantajeado» por las autoridades aeronáuticas españolas. «O nos entrega el film o nos veremos obligados a retirarle el pasaporte.»
(Gentileza de la familia González Retuerce).
El coronel E.B. Martínez, agregado aéreo en París en 1968. Cumpliendo órdenes requisó la película tomada a un ovni por el pasajero de Iberia Alfredo González Retuerce.
(Gentileza de la familia B. Martínez.)
Ante semejante «chantaje», el director de Interopa tuvo que ceder. Y la película, convenientemente precintada, salió, por valija diplomática, con rumbo a España. Y el viernes, 17, era depositada en el despacho del general Gavilán, en Torrejón. Y el film -de cuatro minutos de duración- fue proyectado en una pantalla de tres metros. Y por dicha sala de proyección fueron desfilando los pilotos de combate del 104 Escuadrón que habían participado en los diferentes «scramble» de los días 15 y 17 de mayo de 1968, fundamentalmente. El Mando de la Defensa mostró un especialísimo interés en averiguar si el ovni que aparecía en la «super-ocho» era el mismo que habían perseguido los «cazas». La opinión de los reactoristas -con los que he podido conversar- fue unánime:
«El objeto filmado se hallaba tan lejos que resultaba imposible la identificación. Sólo se apreciaba un punto blanco. A esto había que añadir la vibración de la cámara y la suciedad de los cristales del avión. Total, que no sacamos nada en claro…»
A pesar de ello, cada piloto fue obligado a visualizar la película -según palabras de los tenientes y capitanes- «por activa, por pasiva y por perifrástica».
Y las preguntas surgen por sí mismas:
Si en realidad -como defiende el MOA en sus «conclusiones»- sólo se trataba de un vulgar y rutinario globo estratosférico francés, ¿a qué tanto empeño y tanto pase de película? Y, sobre todo, ¿por qué se recurrió al «chantaje», amenazando al pasajero con la retirada del pasaporte?
Documento del Ejército del Aire. Una nueva mentira.
A estas alturas, nadie puede aceptar que semejante obstinación tenga algo que ver con la versión difundida hoy por los militares. Lo sabían en 1968 y también en 1992: los objetos que violaron el espacio aéreo nacional no eran globos meteorológicos.
Para este investigador que suscribe, la afirmación del Mando de la Defensa -«prestándose el pasajero libremente a colaborar»- resume a la perfección cuanto trato de transmitir: «Algunos militares, en el fenómeno ovni, no juegan limpio.»
Y lo más increíble es que ese informe del 31 de mayo de 1968 iba destinado al ministro del Aire… En otras palabras: la máxima autoridad aérea española también fue engañada.
El propietario de la película, señor González Retuerce, entrevistado por J.J. Benítez.
(Foto: Blanca de Benítez).
Y obviamente, si lo expresado por el Mando de la Defensa en dicho informe no se ajusta a la verdad, ¿por qué confiar en la Sección de Inteligencia del MOA cuando, en el último párrafo del «resumen», asegura que «desafortunadamente, por motivos desconocidos, la película no llegó al 4º Negociado de la 3ª Sección del Estado Mayor del Aire y, por consiguiente, no figura en el expediente…»? El rosario de engaños, mutilaciones y medias verdades es tan abultado que la desclasificación me recuerda el cuento del lobo…
¡ Cuánto acierto contiene la sentencia del poeta alemán Rückert!: «El que miente una vez, generalmente debe habituarse a la mentira, porque necesita siete mentiras para ocultar una sola.»
«¿Por motivos desconocidos?»
Tengo la sensación de que el MOA se ha mostrado exquisitamente dulce y tolerante respecto a la «desaparición» de la película.
Comprobante de envío – original.
Si echamos una ojeada al oficio enviado por el teniente general jefe del mencionado Mando de la Defensa (reproducido en esta información) es fácil observar que en dicho escrito fueron estampados cuatro sellos que demuestran, teóricamente, que el film propiedad de González Retuerce sí ingresó en la sede del Ministerio del Aire.
Sigamos el peregrinaje de esos documentos y de la película:
Primer sello.
El Registro General acusa la entrada del envío procedente de la base de Torrejón con el número 1139/3 y fecha 1 de junio de 1968. De allí sale hacia el Estado Mayor.
Segundo sello.
Secretaría del Estado Mayor del Aire. Se registra la entrada ese mismo 1 de junio, bajo el número 7430.
Tercer sello. La 3ª Sección dice haber recibido el dossier el 5 de junio. Y adjudica el número 5067 (4º Negociado).
Cuarto y último sello.
El archivo de esa 3ª Sección 4º Negociado del Estado Mayor del Aire guarda los papeles -¿y la película?- en la carpeta número 1700.
En el «índice de documentos» de este expediente desclasificado, la Sección de Inteligencia del MOA hace una aclaración interesante:
«Consta anotación referente a la no recepción de la película en EMAIRE/3a SECCIÓN,/4º NEGOCIADO.»
