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El ovni de Oregón (1966) fotografiado 30 años después

En su labor de destrucción, mejor dicho, de intento de destrucción, del fenómeno ovni, el «lado oscuro» de la ufología utiliza todos los medios a su alcance, tal y como podemos comprobar en todos los casos expuestos en esta página web.

Una de esas tácticas, bien conocida por los intoxicadores profesionales y los Servicios de Inteligencia, es la fría y sistemática ocultación de datos. Datos e informaciones clave. Sólo así puede enmascararse la verdad.

CASO «OREGÓN»

Esto, ni más ni menos, es lo ocurrido con un célebre avistamiento ovni, registrado en 1966 en el estado norteamericano de Oregón.

Repasemos primero los hechos.

El 22 de Noviembre del citado año, en las proximidades de la Ruta 50, muy cerca de Williamette Pass (Oregón), un doctor en Bioquímica -cuya identidad no fue facilitada- efectuaba un lento ascenso hacia el Pico Diamante, a unos 1600 metros de altitud. Su intención era tomar unas fotografías del impresionante panorama.

A medida que se acercaba a la cima, la escarpada masa granítica iba emergiendo de la niebla. El doctor hizo dos fotos del paisaje y se disponía ha hacer la tercera cuando, de pronto, «algo» apareció frente a él.

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Imagen tomada por el doctor en bioquímica.

Y nunca mejor empleada la palabra «aparición» por que el objeto-según el testigo-no llegó de ninguna parte. Sencillamente, se «materializó» frente al desconcertado doctor. Sin dudarlo un segundo, y con la cámara frente a los ojos, el excursionista apretó el disparador.

Al terminar, el doctor se quedó mucho más perplejo que antes. El objeto en ya no estaba allí… Esto le llevó a pensar que quizás no había visto nada y que todo se debía a una ilusión.

Pero la historia no concluye ahí.

La fotografía número 11.

La vieja «Kodak 35» del profesor hacía buenas fotos, aunque acusaba un defecto muy común en los modelos con el obturador entre la lente. El fluido lubricante se transforma en algo parecido a un adhesivo y las velocidades disminuyen. El síntoma es especialmente apreciable cuando la cámara está fría. Y esta será la situación de la «Kodak 35» al hacer la exposición número once: la del misterioso objeto.

Al revelar la película, el doctor recibió una nueva sorpresa. Allí estaba, en efecto, lo que él había visto en la montaña. No era, por tanto, una ilusión. Sin embargo, allí había tres objetos… ¿Cómo era posible?. El doctor recordaba perfectamente que, ante sus ojos, sólo surgió uno.

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Ampliación del ovni.

El primer paso del testigo fue llamar a la fuerza aérea de los Estados Unidos y comunicar lo ocurrido. El doctor no tuvo inconveniente en someter el negativo y una copia a todo tipo de investigación, siempre y cuando lo ocurrido no trascendiera a la prensa.

El resultado fue una llamada de un oficial de la fuerza aérea de los Estados Unidos que le «sugirió que lo fotografiado en el Pico Diamante no era otra cosa que tres objetos comunes, como los utilizados en el tiro al plato».

Impávido, el doctor en bioquímica se dirigió entonces al NICAP, en Washington.Después de seis meses se le comunicó «esperaban cerrar el caso sin un estudio adicional». Por fortuna para todos, el caso terminó en las manos del fotógrafo profesional Adrian Vance.

Los análisis técnicos.

El procedimiento para realizar una fotografía es simple, aunque está cargado de aritmética.

El tamaño de la imagen registrada en las cámaras que es igual al tamaño del objeto multiplicado por el alcance focal, y dividido por la distancia del objeto.

En cualquier expresión matemática simple sólo podemos tener un factor desconocido, pero en el análisis de los ovnis nos enfrentamos generalmente con dos incógnitas: El tamaño del objeto y la distancia. Uno de esos dos apartados debe ser determinado de alguna manera. Las mejores fotografías de los ovnis contienen imágenes de objetos conocidos, sombras y segundos planos con los cuales puede correlacionarse el ovni.

