Fuente: Héctor Escalante. Especial para YVKE Mundial / Apoyo en audio de Radio Mitre. Viernes, 5 de Dic de 2008. 10:26 pm
El escritor español sugiere, a través de 101 reflexiones divulgadas en su nuevo libro, “De la Mano con Frasquito”, cómo entender y enfrentar el agitado mundo actual. El autor contrasta las diferencias entre la razón y la intuición y sostiene que la muerte no debe inspirar temor alguno, porque ésta es simplemente un ascensor.
El periodista español Juan José Benítez aseguró que su publicación más reciente, De la Mano con Frasquito, auspiciada por la editorial Norma, no es más que el resultado de un ejercicio donde se pretendió “exprimir una vida”.
“Yo tengo 62 años y exprimí todo lo que sabía, como si fuera un limón, entonces ha quedado una esencia, creo que bebible, digestiva y sabrosa, desde mi punto de vista”, comentó Benítez durante su intervención en el programa Noche de diván, de la radio argentina Mitre, en el marco del lanzamiento del libro, realizado de manera simultánea en varios países, incluyendo Venezuela.
El autor de la saga “Caballo de Troya”, aseguró que las personas que lean su nuevo libro “se van a quedar con un buen sabor de boca”, en el sentido de que alguna vez pensaron lo que está expresado en sus páginas y que quizás nunca se atrevieron a decirlo en voz alta.
Aseveró que el mismo rompe con muchos tabúes. Citó como ejemplo el planteamiento que hace sobre la muerte, a quien según su criterio, “no hay que tenerle absolutamente ningún respeto ni miedo, porque es un ascensor simplemente”.
Asimismo, indicó que el texto también contrasta las diferencias entre la razón y la intuición. En ese sentido, argumentó que “la razón realmente es un invento norteamericano”.
También señaló que entre las 101 reflexiones que ofrece en sus páginas, se habla del “Buen Dios” como algo muy próximo, “que no ves pero tocas” y de las pequeñas cosas de la vida, “como la felicidad que venden y que nadie puede conseguir nunca”.
Al ser consultado sobre el significado específico del número de reflexiones, comentó que “el 101 es una especie de “Buen Dios” diciendo que si con la cabeza… ¿a qué?, eso es lo que me gustaría que descubrieran”, precisó el escritor de origen español.
Frasquito, su nieto, el gran inspirador
La imagen que aparece en la portada del libro es una foto que hizo hace algunos años a su nieto, apodado cariñosamente «Frasquito» desde que nació, intuyendo que esa sería la portada del libro que ya estaba maquinando.
Contó que tuvo diferencias con la casa editorial, porque ellos ya se habían planteado otras ideas gráficas para ilustrar al texto, pero “yo mantuve la postura de que no, son esos ojos oceánicos los que tienen que estar ahí”, enfatizó.
Respecto al título del libro, acotó que tuvo que negociar con la editorial porque no lo entendían muy bien. “Yo les dije, no, consérvenlo, porque es un título que a primera vista no dice nada y precisamente por eso engancha”.
Creyente pero no religioso
Con mucho orgullo y mostrándose muy seguro de si mismo, JJ Benítez, o el Juanjo, como afectuosamente le dicen algunos de sus lectores, asumió que es un hombre “profundamente creyente no religioso, es decir, todo lo contrario a Albert Einstein”.
Recalcó que “gracias a Dios” no profesa ninguna religión, pero reconoció que mantiene una actitud de respeto hacia los diferentes cultos. Confesó, además, estar consciente de la existencia de una o de muchas inteligencias, “que resumimos o sintetizamos como Dios” y que en su caso particular, son vistas y entendidas como ese “Buen Dios” al que tanto hace referencia.
Benítez comenzó a huir de las religiones por no estar de acuerdo con sus intencionalidades. Siempre consideró que en este ámbito “hay que ser coherente con las ideas” y como él no comulgaba con los planteamientos de la religión en la que fue educado, se hizo apóstata desde hace varios años. Sin embargo, reconoció que las mismas “pueden ser provechosas en determinadas circunstancias y que hay gente magnifica dentro de las iglesias, que cumplen su trabajo admirablemente”.
Tímido y solitario a pesar de ser figura pública
Todavía no asimila la reacción de esa gran masa de personas que han leído sus textos en todo el mundo y que se avalancha sobre él en cada presentación pública. “Es muy gratificante cuando alguien viene con un libro y quiere que se lo firmes y te cuenta algo, te cuenta una historia… es muy gratificante, pero lo que ellos no saben es que yo soy muy tímido y que estoy haciendo un gran esfuerzo”, asintió el escritor.
