Antiguo cuartel de la Guardia Civil, en Pamplona (España). Altura del tercer piso al suelo: nueve metros. (Foto: Blanca.)
Ahora sí creo en la existencia de los ángeles. Molina fue uno de ellos.
Yo podía tener un año, o poco más. Vivíamos en el cuartel de la Guardia Civil, en San Francisco, en pleno casco antiguo de Pamplona (España). Para ser exacto, en el tercer piso. Y una mañana, no recuerdo las circunstancias, me quedé solo en la vivienda. Pues bien, no se me ocurrió mejor cosa que gatear (?) hacia una de las ventanas. Estaba abierta y me asomé. Era, y sigue siendo, una ventana con un pequeño balconcillo de hierro, de unos veinte o treinta centímetros de altura. Y me puse de pie, con medio cuerpo prácticamente en el vacío.
En esos instantes apareció en la calle un compañero de mi padre. Se llamaba Molina. Recuerdo su cara de espanto. Después –no sé cómo lo hizo-, Molina se elevó por los aires, se puso a mi altura, y, delicadamente, me obligó a entrar en la casa. Aunque, ahora que lo pienso, Molina no sabía volar….. Entonces, ¿quién me obligó a abandonar la peligrosa ventana?
La flecha señala la ventana por la que se asomó el niño. (Foto: Blanca)
J.J. Benítez, en 1947 ó 1948.