Una semana después de la muerte de Fernando Múgica se despedía de nosotros otro gran reportero: Miguel de la Quadra-Salcedo.
Miguel se bebió el mundo, literalmente.
Lo envidié (sanamente) cuando se jugaba la vida para Televisión Española. En la facultad de periodismo, todos queríamos ser Miguelito de la Quadra-Salcedo. Todos queríamos cargar una cámara y adentrarnos en las guerras y en los horizontes humanos.
Después tuve la fortuna de coincidir con él en el regreso del general Perón a Buenos Aires. Y supe que Miguel, además de audaz, era humano y compasivo como pocos. Me acogió en su equipo y me ayudó a salir a flote en aquella borrasca informativa. Yo sólo tenía 27 años.
Después, cuando coincidíamos, hablábamos de lo humano y de lo divino. Y siempre se lamentaba de lo mismo:
– Y yo, ¿por qué nunca he visto un ovni?
Recuerdo que le contestaba:
– Porque sólo miras en el interior de las personas.
Ahora -lo sé- Miguel recorre la galaxia (de momento), en una ruta Quetzal interminable.
Lástima que España sea un país de cainitas…
Yo le hubiera concedido (en vida) el premio Príncipe de Asturias a la Cultura y a la armonía entre los pueblos. Como poco…
Miguel de la Quadra-Salcedo.