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El misterio de Tin-Hinan

En la imagen destacada: La Abalessa, al fondo.

En el Museo del El Bardo, en Argel, se exhibe un esqueleto de dos metros de altura. Se dice que fue una princesa huida de la Atlántida.

Supe de ella hace mucho tiempo, gracias al geólogo y explorador Rafael Brancas. Después, en mi primera visita a Argel me apresuré a recorrer el museo del El Bardo, en su búsqueda. Allí estaba, casi olvidada en un rincón. La examiné con detenimiento y admiración recordando las leyendas (?) que circulan sobre ella. Los informes de los forenses tenían razón. Aquella mujer pudo alcanzar los dos metros de altura. Era Tin-Hinan, princesa de los tuaregs y de la etnia bereber. La única mujer conocida que gobernó al levantisco pueblo del desierto. ¿O no se trataba de una mujer?

Para los tuaregs, Tin-Hinan («ella la de las tiendas») fue una princesa bereber que emigró desde la región del Atlas (actual Marruecos), probablemente de Tafitali, atravesando el horno sahariano a lomos de una camella blanca. Fue una heroína -dicen- y la fundadora del pueblo tuareg. Tras una larga marcha de casi 1.400 kilómetros, fue a establecerse en Abalessa, en las proximidades de Tamamrraset, al sur de Argelia. Allí encontraron su tumba y los huesos que se conservan actualmente en El Bardo. El análisis de los restos orgánicos que acompañaban al esqueleto ha establecido una antigüedad que oscila entre los 470 y 130 de nuestra era. Junto al enorme esqueleto aparecieron cientos de piezas de oro y plata (sólo en El Bardo se conserva un ajuar integrado por 613 collares, anillos y brazaletes) que ratifican la notoriedad del personaje. Para arqueólogos e investigadores como Lehuraux, Gautier y Reygasse, entre otros, el túmulo de Tin-Hinan es el hallazgo más destacado del África sahariana.

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Restos de Tin-Hinan en el museo de El Bardo en Argel.

Teorías enfrentadas. Para otros, en cambio, la realidad de una mujer al frente de un pueblo de guerreros no parece verosímil. Y consideran a Tin-Hinan como un mito, inventado por los bereberes o por los tuaregs. Los huesos hallados en Abalessa serían los de un hombre. Así lo defiende Adila Talbi, arqueóloga argelina, excelente conocedora de los restos que se exhiben en la vitrina de El Bardo. Algunos médicos que han tenido acceso a los huesos de Tin-Hinan opinan lo mismo que Adila: la pelvis, por ejemplo no parece la de una mujer. En todo caso, la de una mujer que no hubiera tenido partos. Los tuaregs, sin embargo, se oponen a esta sospecha. Y aseguran que Tin-Hinan “se mezcló con los dioses para crear una nueva raza”. Cuando interrogué a los hombres del desierto sobre esta extraña afirmación, los más ancianos -depositarios de la tradición oral- me hablaron de «hombres de gran altura, de pelo amarillo y ojos rasgados, procedentes de Orión, y que fueron los padres de su pueblo». Si los ancianos tuaregs dicen la verdad, ¿quiénes eran esos seres de gran altura? ¿Seres no humanos mezclados con humanos?

Otros estudiosos han querido ver en Tin-Hinan la viva representación de los atlantes. Tin-Hinan según el conde de Prorok, pudo ser una princesa que escapó a tiempo de la no menos mítica Atlántida, terminando sus días en la referida región de Abalessa, en el Hoggar. Este convencimiento de Prorok se vio fortalecido cuando acertó a leer el relato de Calassanti, un oficial y traductor que viajó al sur de Argelia en 1906. En esa época, Calassanti describe el túmulo funerario, todavía por descubrir (la primera expedición arqueológica tuvo lugar en 1925) y las diferentes versiones de los tuaregs sobre el origen y la vida de Tin-Hinan. Entre esos relatos destacan los sueños premonitorios de los tuaregs que tenían por costumbre dormir sobre el citado túmulo. Es así como surge esta hipótesis sobre una Tin-Hinan atlante.

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¿Quiénes son estas mujeres de gran altura retratadas hace miles de años en los abrigos del desierto del Tassili?

Tesoro perdido. Byron Kuhm de Prorok lleva a cabo las primeras exploraciones arqueológicas, a las que sigue una segunda campaña, en 1933, a cargo de M. Reygasse. El hallazgo tiene una enorme repercusión y surge una agria polémica; alguien, al parecer, se ha quedado con parte del tesoro que encerraba la tumba de TinHinan. ¿Qué escondía realmente el túmulo funerario de Abalessa? Probablemente nunca lo sabremos. Muchas de las piezas fueron escondidas y vendidas. Hoy se ignora su paradero. Quizá en ese tesoro perdido puede estar la explicación a muchas de las interrogantes sobre Tin, «la de las tiendas». ¿Fue la princesa fundadora de los «hombres libres», como se proclaman los tuaregs? ¿Fue un hombre o una mujer que supo de la Atlántida?

Fotos: Iván Benítez.
TIEMPO DE HOY (2004).

J.J. Benítez

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