Abalessa, al sur de Argelia.
La primera vez que oí hablar de ella fue en el Hoggar argelino, en Tamanrrasset. Los tuaregs la llaman Tin Hinan, “ella, la de las tiendas”. Dicen que fue una princesa llegada del norte, desde Tafilalet, en el Atlas marroquí. Cruzó del desierto con su doncella, Tamakat, y un ejército de esclavos negros. Tin Hinan caminó 1500 kilómetros entre arena y piedra y fue a instalarse en el oasis de Abalessa, muy próximo a Tamanrrasset. Allí –dicen los tuaregs– tuvo relaciones sexuales con los dioses. Cada noche descendían de los cielos estrellados y hacían el amor con Tin Hinan. Así nacieron los Kel-Rela, la tribu madre de la que descienden los Kel-Ahaggar. Era alta, de dos metros de altura, y siempre apoyada en una caña. Era bellísima. Y cuentan que Tin Hinan conocía los secretos de la mítica Atlántida. Era uno de sus descendientes. Trabajaba la alquimia y profetizaba. Sus sueños premonitorios la convirtieron en reina de Abalessa y de todo el Sahara. Allí fue sepultada y allí acuden los tuaregs para dormir sobre su tumba y recibir sueños premonitorios.
El esqueleto, en el momento del descubrimiento.
Hoy, sus restos descansan en el museo de El Bardo, en Argel. Muy pocos conocen su historia. Yo, cuando la visito, deposito una rosa roja sobre la urna.
P.D.- Al ser desenterrada, Tin Hinan presentaba el pie derecho rodeado de bolas de antimonio. El izquierdo lucía cinco perlas de amatista.
Perla de amatista hallada en la tumba de Tin Hinan.
Momentos antes de entrar en la tumba de la princesa. (Foto: Iván Benítez.)
Tin-Hinan, la madre de los tuaregs, según la leyenda. (Foto: Iván Benítez.)
Entrada a la tumba de Tin Hinan. (Foto: Iván Benítez.)
Restos de Tin Hinan, actualmente expuestos en el museo de El Bardo (Argel). (Foto: Iván Benítez.)
La tumba de Tin Hinan, al fondo. (Foto: Iván Benítez.)
La princesa Tin Hinan cruzó el Sahara, desde el sur de Marruecos hasta Abalessa, en Argelia. (Foto: Iván Benítez.)