En la imagen destacada: Yo era socio del club «Ruiz de Alda». Allí se posaban los Reyes Mayos…
Fue mi mejor época. Yo era feliz. Plenamente feliz….
Esa felicidad, trabajada alrededor de pequeñas-grandes cosas, tan aparentemente nimias como una estufa de carbón en invierno, la contemplación de las gotas de lluvia, siempre perdidas en el cristal de la ventana, o la escucha, al volver del colegio, de una radionovela titulada “Supermán”, alcanzaba el éxtasis en la noche de Reyes. Ignoro cómo lograba dormirme, pero, finalmente, los nervios y yo caíamos en un profundo sueño. Y en mis sueños veía una luz. Descendía suavemente frente a mi casa, en un campo de fútbol llamado “Ruiz de Alda”. De esa luz –de color rojo– descendían los Magos. Entraban en mi habitación –sin necesidad de abrir la ventana– y me contemplaban en silencio. Yo hacía como que dormía. Depositaban los juguetes y regresaban a la luz roja.
A la mañana siguiente, antes de examinar los regalos, me apresuraba a mirar por la ventana. En el terreno de juego, en el lugar donde se había posado la extraña luz, aparecía siempre una gran mancha negra.