Es extraño. Jamás lo vi torear, salvo en el cine. Era realmente difícil que yo hubiera podido acudir a una plaza de todos para ver torear al gran diestro cordobés. Entre otras razones, porque, cuando él murió, el 28 de agosto de 1947, yo estaba a punto de cumplir un año. “Manolete”, sin embargo, fue el “instrumento” que me permitiría disfrutar del primer recuerdo de mi vida. Ocurrió en julio de ese año de 1947. Mi padre, vestido de militar, le dijo a mi madre: “Voy a ver torear a “Manolete”. Eran los Sanfermines. Yo miraba a mi padre desde el suelo. Recuerdo que era tan alto que no se terminaba nunca. Viviamos en el cuartel de la Guardia Civil, en San Francisco, en Pamplona (España). Es el primer recuerdo de mi padre y de mi vida, gracias a un hombre que nunca conocí.
Juanjo con su padre.