Tenía diez años cuando vi a Charlton Heston en «Los diez mandamientos». Charlton Heston no tuvo la culpa, lo sé, pero, desde entonces, el Dios del Sinaí fue, para mí, un Dios castigador, distante, vengativo, inexplicable, sanguinario y permanentemente cabreado. Era el Dios que se llevaba entonces, a lo Cecil B. DeMille. Heston, después, encarnó a Judá Ben-Hur y Dios se aproximó un poco a aquel muchacho de catorce años, pero sólo un poco. Fue mucho después cuando Jesús de Nazaret me entregó otros mandamientos: los diez «no mandamientos». Dicen así:
1.- Dios no castiga.
2.- Tú no eres lo que crees.
3.- Tú no eres libre, ahora.
4.- Dios no es el final.
5.- Tú no puedes ofender a Dios, aunque lo intentes.
6.- Dios no juzga. Nadie lo hace cuando mueras.
7.- Dios no pone condiciones. Sólo te ama.
8.- Dios no es religioso.
9.- Lo más hermoso no ha llegado aún.
10.- Dios no está afuera, sino dentro.
Aún así, estoy en deuda con Charlton Heston. Fue el primero que me mostró el Sinaí, y también la zarza ardiente, y el poema del Mío Cid, y la magia de Miguel Angel, y la posibilidad de viajar en el tiempo, y también Pekín.
Pd.- Ahora, querido amigo, ya sabes que los rifles no se utilizan en los cielos…
Charlton Heston en 1957. (Foto: PictureLux / The Hollywood Archive / Alamy.)
Charlton Heston en «Los diez mandamientos». (Foto: Paramount Pictures.)
Charlton Heston. (Foto: ZUMA Press, Inc.)