Tengo suerte de vivir en un lugar privilegiado, y de tener unos vecinos espectaculares a solo 200 metros de mi casa.
“ELLOS” viven en el mar, son una familia feliz.
Los veo saltar y jugar muy cerca de la playa.
Se han instalado cerca del bunker que veo desde mi ventana. Yo los espío, y, aunque no quiero ser una vecina cotilla, me gusta mirarlos.
El lugar es tranquilo, a pesar de algún que otro temporal, que levanta olas enormes.
A “ELLOS” no les importa, incluso creo que se lo pasan muy bien y se divierten.
Por lo que sé, también viajan como yo. Cruzan el Estrecho en busca de aventuras.
Pasean por las costas de Tánger y visitan a sus amigos africanos. Seguro que tienen algún pariente por allí .
Pero como nos ocurre a los humanos, viajar también tiene sus riesgos.
Eso le pasó a mi pequeño vecino delfín.
Lo encontré en la playa, la marea lo dejó varado en la playa.
Quizás alguna hélice asesina lo mató. Le destrozó parte de su pequeña cabeza.
Qué pena verle tan solo en la arena, tan inmóvil. Seguro que su familia, desde las profundidades de ese mar azul, lo estaba velando.
Era muy joven y aún no conocía los riesgos a los que se enfrentaba en este mundo difícil y peligroso.
Yo te echo de menos, pequeño vecino…