Si aceptamos que el MOA dice la verdad y que en dicho archivo de la 3ª Sección 4º Negociado figura esa anotación de «no recepción del film».
¿A qué conclusiones podemos llegar?
Creo que todas ellas son, como mínimo, comprometedoras. Veamos.
Posibilidad número uno:
La película entró real y físicamente en el Ministerio del Aire, pero alguien la «levantó» en el transcurso de esos cinco días en que el mazo de documentos «viajó» de un departamento a otro. De acuerdo con los sellos, el film permaneció en la Secretaría del Estado Mayor desde el 1 de junio, sábado, al 5, miércoles. Tanto esa tarde del sábado, como el domingo, 2 de junio, el Ministerio permaneció cerrado, aunque con los habituales servicios de guardia.
¿Pudo alguien penetrar ese fin de semana en la Secretaría y apoderarse de la película? Por supuesto que sí. Naturalmente, una acción de esta naturaleza nos obligaría a cerrar el círculo de los posibles ladrones entre el personal destinado en esos despachos y con un conocimiento exacto del lugar donde se guardaba el expediente. Ese «alguien», además, tuvo que ser un individuo cuya presencia -fuera de horario- no despertara sospechas entre los referidos servicios de seguridad. Conociendo como conozco la mecánica de esas dependencias, lo más probable es que el sujeto en cuestión portara una o más llaves, imprescindibles para acceder a determinados despachos y escritorios.
Posibilidad número dos:
La película llegó el 5 de junio a la 3ª Sección 4º Negociado.
Y otro «alguien» la sustrae, procurando dejar constancia escrita de que «NO ha sido recibida». Nos encontraríamos ante un panorama parecido al anterior. El ladrón o ladrones podía pertenecer a cualquiera de esos departamentos, incluyendo el archivo.
La hipótesis -aunque algo retorcida- es verosímil. Situaciones más cinematográficas se han visto, y se siguen viendo, en el tenebroso mundo del espionaje.
Posibilidad número tres:
A pesar de lo manifestado en el oficio del Mando de la Defensa, el film nunca entró en la sede del Ministerio del Aire, en Madrid.
¿Se quedó en Torrejón? ¿Se «perdió» por el camino? ¿Qué papel pudo jugar en este laberinto la CIA o las Fuerzas Aéreas norteamericanas destacadas en dicha base de «utilización conjunta»?
No debemos olvidar que en esa mañana del 15 de mayo de 1968 -según consta en el expediente desclasificado- dos «cazas» de la USAF despegaron igualmente en misión de interceptación de uno de los ovnis. Dicho de otra forma: los norteamericanos también estaban en el ajo. Y según mis informadores, la película fue visualizada y examinada -y de qué manera- por los pilotos y los mandos USA. Y se mostraron especialmente «interesados» en analizarla…, en los Estados Unidos.
A buen entendedor…
¿Dónde se encuentra hoy la «desaparecida» película, propiedad de un ciudadano español? Si mis pesquisas llegan a buen fin, creo que podré demostrar que en los archivos de un conocido edificio militar con forma de pentágono… Y no soy el único que tiene esa sospecha. Por cierto, las gestiones desplegadas por el legítimo propietario de la película confiscada jamás prosperaron. El Ministerio del Aire siempre dió la callada por respuesta. Ni siquiera las presiones ejercidas por el entonces gobernador civil de Las Palmas, Alberto Fernández Galar, y el delegado de Iberia, Luis Herrero -ambos testigos de excepción de la «requisa»-, obtuvieron resultado alguno.
Por supuesto -como habrá oportunidad de demostrar en su momento- no es éste el único caso de confiscación ilegal de una película o de fotografías sobre ovnis. Quizás por ello -curándose en salud y conscientes de que este tipo de actuaciones pueden acarrear serios problemas legales- el MOA, en la secreta normativa «IG-40-5», de 31 de marzo de 1992, incluye un apartado revelador. En el «anexo A», dedicado a los «Cometidos de los Oficiales Informadores e Investigadores», bajo el título de «Soportes gráficos», se lee textualmente (ver normativa IG-40-5)
«Los soportes gráficos que pudieran existir no pueden ser exigidos ni confiscados.
«Debe hacerse ver a sus poseedores el alto grado de interés que para el posterior análisis de los hechos supone el disponer de tales soportes gráficos, garantizando en cualquier caso su devolución, una vez analizados y reproducidos. También -se devolverán, a menos que el remitente indique explícitamente lo contrario, los soportes gráficos voluntariamente remitidos por particulares a cualquiera de las Autoridades Aéreas responsables de la recepción de información de avistamientos ovni…»
Interesante «aviso a los navegantes». Lo malo es que estas disposiciones, como digo, son «confidenciales» y sólo ahora -bajo mi responsabilidad – son ofrecidas a la opinión pública.
En conclusión: el expediente desclasificado por las Fuerzas Aéreas Españolas -«MADRID – BARCELONA» (1968 / día 15 de Mayo) – es una auténtica tomadura de pelo.
Pero, como iremos viendo, no ha sido la única…
Que el internauta saque sus propias conclusiones.