En este caso, el alcance focal de la cámara es de dos pulgadas (cada pulgada equivale a algo más de 23 mm). La fotografía nos muestra imágenes de árboles conocidos, como es el caso de los abetos «Douglas», con más de veinticinco pies de diámetro (unos ocho metros). Tomando como punto de partida uno de los árboles más prominentes, y suponiendo que su copa fuera de unos veinticinco pies de diámetro, el tamaño de su imagen en negativo era tal que el árbol tendría que haber estado a 600 pies de la camara (unos 200 metros), a fin de satisfacer la ecuación ya citada.

Trabajar con pequeños negativos de 35 milímetros sería imposible si no fuera por algún tipo de técnica de proyección. Y la que utilizó el equipo que llevaba a cabo los análisis-y que relata estos pormenores- consiguió ampliar el negativo hasta 25,4 veces. Esto convirtió cada milímetro lineal de la original en una pulgada de la pantalla. Las ampliaciones mayores tienden a confundir las cosas, ya que las únicas imágenes que pueden distinguirse con calidad son las granulaciones del papel.

En una habitación oscura, estas técnicas de proyección permiten contar con la mayor imagen posible, aunque invertida. Es decir, el negro aparece como blanco y al revés. Existe, por tanto, una cierta dificultad para «leerla», de modo que todas mediciones que se tomen de ella deben ser reiteradas para su adecuado control.

El examen de un positivo común de 8 x 10, en este caso del ovni, da la impresión de que el objeto se encuentra ubicado a media distancia, con relación a los árboles situados -según apuntáramos- a 600 pies de la cámara. Teniendo en cuenta -por la estela inferior del vapor- que el objeto parece estar elevándose verticalmente en ese claro, disponemos de dos razones para aceptar la cifra 300 pies (100 metros) para la distancia. Y si se revisa la ecuación anterior para calcular el tamaño del objeto, aparece la siguiente conversión:

300 pies x doce pulgadas/pie por 0, 124 pulgadas = 268 pulgadas.

2 pulgadas de alcance focal (tamaño de imagen) o 22, 3 pies (diámetro del objeto). Es decir, unos siete metros.

Las 12 pulgadas/pie fueron agregadas para convertir los trescientos pies a pulgadas; y las 0, 124 pulgadas (tamaño de la imagen) provinieron de una proyección de 25,4 donde la imagen de la pantalla medía 3,15 pulgadas. Si el objeto hubiese estado a seiscientos pies -el borde de todo el claro de la atalaya-, aquel tendría que haber sido 2 veces más grande; es decir, de unos 44,6 pies de diámetro (unos quince metros).

Pero nuestra experiencia-prosiguen los técnicos-en está clase de investigación nos indica que un objeto en realidad no está más cerca de doscientos cincuenta pies (50 metros), lo que tal supuesto reduciría su diámetro a unos once pies (unos 4 metros).

Es un hecho interesante vivir en una atmósfera como la nuestra, donde la luz que se reflejan las moléculas de la ley de interfiere en la fotografía oscura siendo las imágenes, pero nos proporciona paralelamente a otra forma de terminar la distancia en un gesto. El sistema es un problema matemático, en un experimentado «globo ocular» también puede lograrlo corrector. Ambas ecuaciones y lujo indican algo situado alrededor de los 800 pies.

Señaló que funesto y dos mil y está definitivamente fuera de la clase de los objetos usados entidad la y es probablemente demasiado grande como para ser lanzado al aire provista. Este simple análisis contraria a las conclusiones de la fuerza aérea y técnica. Este último nunca trató de explicar la fotografía, sino que se centró en el hecho de que el testigo vió una cosa y fotografió otra.

