Hace treinta años, un extraordinario periodista cambió el rumbo de mi vida. Lo hizo sin querer, estoy seguro, pero lo hizo.
Se llamaba José María Portell. Era el jefe de local del desaparecido rotativo La Gaceta del Norte de Bilbao (España). Le conocí el 1 de mayo de 1972, cuando me incorporé al citado periódico.
Portell me impresionó desde el primer momento. No era muy hablador. Se mantenía siempre a una cierta distancia, pero era un luchador nato. Trabajaba el Periodismo en primera línea. Fue un reportero de raza, siempre de la mano del escepticismo, como debe ser.
Y una mañana, la del 28 de junio de 1978, fue tiroteado a la puerta de su domicilio, cuando se disponía a acudir a su trabajo. Dicen que lo asesinó ETA. Fue el primer periodista asesinado en el País Vasco. Esa mañana no tuve más remedio que ocupar su puesto y cubrir la dolorosa información de su muerte. Quedé, sencillamente, marcado. Un año después me despedía del Periodismo activo, y proseguí con mi labor de investigación y mis libros. Y me pregunto muchas veces: ¿hubiera dado el salto de no haber sido por la muerte de mi amigo Portell?. Quién sabe…
Lo cierto es que su muerte, querida Carmen Torres Ripa, no fue en vano. Yo, al menos, supe que nada es lo que parece. Él me lo enseñó después de muerto.
Algún día -lo sé- volveremos a vernos (los tres).
PD.- Es hora ya de que escriba lo que pienso. ¿Fue ETA quien mató a Portell?. ¿O fue el terrorismo de Estado?. ¿Qué se guarda sobre el asesinato de Portell en los tenebrosos archivos del Centro Nacional de Inteligencia?. ¿Algún día será desclasificado?. Personalmente, lo dudo. Portell sabía demasiado y, además, era honrado…
José Maria Portell, con Carmen Torres, su mujer, también periodista, y sus hijos. (Gentileza de Carmen Torres Ripa)