En la imagen destacada: (Foto: Carlos Ruíz.)
Fuente: elmundo.es 1/VI/2022. Luis Alemany – BARBATE. Foto: Carlos Ruiz BK
El escritor abandona su tono clásico inconformista y desafiante para ofrecer el diario de los siete meses y 21 días de quimioterapias, esperanzas efímeras y recaídas brutales que precedieron a la muerte de su mujer durante 39 años, Blanca Rodríguez Gómez.
Después de 67 títulos publicados y nueve millones de ejemplares vendidos, después de haber inventado un género que es a medias cuento de hoguera y a medias periodismo de investigación, a medias enredo de Thomas Pynchon y a medias contracatecismo negro, JJ Benítez se presenta ahora ante sus lectores con una voz frágil y conmovedora que, en parte, refuta la imagen que conocimos todos. En Blanca y negro (Planeta, desde hoy en las librerías) es el diario de los siete meses y 21 días de quimioterapias, esperanzas efímeras y recaídas brutales que precedieron a la muerte de Blanca Rodríguez Gómez, la mujer de Benítez durante 39 años. En su relato, el narrador no es el clásico inconformista desafiante de los Caballos de Troya, sino un casi anciano que se retrata a sí mismo con dureza. Benítez enseña lo peor de sí mismo: maniático, obsesivo, colérico, mal dispuesto para confiar en la buena fe de las personas…
Benítez llora, se enfada y se empecina en las páginas de En Blanca y negro, se enfurece con los médicos, con las hijas de su mujer, con los periodistas, con los políticos y con el Opus Dei. Pero Benítez también está retratado en un lado dulce y frágil, aparece en lo mejor de sí mismo. Vela a Blanca día tras día, la distrae del dolor con álbumes de fotografías viejas, recuerdos de viajes y cortejos, pide perdón después de cada enfado y le escribe notas de afirmación y poesías amorosas.
«Siempre he escrito poesía, pero tuve una mala experiencia con mi primer libro de poesía, lo secuestraron en Chile porque le ofendió a la Iglesia Católica cuando la dictadura. Así que ya no quise publicar más. Pero sigo escribiendo poesía y reuniéndola en libros que son para mí, son el registro de mis emociones. El último libro habla de Begoña, es una despedida más íntima», explica Benítez.
Benítez está en Barbate, el pueblo en el que nació su padre, un guardia civil hijo de una contrabandista de nylon y café a la que llamaban La Siciliana. «Aquí, en la playa de la Hierbabuena, mi padre me enseñó la mar por primera vez cuando yo tenía tres años. Y desde entonces me enamoré». En realidad, la agonía de En blanca y negro ocurre lejos, entre Castro Urdiales, el lugar en el que vivían Blanca y Benítez, y Pamplona, la ciudad en la que la enferma se trató el cáncer y donde murió en enero de 2021. Pero Barbate es el escenario idealizado de ese diario, el lugar añorado cuyo nombre funciona como una promesa de curación milagrosa.
Porque tanto Blanca como JJ querían la vida, desafiaban a la muerte. A diferencia de otros libros dedicados a narrar una enfermedad terminal, que se dirigen casi siempre a algún tipo de sabiduría mística, una aceptación de la muerte como parte de la vida, En Blanca y negro es un relato de rebeldía y desesperación. La enferma y su doliente odian la enfermedad. «Se muere la persona con la que has vivido 39 años y hay dos planos. Por un lado hay una parte de comprensión lógica: ‘Esto que le pasa a Blanca es una enfermedad ante la que existen tales tratamientos que tienen tales límites’. Y luego está la otra parte que te lleva a rebelarte, a negarte a aceptar la información que te dan en términos racionales».
En la crónica de la enfermedad de Blanca, Benítez descubre una parte muy íntima de sí mismo. Habla del día, en ciudad de México, en el que vio por accidente el pecho de Blanca y cómo ese momento embarazoso fue un presagio de plenitud amorosa y sexual. Cuenta la frustración que le causa tener un hijo con el que no habla desde hace décadas y de otra hija que, después de ir a la universidad, sólo encuentra trabajo limpiando habitaciones de hotel. Cuenta del dolor por haberse criado junto a una madre fría. Cuenta de su compleja relación con Jesucristo y con Dios, a los que llama El Jefe y El Ángel Azul, y con los que dialoga irónicamente cada día de agonía, a pesar de haber apostatado formalmente hace muchos años…
«La visión que tengo de Dios y de Jesús es bondadosa y amable, pero también dolorosa, porque siento que han sido malinterpretados y manipulados. Pero los tengo presentes. Llegué a postrarme ante ellos para pedirles que salvaran a Blanca».
Por ahí acaba apareciendo el JJ Benítez clásico, el que ve el mundo como una lucha entre el bien y el mal en la que él llama a la resistencia. Un ejemplo: en los momentos más insoportables de la enfermedad, los médicos de Pamplona se negaron a recetar morfina a Blanca. Y su marido vio en ese gesto una señal del mal que nos acecha. «Leí en una biografía de Escrivá de Balaguer que él había recomendado ese camino, el del sufrimiento. ¿Es eso humano?». En las páginas de En Blanca y negro aparece el hilo que lleva desde ese choque entre pacientes y oncólogos hasta los temas clásicos de Benítez: la conspiración de la ufología, la falsificación de la Historia, la visión de Lucifer como un personaje noble e inconformista, la conspiración de los necios…
«Ha sido duro vivir así, en la confrontación, ha sido una vida de mucha soledad e incomprensión. Siento que la estupidez avanza».