Si ha habido alguien que influyó en mi, y desde la más lejana infancia, ése fue José Benítez Bernal, mi padre, aunque sería más exacto decir mi padre en la Tierra.
Él me llenó de ternura. Él me presentó a la mar, cuando yo apenas tenía tres años. Él se empeñó en que yo estudiara, y buscó los medios para que me concedieran una beca. Él se enfrentó a propios y extraños y logró lo que parecía un milagro: que yo ingresara en la Universidad y cursara la carrera de Periodismo. Él pidió prestadas las cinco mil pesetas que se necesitaban en aquel año 1962 para pagar la matrícula. Él supo escucharme, aunque no tuviera la capacidad de resolver los problemas. Él, un modesto conductor de la Guardia Civil, me hizo comprender qué era la disciplina y lo importante que resulta en la vida. Él me llevó de la mano, sencillamente con una sonrisa. Él me enseñó igualmente el valor del silencio y, por último, tras la muerte, me dejó un valiosísimo mensaje: “sigo vivo”.
José Benítez Bernal, conductor de la Guardia Civil.
Solicitud de beca para la carrera de Periodismo en la Universidad de Navarra (España).
«Sigo vivo…»