La imagen destacada hace referencia a: Blanca, impecablemente maquillada en mitad del desierto. (Foto: J.J. Benítez).
Nunca pensé salir maquillada de un desierto, pero la vida te da muchas sorpresas.
Para ir a un desierto lo primero que te pones son unas buenas botas, ropa cómoda, una gorra, gafas de sol y una buena crema protectora. Lo que menos piensas es en el maquillaje.
Pero eso no ocurre en el Wadi Rum (Jordania). Desde allí puedes salir perfectamente preparada para ir a una fiesta.
Era mi primer viaje a Jordania y el Wadi Rum es un lugar obligatorio para visitar.
La idea romántica de poder caminar donde había vivido Laurence de Arabia, (por cierto muy bien interpretado en el cine por Peter O´toole) le daba un toque de misterio.
El lugar te impresiona. El wadi está rodeado de unos enormes macizos rocosos de color rojizo. Ahí están los famosos siete pilares de la sabiduría, un lugar perfecto para poder ver la puesta de sol. Los colores de la arena cambian con la luz y en un momento pasan de un dorado suave, al ocre más fuerte. Es todo un espectáculo.
Para vivir en ese lugar toda la vida, hay que ser especial. Y así era la persona que nos guio por ese laberinto de rocas y arena.
Había nacido en el wadi y conocía cada rincón como la palma de su mano, incluso pudimos ver grabados en piedras de miles de años de antigüedad.
Era beduino y, aunque tenía su rebaño de cabras, también ofrecía sus servicios si aparecía algún turista despistado.
Así, durante unas cuantas horas, recorrimos el lugar un en destartalado 4×4.
Pero la sorpresa vino un poco más tarde. En una de las paradas vi cómo se agachaba y recogía arena de diferentes colores. Con una piedra la machacaba meticulosamente hasta convertirla en polvo y después, con mucho respeto, le pidió a Juanjo permiso para ofrecerme en la palma de su mano el maquillaje más natural de la naturaleza.
Los polvos más claros eran para el maquillaje, después, un poco más ocres, para el colorete y a continuación los rosados, para los labios. El kajal no lo llevaba a mano pero también me lo ofreció en cuanto llegáramos a su jaima .
Con lo cual salí del Wadi Rum casi como una estrella de cine y maquillada por un experto en técnicas naturales.
Lo de la peluquería lo deje para otra ocasión, ya que su look no iba con mi estilo.
Un consejo si os acercáis por el Wadi Rum: no os olvidéis de llevar unos cuantos frasquitos para guardar el maquillaje…
Los colores de Jordania (Foto: J.J. Benítez)