Hablaba reposadamente. Jamás se alteraba. Tenía la sonrisa fácil y el gesto amable. Sabía mandar sin que se le notara. Conseguía lo imposible de sus periodistas (incluida la capa de supermán).
Se llamaba Alfonso Ventura y fue redactor-jefe de la desaparecida Gaceta del Norte. Jamás vi un redactor-jefe tan capaz de entusiasmar.
Me enseñó a volar solo en el mundo del Periodismo. Él me envió a buscar la tumba de Hitler, en el Berlín Este de 1973. Él me puso tras la pista de los ovnis.
En los momentos malos echaba mano de una misteriosa botella de güisqui, que nunca se acababa, y con la que superábamos todo problema; no importaba de qué naturaleza.
Ventura era feo, católico y sentimental.
Alfonso Ventura: un redactor-jefe imaginativo, audaz, comprensivo y leal. Ya no quedan… (Gentileza de la familia Ventura.)