J. J. Benítez.
«Mi trabajo es abrir la mente de las personas a otras realidades»

En la imagen destacada: El crucero con inicio y fin en Barcelona en el que se embarcó Benítez, de 74 años, comenzó el 11 de enero y terminó el 20 de abril. (FOTO: IVÁN BENÍTEZ.)

Fuente: Laura Puy Muguiro. Diario de Navarra. 8/11/2020.

El periodista pamplonés ha publicado ‘La gran catástrofe amarilla’, su cuaderno de bitácora del crucero en el que daba la vuelta al mundo cuando surgió la pandemia del coronavirus.

Aunque la última vez que pisó la redacción de un periódico como periodista fue hace 41 años y ha publicado 63 libros desde 1975, Juan José Benítez se siente periodista. “Lo de escritor no sé…”, añade. Tiene sentido: para escribir esos libros investiga como periodista. El autor de la saga de ‘Caballo de Troya’, con más de 8 millones de ejemplares vendidos, publica fundamentalmente sobre el fenómeno ovni, el más allá, la existencia de otras civilizaciones y la vida de Jesús de Nazaret, al que admira. Temas que surgen también en su último libro ‘La gran catástrofe amarilla’, durante las charlas con sus compañeros de crucero en el que el periodista pamplonés, de 74 años, y su mujer se embarcaron este enero para dar la vuelta al mundo. Su cuaderno de campo se convirtió en un retrato psicológico del pasaje al surgir la pandemia del coronavirus en plena navegación.

-Al final del libro, una nota dice: “Para restar credibilidad a La gran catástrofe amarilla, el autor ha deslizado trece errores de segundo y tercer orden”. ¿Por qué quiere restarle credibilidad?

-Escribí esa nota porque en ese crucero pasaron muchas cosas que se cuentan en el libro, y algunas pueden ser del agrado de las personas y otras no. Y como no tengo interés en herir la sensibilidad de nadie, sobre todo desde el punto de vista religioso, coloqué esa nota. Se deslizan una serie de informaciones sobre el Padre Azul, sobre el Buen Dios, y hay gente muy católica que no lo acepta, a la que no le gusta. Quien quiera pensar o creer que no es cierto, muy bien.

-Ha subtitulado el libro Diario de un hombre tranquilo. ¿Vivió tranquilo la travesía?

-Sí, muy tranquilo. Yo soy así, tranquilo. A lo largo de mi vida no he perdido los nervios. En momentos difíciles y críticos suelo reaccionar con bastante serenidad.

-Como los del crucero…

-Cuando las noticias comenzaron a llegar al barco, indicando que aquello era grave, la gente perdió los nervios, entró el miedo y fue un desastre. Lo único que hacía yo era tranquilizar a quien iba conmigo, contar chistes, cambiar de tema… para evitar precisamente el miedo.

-Leyendo el libro da la sensación de que los embarcaron como experimento psicológico: comprobar la reacción de las casi 3.000 personas en ese crucero.

-Éramos unos 2.000 pasajeros y 800 tripulantes y, efectivamente, es lo que tú dices. Ni que pintado un cuadro, un retrato psicológico tanto de las nacionalidades como de los individuos. En cuanto a las nacionalidades, franceses y alemanes, por ejemplo, estaban a la greña. Pienso que no han superado la Segunda Guerra Mundial, y cualquier ocasión era buena para insultarse y tirarse botellas, unido, por supuesto, al miedo que provocó el hecho de la pandemia, a no saber nada de nada, a que no nos dejaran bajar a tierra en 43 días, al miedo al contagio…

-El libro se presenta como el cuaderno de bitácora que escribió en el viaje. ¿Por qué publicarlo?

-Escribiéndolo en el crucero -lo hago siempre, tengo como cien cuadernos de campo de todas las investigaciones y viajes- no tenía intención de publicar nada. Pero luego entendí que la situación era muy grave, una experiencia que no se podía dejar para dentro de dos o tres años. Hasta entonces iba a publicar Mis primos, un libro de investigación sobre el fenómeno ovni que se puede publicar ahora o en un tiempo.

