En la imagen destacada: En plena prohibición de torear a pie las mujeres, Conchita Cintrón toreó así al natural en un festival en Oropesa (Toledo). (Foto: ABC.)
Cuando era niño –muy niño–, mi padre tenía un gato (en realidad una gata). Era ágil, desafiante, silenciosa, rebelde y con unos ojos azules interminables. La llamaban “Conchita Cintrón”. Después, con los años, supe que el nombre se lo había puesto mi padre en recuerdo y homenaje a una gran torera y rejoneadora, muy famosa en aquella época. La dictadura franquista no le permitió torear a pie. Mi padre, además de guardia civil, era un temerario y un romántico…
La belleza torera y señorial de Conchita presidió su vida. (Imagen del periódico ABC. 18 de febrero de 2009.)
Conchita Cintrón, en los años cuarenta, a lomos de su caballo. (Imagen del periódico EL PAÍS. 19 de febrero de 2009.)