Fuente: Charo Adeliño. Diciembre de 2003.
Juan José Benítez se ha hecho mundialmente conocido por sus investigaciones sobre el fenómeno ovni.
Ninguno de sus colegas de aquella Gaceta de los 70 ha podido olvidar a aquel brillante periodista que estaba dispuesto a casi todo por adelantarse a la competencia. Y han tenido tiempo para comprobar que la decisión que pocos comprendieron entonces es hoy una carrera profesional repleta de viajes, investigaciones, libros y experiencias envidiadas por casi todos. Hoy, con un enorme equipaje profesional y personal a sus espaldas, recuerda aquel periodismo que era toda una filosofía de vida.
– Hacíamos un periodismo que ya no se hace. El periodismo del «pisotón», que consistía en disfrutar quince minutos por la mañana cuando leías el periódico de la competencia o pasártelo muy mal. Era un periodismo más imaginativo, no tanto de ruedas de prensa o de despacho. Tenía más riesgo, más sacrificio, más horas. Es una de las claves de la profesión.
– Siempre comenta que no le gusta escribir. ¿Cómo es posible si ha escrito 42 libros?
– No me ha gustado nunca. Es un parto muy complicado. Lo que si me gusta es la aventura. Entrar en Cruces vestido de enfermero para hacer una entrevista. Esa atracción por lo prohibido y por el riesgo siempre me ha gustado. Escribir, lo hago por oficio. El periodismo me enseñó a a ser disciplinado. Si no hubiera sido periodista, probablemente no hubiera escrito nada.
– Por eso se define como periodista y no como escritor…
– Soy periodista. Es decir, alguien que va por el mundo con los ojos muy abiertos y que ha aprendido la capacidad de transmisión
– ¿Cómo llegó al mundo del periodismo?
– En realidad lo que me gustaba era pintar. En el colegio de los HH. Maristas de Pamplona, donde estudié, me encargaba de los murales de crítica social del colegio. Un día, el hermano Patxi Loidi me preguntó «¿Quieres ser periodista?» y yo le contesté «¿Y eso que es?». Años después, en los tiempos en que las escuelas de periodismo daban a escoger un puesto u otro, yo escogí La Verdad de Murcia por el sol y el Mediterráneo. Y con 19 años, sin saber nada, me fui una nochevieja, solo, desamparado, triste y muerto de miedo a Murcia. Allí estuve haciendo confección en talleres hasta el 68.
– ¿Le gustaba esa sección? No ofrece muchas oportunidades de aventura…
– Todas las etapas tienen un porqué. Esta me sirvió para tener capacidad de síntesis. Aprendí lo que era realmente el periodismo. El cierre, los cambios de última hora, levantar la primera. Todo el día con el tipómetro en la mano, con la tinta y el plomo, y esos desayunos maravillosos con la gente de talleres y al final ni dormías. Después, en El Heraldo de Aragón aprendí sobre todo sucesos, que además de emocionante es muy difícil. Tenía una red de cristaleros que me informaban y llegaba a los atracos antes que la policía. Tuve muchos problemas porque mis huellas estaban junto a las de los ladrones. Y el jefe superior de policía decía «el Benítez ya ha estado aquí». Lo pasé muy bien hasta el 72 que me llamó Alfonso Ventura, que estaba de Redactor jefe en La Gaceta del Norte. Fue donde empecé la etapa más frenética del periodismo.
– Formaron un equipo que es parte de la historia más brillante del periodismo vizcaíno.
– Formamos equipo con José Mª Portell, con Roldán, con Antonio Petit, con Iñaki Iriarte y Fernando Mújica, entre otros compañeros de colegio y de periodismo, con toda una banda increíble. De la vieja escuela.
«El periodismo me enseñó a a ser disciplinado. Si no hubiera sido periodista probablemente no hubiera escrito nada».
– Fue entonces cuando cubrió una noticia sobre un ovni que le cambió la vida.
– Quedé impresionado por aquel campo quemado, entrevisté a unos vecinos muy asustados, gente sencilla que no inventaba, y no había una explicación racional. A partir de ahí me entró la duda. Comencé a ocuparme del tema porque en el periódico nadie lo quería.
– ¿Por qué abandonó La Gaceta en pleno éxito profesional?
– No pude compaginar el periodismo con las investigaciones. Además, el periódico estaba muy enrarecido porque el Opus Dei se había hecho fuerte en La Gaceta y no quería estos temas. Me dijeron «lo tienes que dejar. No interesa». Y yo me llevaba las manos a la cabeza, «¡Nunca habéis vendido tanto como desde que empezamos a sacar estos temas!». Pero, política o ideológicamente a determinados sectores muy conservadores no les gustaba. Me pusieron entre la espada y la pared, y con la oposición de toda mi familia y de todos mis amigos dejé el periodismo activo.
– ¿Cuál fue la reacción de sus colegas periodistas?
– Recuerdo un comentario de Camilo Valdecantos, que con toda su buena fe, me dijo: «¿Pero tu sabes el desprestigio que vas a tener si sigues en esto?». Luego sonrisas burlonas, gente que me daba palmaditas en la espalda y otros que me miraban con cara de incomprensión: «Pero si tu puedes ser un buen periodista ¿por qué no sigues en lo tuyo?». Pero lo tenía muy claro y nunca me he arrepentido. La vocación es lo más importante.
– Si no hubiera surgido aquel reportaje su vida sería muy diferente.
– Te voy a decir un secreto: estuve a punto de volver al periodismo dos o tres veces porque era casi imposible vivir de los libros, sobre todo del tema ovni. Llegué a hablar con Antxon Barrena, director de El Correo –La Gaceta estaba agonizando –, pero en el último momento siempre pasaba algo y continuaba con las investigaciones.
– Hoy, sin embargo, muchos envidian su forma de vida.
– Se alegran de que siguiera. Creo que tienen el recuerdo de que como periodista era un tigre de Bengala pero personalmente te podías fiar de J.J. Benítez.
– Ha terminado hace poco una serie para tv. ¿Trata del tema ovni?
– «Planeta encantado» trata sobre los grandes enigmas del mundo. Hemos recorrido miles de kilómetros y visitado veinte países.
– Le imagino un poco como a Mulder, buscando siempre la verdad…
– La verdad no existe aquí en la tierra. Lo interesante de quienes buscan la verdad es su actitud de búsqueda que te hace más tolerante, mejor persona, te hace disfrutar de la vida. ¿La verdad? Ojala nadie la encuentre porque si encuentras la verdad te vuelves un fanático, un ser peligroso. Fíjate que los que tienen la verdad son totalmente excluyentes. Lo ideal es la duda permanente porque te permite avanzar.
– Hace poco, debido quizá al exceso de trabajo, estuvo a punto de perder la vida. ¿Cómo le ha cambiado esta experiencia?
– Estoy en el proceso de evaluar qué cosas me interesan y cuáles no. Probablemente voy a seguir investigando y viajando pero con más calma. Prestándole más atención a las pequeñas grandes cosas. Tengo un defecto terrible y es que no sé acabar los libros. Siempre queda pendiente una segunda parte y debo al lector unos seis libros. Recuerdo que cuando estaba entrando en el quirófano –yo que creo mucho en Dios, aunque no soy practicante–, le dije «si te parece déjame cinco o seis años para que acabe las segunda partes», y parece que me escuchó. Así que estoy obligado a acabarlas.
– Pero eso significa más trabajo, mayor estrés
– Le voy a hacer trampas porque si me lo tomo con calma, duro más. Sé que a El le gusta que le haga trampas.