JJ Benítez.
Razones por las que la luz del sol me cae bien

● Porque no es racista. Lo mismo se le ve barriendo nieblas que sacando brillo a la luna.

● Porque broncea gratis y desinteresadamente, sin pedir el voto a cambio.

● Porque habita en las chabolas y en los palacios, como si nada.

● Porque me permite ver por el ojo de la cerradura de la memoria.

● Porque, al calentarme en los días tibios, me reconcilia conmigo mismo.

● Porque hace bailar a los girasoles al son que ella toca, y en el colmo de la astucia les hace creer que el sol es Dios.

● Porque viste de domingo a los geranios y obliga a la naturaleza a estirar el cuello, como diciendo: “estoy aquí”.

● Porque es la llave y el motor de arranque que pone en marcha la primavera.

● Porque es el tren de aterrizaje de Dios, que llega.

● Porque es la hija pródiga, que vuelve tras el invierno, quién sabe de dónde.

● Porque le quita seriedad a la humedad.

● Porque despierta sin ruido a los lotos y a las uñas de gato.

● Porque juega al escondite con los inviernos polares.

● Porque abre la temporada turística en los hoteles de las flores y la vendimia entre las abejas.

● Porque inaugura conciertos en los árboles y le pone alas a los trinos.

● Porque le pone nombre a los frutos.

● Porque calienta la soledad de las piedras.

● Por ser la única que arranca destellos de plata a los mudos y ávaros peces.

● Porque despierta a Dios en forma de ramillete.

● Por poner orden en la habitación del invierno.

● Por llevar al día el archivo de la naturaleza: de la A a la Z.

● Por ser respetuosa y no levantar las faldas de las profundidades marinas.

● Por vestir a las medusas con velos y sombrillas, como en las bodas.

● Porque alimentas sin necesidad de masticar.

● Porque, cuando te vas, todos te sueñan.

● Porque traes y llevas la historia de las estrellas, aunque con retraso.

● Porque eres la única que no ha cambiado de chaqueta en este mundo de locos.

● Por guardar ángeles invisibles en el armario del infrarrojo.

● Porque eres la última en soltar la mano del moribundo.

● Porque, a pesar de sus casi 300.000 kilómetros por segundo, sabe descender suavemente, en paracaídas, con la nieve.

● Por ser tan paciente en los espejos.

● Por reflejar siempre hacia el exterior, y no desobedecer.

● Por no ser integrista, pudiendo.

● Por elegir la elegancia y la transparencia en las gotas de lluvia.

● Por haber sabido pactar, tan sabiamente, con las sombras, esos ciudadanos de segunda.

● Por permitirme mirar en todas direcciones, sin regatear.

● Por bajar las escaleras de la corriente eléctrica como una vedette.

● Por repartir colores sin mirar a quién.

● Por quedarte a vivir con los más humildes y limitados, con la escasa renta per capita de 400 a 780 nanómetros.

● Por dejar pasar primero a las sensaciones en los sueños de los ciegos.

● Porque sé que la besas por mi cuando ella toma el sol en el balcón.

● Porque te irrita el falserío de las incandescencias, de los neones y demás fluorescencias.

● Por tu complicidad con Dios a la hora de contrabandear sensaciones de colores.

● Por declarar tu amor en el azul del efecto Doppler-Fizeau.

● Por haberte compinchado en la retina con tres familias nobles de rojos, verdes y azules y por haber dejado a las familias monocromáticas para los perros y los gatos.

● Porque sé que te has guardado un as en la manga: los anticolores y otros antiquarks.

● Por no avergonzarte del nombre de pila de Luzbel.

● Por llegar tan lejos y, sin embargo, tan impecable.

● Porque me permite suponer lo que no veo.

● Porque iluminas en los sueños, no sé cómo.

● Porque cose y borda la vida en la fotosíntesis, tampoco sé cómo.

● Por cojear en los cielos empedrados.

● Por disipar el cañón de los celajes.

● Por vestirte de luto en las tormentas.

● Por hacer de ascensorista de Dios.

● Por avisar en las intermitencias.

● Por no ser rencorosa y dejar que los Rayos X hagan su trabajo.

● Por quedarse a dormir en los icebergs.

● Por maquillarse de azul en las turquesas.

● Por hacerse la tímida en las rendijas.

● Por imitar a Picasso en las auroras boreales.

● Por salir a pasear en carroza real en los diamantes.

● Por hacer camping en los charcos.

● Porque es de ideas fijas: nunca visita la cara oculta de la luna.

● Por su sentido del humor. Se disfraza de láser y dice que es coherente.

● Porque cuando trabaja en una linterna lo hace en secreto.

● Porque no ha aprendido a resbalar por las paredes encaladas, como le gusta hacer a la lluvia.

● Porque cuando se introduce en un tubo catódico ríe, llora, hace teatro y toda una serie de tonterías, incluso da noticias.

● Porque se vuelve esférica cuando ve un limón.

● Porque palidece en la piel de los muertos, como si supiera.

● Porque se resigna cuando alguien pinta una pared de rojo caldera.

● Porque juega a hacer olas en los trigales.

● Porque es una más en la conversación de las azucenas.

● Porque me encanta cómo guiña el ojo en el charol.

● Porque construye arcos iris triunfales para que no se moje Dios.

● Porque hace como que sube en las burbujas, pero no es cierto.

● Por hacer el milagro de la reverberación y echar a caminar al desierto.

● Porque brilla y brilla por el níquel, a la búsqueda de un imposible: el reflejo perpétuo.

● Porque, antes de bajar a tierra, observa, prudentemente, desde las nubes.

● Porque, en la borrachera de los cielos azules, es la única que conserva la verticalidad.

● Porque, cuanta más luz, más obnubilación.

● Porque, a veces, se queda rezagada en el cuarto oscuro de mi memoria…, como ahora.

● Porque es el mejor intérprete de oscuridades.

J.J. Benítez

J.J. Benítez

Cuestione con J.J. Benítez los grandes misterios y los temas insólitos que el hombre se planteó en el pasado y de los que aún hoy busca una respuesta. Rompa las barreras de lo desconocido y disfrute de la mano de J.J. Benítez y sus sorprendentes descubrimientos. Venga con nosotros y viva a través de sus obras y documentales de TV, la hechizante aventura del saber.

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