En la imagen destacada: Nube Roja.
Si uno consulta los archivos del Capitolio, en la ciudad de Washington D.C., comprobará, con sorpresa y horror, cómo los militares norteamericanos diseñaron la exterminación de los pieles rojas en la segunda mitad del siglo XVIII.
Todo fue meticulosamente programado.
Miles de mantas -destinadas a las reservas indias del oeste- fueron previamente contaminadas con la viruela. Después, en «señal de paz», los emisarios del Gran Padre blanco las trasladaron a los territorios sioux.
A los pocos meses habían muerto -«inexplicablemente»- más de 180.000 indios.
Y el hombre blanco se quedó con las tierras de los legítimos dueños: los pieles rojas.