-Desde las charlas con sus compañeros de crucero, el libro viaja por sus investigaciones sobre ovnis o la vida tras la muerte, de la que está seguro al 150%.

-He investigado mucho sobre este tema. Lo empecé en el año 68, antes que el fenómeno ovni, y ese cúmulo de información me lleva a pensar que después de la muerte hay vida, y muy importante. Probablemente, una de las razones por las que soy bastante tranquilo es la seguridad, la confianza que tengo en que después del dulce sueño de la muerte voy a seguir vivo: despertaré en un sitio increíble y maravilloso para el que no hay palabras.

-¿Cómo recibían sus compañeros esto que les decía?

-Por las caras que ponían, la mayoría no creía absolutamente nada de lo que estaba diciendo. Lo entiendo: bajo la presión de la situación de la pandemia y del miedo, si alguien dice “que no os dé miedo morir”, le miran con cara muy rara. Es que, obviamente, nadie se quiere morir.

-¿Y ante la profecía que les contó del monje budista hace un siglo por la que en 2020 China lloraría y la nueva plaga se extendería por todo el mundo?

-Mi trabajo es abrir la mente de las personas. ¿Cómo? Investigando, reuniendo información sobre determinados temas y publicándolos. Ahí se termina mi trabajo. Quien quiera creerlo, muy bien; quien no, también. Soy muy providencialista y sé que cada uno tiene su ‘contrato’ en esta vida, su trabajo y su misión. No aspiro más que a poder abrir la mente de algunas personas.

-¿A qué quiere abrirlas?

-A otras realidades. Que sepan que después de la muerte van a seguir maravillosamente vivos; que no estamos solos en el universo, que hay muchas más civilizaciones ahí fuera, y, por supuesto, intentar hacerles llegar que Jesús de Nazaret no es el personaje que nos ha trasladado la religión. Fue muy distinto.

-¿Cómo fue?

-Para mí, una persona entrañable, muy humana y próxima que en un momento determinado de su vida, cuando acaba de cumplir 30 años, asume, en un proceso que yo no comprendo, la divinidad que tenía. A partir de ese momento empiezan los prodigios, los milagros. Es un hombre-dios.

-Desde 2011 un notario guarda informaciones que le llegaron: una gran roca llamada Gog provocará en 2027 el caos mundial. Usted iba a abrir esa acta notarial este octubre, ¿lo ha hecho?

-Aquella información me pareció tan traumática e impresionante que acudí al notario para que diera fe de ella, pero no la voy a dar a conocer. Con las circunstancias de esta pandemia no me parece prudente. Entiendo que no debo añadir dolor al sufrimiento.

-Su web contiene una cuenta atrás, hasta agosto de 2027, ¿el momento en que Gog penetraría en la atmósfera terrestre?

-Exacto, y ojalá esté equivocado.

-De estarlo, ¿le restaría credibilidad a estos años de investigaciones y publicaciones?

-Me da igual. Si no llega Gog, me daré por muy satisfecho, y si me critican y me dicen que me equivoqué, lo aceptaré y estaré feliz. Porque, si se cumple, serán 1.200 millones de muertos en 48 horas.

-¿Le ha perjudicado estudiar a los ovnis?

-Al principio, sí, porque hubo mucha oposición y críticas negativas, muchas burlas, muchas risas. Pero ahora ya no: la gente medianamente inteligente sabe que lo hago de la manera más honesta posible, que llevo muchos años en la investigación y que lo que estoy diciendo y publicando es absolutamente cierto.

-No es una conversación del crucero, pero está en el libro: la teoría de los militares americanos y el coronavirus.

-No es una teoría, es una información que recibo y que no me extraña para nada porque al lo largo del tiempo se han producido sucesos muy parecidos: el ébola, las vacas locas, la colza… El asunto es el que coronavirus habría sido fabricando en un laboratorio militar norteamericano y difundido por los propios militares al resto del mundo utilizando ‘pantallas’, como China, gente a la que culpar para desviar la atención de los verdaderos autores.