“Yo peleo con las editoriales para que no me hagan firmar ejemplares, para que no me hagan presentaciones y yo sé que es muy complicado y muy difícil porque no es lo lógico, pero intento llegar tarde, me hago el distraído por ahí para no acudir a los sitios”, reveló.
Aunque parezca contradictorio, a más de treinta años de trayectoria, con 50 libros publicados y más de 9 millones de ejemplares vendidos en todo el mundo, Benítez asegura ser un hombre “muy introvertido, muy tímido y solitario”.
Afirmó que todos los recorridos que tenía que hacer, ya los ha hecho, por eso ahora, decir algo en público le resulta terrible, “primero porque no sabes que diablos tienes que decir, segundo, no sabes porque diablos te escuchan y tercero, porque estoy mejor en mi casa”, confesó sonriente.
Ahora queda claro porque JJ Benítez prefirió radicarse al sur de España, en un pueblecito escondido de Cádiz, frente al mar, “solitario, melancólico y silencioso, que se deja recorrer”, llamado Barbate, lugar que a su juicio, evidencia una gran diferencia de lo que se siente cuando se transita por la ciudad, de donde huyó hace varios años.
Manifestó que cuando le corresponde visitar Madrid, mira con asombro a la gente y se pregunta ¿cómo pueden vivir en una ciudad donde nadie se conoce, donde todo el mundo corre y donde la gente parece tener muchísima prisa aún sin saber a dónde va?.
Simplicidad, objetividad y subjetividad
Benítez suele apreciar cada detalle y cada instante de su vida, por eso mantiene una estrecha y armónica relación con su vecina más cercana: la mar. “Me gusta asomarme a la mar y ver cómo está hoy, la escucho, está enfadada, o no está enfadada, está dormida, no está dormida, hablamos, me besa los pies y yo se lo agradezco, me canta con la espuma, depende”.
El también investigador del fenómeno OVNI, afirmó que el lugar donde se habita constituye la imagen de lo que se es como persona. “El pueblo, la ciudad, son siempre lo que eres tú, o como te sientes tú. Si tú entras en tu ciudad, en tu pueblo o en tu aldea y si entras alegre, las casas bailan. Pero si tú estás deprimido o triste, el agua es oscura. Todo depende de lo que tengas en el corazón en ese momento y así son las cosas, las cosas no son objetivas, siempre son subjetivas”, explicó.
Basado en esa teoría, Benítez reseñó que en su libro, De la mano con Frasquito, plantea con insistencia que “hay que mirar a las cosas y hay que hablarle a las cosas, porque las cosas son las grandes olvidadas de la vida. Están y parece que no están, entonces hay que tener un poco más de consideración”. Sobre ese aspecto, recomendó dedicar un poco más de atención a cosas simples como las piedras, las plantas, las nubes y los colores, “porque si conseguimos hacerlo, eso nos llevará al paso siguiente, que es ser más respetuosos con el mundo”.
Mentiras que dan risa
A JJ Benítez le produce gracia escuchar frases como: “hay que cambiar el mundo”. Según el periodista español, “el mundo tiene su propio ritmo, sus propios ciclos y nosotros no podemos ser tan soberbios como para decir que hay que cambiarlo, eso es falso”.
De ahí que también resulte una falsedad decir que el ser humano esté modificando el clima del planeta. “El ser humano puede contaminar, pero no puede modificar el clima”, aclaró. Lo que si es cierto, refutó Benítez, es que “el cambio climático actual se inició aproximadamente hace 8 mil años, cuando terminó la glaciación y empezó la desertización y nadie contaminaba hace 8 mil años”.
En ese sentido, argumentó que “se está metiendo miedo a la gente con intereses bastardos y oscuros”. Sobre el miedo, recordó que éste siempre ha sido utilizado como una herramienta de dominio a nivel eclesiástico, político y económico.
Otra complejidad en la vida de Benítez es su relación con la escritura. A pesar del reconocimiento de sus lectores por lo espléndidas que resultan sus obras, confesó que le cuesta mucho trabajo escribir. “Yo me siento a la máquina y padezco y sufro, en cambio, cuando dibujo, el tiempo vuela, me lo paso muy bien. Es más, yo me decidí a ser periodista cuando pintaba”, señaló. Pero su compromiso con la profesión, refiere, lo ha llevado a expresar la pintura a través de la escritura.