UNA HIPÓTESIS

Y el equipo prosigue así:

Este era el nudo gordiano, de modo que nos pusimos a trabajar con la cámara para determinar si había algo nuevo en cuanto a la forma en que funcionaba. Lo lamentable era que la cámara no quería funcionar normalmente. La «enfermedad» del obturador había seguido su curso. Pero girando el dispositivo destinado a hacer avanzar en film, se hizo operar el mecanismo el mecanismo de tal manera que las hojas fueron arrastradas de la abertura en la forma ordinaria, apareciendo normales todos los otros cuadros de la tira: el problema, el fin, no era el obturador en sí.

La solución surgió cuando dimos con la idea de que un hombre y una cámara «ven» de dos formas distintas…

Una cámara registra cualquier cosa que se coloque delante de ella con suficiente luz como para captar una imagen determinada durante el tiempo que permanezca abierto su obturador. El ojo del hombre, en cambio, no disponer de un obturador, pero hay un ciclo visual que nos produce en impresión de una fluctuación visual, cuando en verdad está no existe.

Por ejemplo: si miramos un disco que gira, mitad negro y mitad blanco, parecerá titilar si gira a menos de treinta veces por segundo a plena luz, veinte veces por segundo si hay poca luz. El disco, por supuesto, no está oscilando, pero nuestra visión está centelleando a intervalos. Cualquier cosa que suceda dentro de ese intervalo de 1/30 segundo de centelleo será transmitido a los centros nerviosos como un solo suceso. En otras palabras: NOSOTROS VEMOS EN IMÁGENES FIJAS….

No detectamos el centelleo de los cines porque la información visual es proyectada a la pantalla a razón de 24 pulsaciones por segundo, más velozmente, por tanto, nuestro ciclo visual con luz tenue. Vemos una imagen coherente en la pantalla porque las escenas se mueven suavemente y de una manera que tiene sentido visual.

Supongamos que un director de películas de Hollywood particularmente maniático, decidiera producir un film en el cual cada cuadro fuera totalmente diferente. Ver ese film no sería otra cosa que visualizar un trazo borroso, pero si nos proveemos de una cámara y de vez en cuando tomamos algunas fotografías, la película revelada mostraría imágenes individualmente definidas, mientras haya suficiente luz en la pantalla para permitir una velocidad de obturador mayor que un veinteavo de segundo.

UN DEFECTO PROVIDENCIAL.

En el momento en que apareció el objeto fue visto por un hombre con un sistema visual que estaba «funcionando» en ciclos de un treintavo de segundo y por una cámara fotográfica colocada a 1/100 de segundo y f/8, cargada con película Panatomic X.

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En el esquema, la posición del fotógrafo y los increíbles movimientos del objeto.

Pero, como se apuntaba anteriormente, el obturador no estaba funcionando a la velocidad indicada…
Para determinar la velocidad real de funcionamiento se recurrió a un densitómetro, que indicó que en el cielo -en el negativo número 11- era cuatro veces más denso que en los restantes negativos de la misma tire de película. Esto suponía un error de dos puntos, que lleva la velocidad alrededor de 1/30 de segundo. Esta velocidad es tambien consistente con la falta general de claridad de la fotografía, ya que 1/30 de segundo es justo el doble del intervalo normalmente recomendado para la fotografía manual.

LA SENSACIONAL CONCLUSIÓN.

La secuencia de los sucesos registrados habría sido, entonces, así:

1 El obturador se abre y el objeto es registrado en una primera posición, con una estela inferior de vapor.

2 El objeto desaparece y reaparece en la segunda posición, pero presenta un tamaño aparente menor.

3 El objeto desaparece, sin borrón o movimiento aparente, y reaparece en la tercera posición con un tamaño visiblemente mayor. Por último, el obturador se cierra.

