La imagen destacada hace referencia a: Leire con Blanca, poco antes del accidente.
Ocurrió durante unas vacaciones. Teníamos una semana para relajarnos y disfrutar del sol y de la playa.
En esta ocasión viajaba con mi hija Leire. Las dos necesitábamos unos días de descanso.
Todo estaba programado, pero cada día estoy más convencida de que no se pueden hacer planes. Hay que vivir el momento, como si fuera el último.
Por suerte, no sabemos cuándo será.
¿Quién me iba a decir que, en unas horas, sufriría un accidente grave, que me pudo dejar en una silla de ruedas, con una lesión medular?
Aún teníamos dos días por delante por lo que decidimos hacer una excursión en un catamarán, y visitar isla Saona. Nos dijeron que pasaríamos un día inolvidable y así fue.
Algo me decía que no debíamos ir. Mi hija no se encontraba bien.
Blanca, en el hotel de Punta Cana. Los » ORBS» la rodean por completo. ¿Sabían lo que íba a suceder?
Pasó toda la noche de la cama al baño, pero, al final, decidió que sí. Era una pena perder la excursión.
Después del madrugón y un par de horas de autobús llegamos al barco.
El ambiente era estupendo. Cuarenta personas, todas españolas, dispuestas a divertirse. El día se presentaba magnífico.
Todo fue bien hasta que salimos en dos planeadoras hacia la isla de Saona.
Ahí empezó el desastre. Después de colocarnos los respectivos chalecos salvavidas nos repartimos en las dos lanchas y empezó la aventura.
No sé por qué razón los dos pilotos iniciaron una carrera. El mar estaba un poco picado y, en una de estas subidas y bajadas, tratando de sujetar a mi hija, salí disparada del asiento, con tan mala suerte que caí de espaldas contra el filo del referido asiento.
Perdí el conocimiento y, al recuperarlo, sentí un dolor tan fuerte en la espalda que me dejó sin respiración. En un principio pensé que el golpe había sido en los riñones. Me los había destrozado. No me podía mover. Parecía que me habían cortado por la mitad.
Sin tener idea de lo que tenía, con su mejor intención, me movieron, me subieron, me bajaron, y me dieron hasta masajes en la espalda.
Cuando llegué al hotel, después de dos horas de autobús, salieron a buscarme con una silla de ruedas. No me tenía de pie.
Blanca, la mañana del accidente
El catamarán se llamaba «UFO». La casualidad no existe
Creo que en la agencia de viajes que nos vendió la excursión, por cierto filial de viajes Marsans, nunca imaginaron la gravedad del accidente.
Tengo que dar las gracias al personal del Hotel NH EDEN de Punta Cana.
Se portaron muy bien con nosotras.
Inmediatamente me llevaron a la clínica del hotel. El doctor me hizo una exploración, y lo primero que me dijo es que había un problema en la columna, que no me moviera, me inyectó un sedante y él mismo me llevo a la habitación.
Al día siguiente por la tarde regresábamos a España.
Lo hice totalmente sedada. Ha sido el viaje más duro de mi vida.
Ya en Cádiz, lo primero al traumatólogo. Vio lesiones en la columna.
Inmediatamente Tac, Resonancia y demás pruebas.
Parte medico de Blanca
Los médicos no daban crédito a lo que estaban viendo. Tenía varias vertebras rotas, con fisuras y un aplastamiento peligroso en una de ellas.
No se explicaban cómo podía haber viajado en esas circunstancias, y con unos dolores tan fuertes.
Después de varios meses inmovilizada puedo dar gracias por el hecho de poder caminar.
Punta Cana: no era mi momento…
Leire, en primer plano, en la lancha. (Foto: Blanca)