Agosto de 1978.
En mis pesquisas tras los ovnis fui a parar a un paraje perdido, en el coto de Doñana, en Huelva (España).
Allí trabajaba el tío Melitón (nombre supuesto). Profesión: carbonero.
Nunca salió del lugar.
Allí descansé unas horas.
Melitón me proporcionó agua, algo de queso, y conversación.
Había visto “luces” misteriosas. Muchas veces.
– ¿Qué son?, pregunté.
– Almas en pena –replicó, convencido– Vuelan, aterrizan, queman el pasto, y matan el ganado.
– ¿Y por qué querrían matar el ganado?
– Sed. Los muertos tienen mucha sed. Por eso dejan a los animales sin sangre…
– ¡Vaya! ¿Cree usted en los extraterrestres?
Melitón sonrió, burlón.
– Ni siquiera creo en la llegada del hombre a la Luna…
– No me diga.
Melitón asintió, y añadió:
– Esa noche (se refería al 21 de julio de 1969) permanecí en vela, observando la Luna. Y no vi nada…
Maravilloso.
Allí dejé al tío Melitón, canturreando algo de Manolo Caracol…
El tío Melitón. (Foto: J. J. Benítez.)
(Foto: J. J. Benítez.)