En la jungla de mis archivos – cada vez más profunda- ha ido prosperando una sección que, en un primer momento, nació tímida y frágil. Parecía nada. Ahora, cinco décadas después, es lo más noble de mi territorio.
Recibe el título de «Gente maravillosa”. Ahí acumulo imágenes, documentos y recuerdos de quienes han influído en mí, siempre para bien. Los otros, -necios y vampiros-, ocupan una carpeta mucho mas voluminosa.
F Jiménez del Oso y J.J. Benítez.
«Gente maravillosa «es gente única, que jamás podrá se reemplazada. Gente que, por una u otra razón, me deslumbró. Gente hacedora de maravillas terrenales, como saber escuchar, responder sin demora y sin retroceso a la angustia o a las necesidades de los otros, aplicar con tacto la pomada del humor y, muy especialmente, respetar a propios y extraños, aunque sean intoxicadores, frotaesquinas, malparidos o necios cromosómicos.
Fernando se hallaba en esta carpeta antes de morir (incluso cuando tenía pelo). Y fue así porque, además, era un sabio estimulador de dudas, porque era ducho en la siembra de silencios, porque me demostró que su mano izquierda nunca sabía lo que regalaba la derecha y porque, simplemente, hay seres a los que se les quiere, sin más.
En cierta ocasión me dijo: «Lo sé todo, pero se me ha olvidado». Ahora estará en plena faena de recuperar lo que fue suyo (de lo contrario se habría levantado de la muerte y habría vuelto). No lo negaré. Siento cierta envidia. Ahora, él conoce la verdad de los ovnis, aunque no pueda fumar. Yo, no debo fumar y no conozco nada de nada.
Espérame, amigo.
J.J. Benítez.
Fernando Jiménez del Oso.