(Foto: Iván Benítez.)
Nilo Azul, en Etiopía.
Lo recuerdo como un momento especialísimo. Ese día me consagré al Padre Azul. Desde ese instante quedé sujeto a la voluntad del buen Dios.
Frente a la cascada, sumergido en el agua pulverizada y en un arco iris mágicos, elevé a los cielos la oración que me enseñó Él:
“¡Padre, recíbeme!
Me consagro a ti ahora, en el tiempo,
y mañana, en el no tiempo.
¡Padre, recíbeme!
Consagro mi voluntad a la tuya,
aunque no comprenda.
¡Padre, recíbeme!
Sé que me habitas.
Me arrodillo y proclamo tu bellinte.
Llévame de la mano.”
(Fotos: Iván Benítez.)