Entre las personas que marcaron mi vida positivamente, Patxi Loidi Isasti fue, sin duda, una de las más destacadas. Él no lo supo nunca. Patxi Loidi era hermano marista. Lo conocí en Santa María la Real, en Pamplona (España). Él me enseñó a amar la música. En cierta ocasión llegó a clase con algo que no era habitual: un tocadiscos. Y, sin mediar palabra, hizo sonar una música vibrante, estremecedora e inolvidable. Era la primera vez que oía a Beethoven. Loidi nos habló entonces de las oberturas de Egmont y Coriolano. Yo quedé fascinado. Podía ser el año 1959.
Loidi fue también la primera persona que me habló de Jesús de Nazaret, pero no como juez y fiscal de mi vida, sino como amigo. No sé cómo lo hizo, pero logró que el Jefe entrara en mi vida (para siempre).
Y a Loidi le debo también la decisión de ser periodista. Recuerdo que un día entró en un pequeño cuarto del colegio, en el que me entretenía pintando, y me preguntó:
– ¿Quieres ser periodista?
Yo no sabía muy bien en qué consistía ese trabajo y él lo aclaró. Dije que sí, por puro cariño hacia Loidi y porque así estaba escrito, naturalmente. Quiero creer que algo vio. Yo, en aquellas fechas (1960), ya había escrito cosas. “Pan, amor y cianuro potásico” fue mi primer libro (hoy perdido). Por aquel entonces ya me gustaban las metáforas, aunque ya lo he dicho muchas veces: yo sólo quería ser Miguel Angel.
Loidi fue otro ángel susurrador que se cruzó en mi vida.
(Fotos: Blanca.)