Está claro que el objeto, o cambió de volumen o se movió primeramente hacia atrás y después hacia adelante, superando en este último caso la posesión originaria. Presumiendo que el objeto se desplazó, y que se hallaba a cien metros en la posición final, las distancias correspondientes a las dos primeras posiciones serían las siguientes: trescientos veinticuatro pies (ciento ocho metros) en la primera posición y trescientos cuarenta y ocho pies (ciento dieciséis metros) en la segunda.

Teniendo en cuenta que el diámetro estimado este 22,3 pies (7,4 metros) parecería que el objeto se movió «un espacio» hacia arriba y atrás al ir de la primera a la segunda posición y un espacio hacia arriba y dos hacia adelante al moverse de la segunda a la tercera posición.

La imagen del objeto en la segunda posición encaja justo entre las imágenes correspondientes a las primeras y la tercera oposición, lo que confirma que el objeto se movía con increíble precisión.

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Puesto que el obturador estuvo abierto 0,03 segundos y cada imagen parece ser de igual densidad, el objeto aparentemente fue visible 0,01 un segundo en cada posición. El testigo probablemente percibió un solo objeto en un solo punto determinado, ya que su retina reunió una impresión borrosa de algo que apareció en el lugar, pero su recuerdo serie impreciso y poco claro, de la misma manera que el espectador de la mencionada película de «cuadros diferentes» sólo podía recordar uno o dos fotogramas de la misma, especialmente llamativos o provocativos.

La fotografía indica que este proceso de aparición y de desaparición es «no instantáneo». Los bordes del objeto son relativamente tenues y la parte inferior oscura es más negra que en el centro. La luz del fondo pasa a través del centro por un periodo menor de tiempo que a través de los bordes. Nos preguntamos -en consecuencia en- si este curioso aspecto de las desapariciones y reapariciones es quizá algo novedoso en el concierto de la ufología. De ninguna manera.

Varias respetables autoridades del tema han escrito sobre observaciones de ovni practicadas simultáneamente a ojo desnudo y por radar, que se han desvanecido en el espacio.»

Hasta aquí el valioso estudio dirigido por el norteamericano Vance y que fue publicado por la revista «Photographic Magazine», en su número del mes de enero de 1973. Dicho análisis no se hubieran llevado a cabo, quizás, de no haber sido por la señora Isabel Epperson, representante del NICAP para la zona de California del sur y que no se mostró de acuerdo con los resultados obtenidos por el citado organismo.

En su laborioso trabajo, como vemos, ha proporcionado a los científicos y a los incrédulos la más viva demostración de que la «tecnología» ovni nada tiene que ver con nuestros esquemas y leyes físicas conocidas.

TREINTA AÑOS DESPUÉS.

Pues bien, casi treinta años después, en 1993, el «lado oscuro» de la ufología -en este caso norteamericano- «resucitaba» el caso de Oregón, formulando una «explicación» que, francamente, provocó la risa. Pero la noticia se propagó como la pólvora, siendo utilizada -cómo no- por los detractores e intoxicadores de todos conocidos…

La «brillante» explicación fue lanzada por Irwin Weider.

He aquí, en síntesis, la ridícula historia:

«Realicé varios experimentos, tomando fotos desde automóviles en movimiento y utilizando diferentes velocidades de exposición, llegando a la conclusión de que, seguramente, el ovni de Oregón era una señal de tráfico y la triple imagen, el resultado de las acciones combinadas de la cámara y de la velocidad del automóvil».

Y digo bien: ridícula explicación….Ridícula porque, entre otras cosas, el doctor en bioquímica no llevó a cabo las tres fotografías «desde un coche en movimiento».

Ridícula, además, porque en el lugar donde se encontraba el testigo -al menos en el campo visual que muestra fotografía- no existía señal alguna de tráfico indicadora del citado Pico Diamante.

Ridícula porque, entre las diferentes posiciones del ovni, se aprecia la masa de árboles. De haberse tratado de una señal indicadora, los abetos habrían quedado ocultos por la referida placa….

