Lo descubrí en 1978, pero la “hazaña” se remonta a veinte años atrás, hacia 1958, en tiempos del cardenal Segura. De hecho, él fue el responsable. Fue Segura quien ordenó que las estatuas griegas y romanas fueran “amputadas”. Y así se hizo. Eran tiempos del llamado nacionalcatolicismo. Sucedió en Sevilla (España), en cuatro de las salas del Museo Arqueológico. Eran tiempos en los que no podían ser exhibidos los órganos sexuales, fueran masculinos o femeninos. Y, ni corto ni perezoso, invocando el buen gusto y la decencia, el cardenal ordenó que varias de las estatuas fueran mutiladas. Y un total de ocho penes fueron cincelados y guardados, cada uno, eso sí, con la correspondiente etiqueta:
“Mercurio. Copia romana del original. Helenístico. Itálica.
Meleagro. Copia romana del original. Helenístico. Itálica.
Niobide. Sur de Italia. Siglo IV a. de C. Donación del Duque de Medinaceli.
Torso emperador deificado. Itálica. Siglo I
Mercurio. Copia romana del original. Helenístico. Itálica.
Atleta. Copia romana del original. Siglo V a.de C. Itálica.
Supuesto torso de Adriano. Itálica. Siglo II
Trajano. Itálica. Siglo II”.
El descubridor del desaguisado fue Francisco Peláez del Espino, catedrático de la Universidad y director del Instituto de Conservación y Restauración de Obras de Arte de la ciudad de Sevilla. El hecho fue puesto en conocimiento del entonces Director General del Bellas Artes, Florentino Pérez Embid, pero las estatuas siguieron mutiladas.
P.D.- Las estatuas siguen mutiladas.