-¿Ha recibido reacciones a esto?

-Me están llegando cartas y correos electrónicos y estoy recibiendo llamadas de gente que está muy de acuerdo. Aunque la conocida está quizá muy sorprendida por el problema de mi mujer.

-Del que habla en el libro. Escribe que la tristeza estaba casi desde el inicio del crucero y que la que llama ‘chispa’ le decía algo que usted no entendía.

-No comprendía muy bien qué me estaba susurrando, y lo hizo bastante veces. Sobre todo cuando había algún tipo de bronca, discusión o problema con Blanca, yo escuchaba esa voz que tenemos todos, esa ‘chispa’ en la mente, en el interior, que me decía que tenía que estar pendiente de ella, perdonarla… Pero no lo entendí. Hasta que lo comprendí.

-Al comienzo del viaje intuyó que no iba a ser normal. ¿Tenía que ver con el cáncer que le detectaron a ella tras el crucero?

-No. La intuición podría ser, para que me entiendas, como un ángel que pasa de puntillas delante de ti, a mucha velocidad, diciéndote algo. Y la ‘chispa’ es, para mí, un fraccionamiento del Buen Dios que, no se sabe cómo, se instala en la mente humana a partir de los 5 años, cuando el niño o la niña toma su primera decisión moral. Es la voz que te susurra -y no la de la conciencia-. Lo que ocurre es que soy muy despistado, no le presto atención…

-¿Cómo está ahora?

-Le han dado un pequeño respiro en la CUN tras unas sesiones de quimioterapia. No lo pregono a los cuatro vientos, pero si alguien me pregunta, digo la verdad. Y en Pamplona se están portando maravillosamente bien.

-El libro acerca al Benítez personal, leyendo, por ejemplo, que conoció “la mar” con 3 años en Barbate. “Mi padre era de allí, prácticamente toda la familia, y en el verano del 49 me llevó a la playa de la Hierbabuena, que está muy cerca. Era la primera vez que vi la mar y fue un flechazo, un amor absoluto total”. O que la última vez que lloró, con 53 años, fue al morir su perro Thor. “No lloré cuando murió mi padre [más tarde]. Está enterrado en Pamplona con un epitafio que se titula ‘Al fin libre’. No lloré probablemente porque sé que está vivo. Pero no tengo esa seguridad con mi perro, y lloré, amargamente”. O que tras finalizar Periodismo en la Universidad de Navarra en 1965 dejó Pamplona y desde entonces ha regresado solo de visita. “Me fui a Murcia. Al acabar la carrera, el director de la entonces Escuela de Periodismo, Ángel Benito, me dio a elegir entre ir a trabajar a El Comercio de Gijón o a La Verdad de Murcia, le pregunté dónde había más sol y a Murcia me fui”, ríe. Después llegaron El Heraldo de Aragón y La Gaceta del Norte, en Bilbao. Ahí, en 1979, abandonó el periodismo como redactor en periódicos, “a raíz sobre todo de la muerte de José Mari Portell en el 78 [primer periodista español asesinado por ETA]”. “Después de todos esos años de plomo, me planteé dedicarme solo a la investigación. Había empezado en La Gaceta en el 72, a la vez que las investigaciones del fenómeno ovni, y cubrí siete-ocho años de ETA y del conflicto de estos cavernícolas, 300 atentados. Llegó un momento en que era insufrible”. Tenía 33 años.

DNI

El periodista Juan José Benítez López nació el 7 de septiembre de 1946 en Pamplona y ahora reside en Cantabria. Trabajó hasta 1979 como reportero en varios periódicos: La Nueva Rioja, La Verdad, El Heraldo de Aragón, La Gaceta del Norte y La Hoja del Lunes. Ha publicado 63 libros. Está casado con Blanca Rodríguez. Tiene cuatro hijos de su primer matrimonio.

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