Ridícula porque, de ser como afirma el «genial» Weider, el poste sustentador de la señal habría actuado igualmente como pantalla, impidiendo la visión del bosque. Basta examinar la imagen con un mínimo de rigor para observar que, entre el vapor (¿) , también aparecen los abetos «Douglas»….

Ridícula porque la imagen del ovni contiene tres «cuerpos» o «masas» perfectamente diferenciados y la supuesta señal de tráfico…, ¡sólo dos!: «diamante» (en la línea superior) y «pico» (en la inferior). Por cierto, ¿qué sucedió con la flecha que señala la dirección del pico?. ¿Por qué el fotógrafo no la captó en su toma?

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La señal de tráfico que, según Weider, fotografió el doctor en Bioquímica en 1966.

Ridícula, en fin, porque, por puro sentido común, si el doctor pretendía fotografiar el espléndido paisaje, ¿Por qué dejar que una señal de tráfico apareciera en mitad de la imagen, estropeando la bella instantánea?. Naturalmente, en sus muy «científicos» razonamientos, Weider no hace mención de los estudios realizados en los años setenta. Lo dicho: ocultación fría y sistemática de los datos disponibles….

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Portada de la revista española «Muy Interesante» (número especial), rabiosamente tendenciosa y al «servicio» de los intoxicadores profesionales.

Años después, -enero y febrero del 2000-, en el número 45 de la revista española «Muy Interesante» («Muy Especial»),otro intoxicador profesional y colaborador de la Inteligencia Militar Española, se hacía eco de las aberraciones de Weider, insistiendo en la explicación «científica» de la señal de tráfico. Y con el cinismo y desvergüenza que caracterizan al «lado oscuro» de la ufología, el señor Ballester Olmos -en un artículo repleto de falsedades- escribía, refiriéndose al caso «Oregón»:

«Misterio resuelto. Aunque parezca mentira, una señal indicadora fotografiada desde un coche en marcha tuvo en jaque a los ufólogos durante años. Una reconstrucción minuciosa de los hechos reveló la naturaleza del ovni».

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Nueva metedura de pata de Ballester Olmos. El pie que acompaña a las imágenes no tiene desperdicio.

Torpemente, en su afán por destruir, este sujeto, en lugar de investigar el asunto y sus precedentes, se limitó a dar por buenas las «explicaciones» del norteamericano. Resultado: el más bochornoso de los ridículos….

UN OVNI «GEMELO» AL DE OREGÓN.

Pero la historia no termina ahí….

Lo que Weider y el intoxicador español no sabían que es que el objeto fotografiado en Oregón en 1966 sería captado treinta años después, hundiendo y desmoronando sus «excelsas explicaciones»….

Ocurrió el 11 de julio 1996, en plena Selva Negra, Alemania. Y, curiosamente, en circunstancias parecidas a las que rodearon la toma del doctor en bioquímica.

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Siana Collado formaba parte en un viaje de estudios. Y al cruzar la citada Selva Negra quedó cautivada por el magnífico paisaje. Tomó una fotografía y, algún tiempo después, al revelar el carrete, se encontró con «algo» que nadie vió en el instante de la citada toma. Allí, entre los pinos y la fotógrafo, había «algo» muy extraño y, como digo, prácticamente «gemelo» a lo conseguido en Oregón. Un objeto discoidal, moviéndose en gran velocidad, y captado -no en tres posiciones, como en el caso del doctor-, sino, al menos, seis o siete…

Por supuesto, me he entrevistado con la autora de la fotografía y hemos analizado el negativo original, sometiéndolo a diferentes estudios. La imagen es genuina, no existiendo rastro alguno de trucaje o defecto en el proceso de revelado.

Y me pregunto: ¿debajo de que piedra estarán escondidos ahora los señores Weider y Ballesteros Olmos?

J.J. Benítez

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