Asalto al territorio comanche
Asalto al territorio comanche

Esta aventura comenzó en el Estado de Nuevo México, en Estados Unidos.

Nos dirigíamos al pueblo de Los Lunas. íbamos buscando la Piedra de los Lunas, llamada así por encontrarse a pocos kilómetros de dicha ciudad.

Sabíamos más o menos el lugar donde se encontraba y después de recorrer bastantes kilómetros por caminos sin asfaltar nos encontramos ante la entrada de la reserva comanche, que por supuesto estaba cerrada y absolutamente prohibida la entrada.

Toda la zona que recorrimos estaba bien cerrada con alambres de espino por lo que la única posibilidad era la de saltar la valla de entrada.

No había otra... (Foto: J.J.Benítez)

No había otra… (Foto: J.J.Benítez)

La zona estaba desierta y sin dudarlo, aun a riesgo de poder tener un gran problema (por allí no se andan con chiquitas con invadir una propiedad privada), decidimos dar el paso, a pesar de las súplicas de Rebecca, amiga y compañera de aventura.

Un vez dentro el problema era encontrar la Piedra de los Lunas. No teníamos ningún mapa para poder orientarnos.

La piedra era grande, pesaba más de 80 toneladas, según nuestra información. ¿Pero por donde empezábamos?

El calor era agobiante por lo que decidimos separarnos para ganar tiempo. El que encontrara la piedra tendría que gritar para avisar a los demás.

Rebecca y Blanca (Foto: J.J. Benítez)

Rebecca y Blanca (Foto: J.J. Benítez)

Pasaron más de dos horas, ya no teníamos agua, lo único que veíamos eran piedras y conejos, imagino que las serpientes estaban descansando a la sombra de algún arbusto.

Rebecca desistió y regreso a la entrada buscando la sombra del todo terreno.

Ya casi nos habíamos rendido, cuando vimos un pequeño barranco y como último intento decidimos acercarnos.

No llevábamos calzado apropiado y no era fácil caminar entre tanta piedra, pero a mi se me da mejor y me adelanté a Juanjo.

No sé porqué intuía que estaba cerca. Fue emocionante allí medio escondida y grite «aquí, aquí, la he encontrado».

Por fin, el esfuerzo había merecido la pena.

Blanca, poco antes de encontrar la Piedra de Los Lunas (Foto: J.J. Benítez)

Blanca, poco antes de encontrar la Piedra de Los Lunas (Foto: J.J. Benítez)

Esta enorme roca tiene una inscripción grabada, que según los arqueólogos se interpreta como una versión de los Diez Mandamientos, grabado en hebreo antiguo y sugieren que el texto es obra de una de las diez tribus perdidas de Israel, aunque nuevas investigaciones estiman que podría tener entre 500 y 2000 años de antigüedad, no se ha podido datar al no haber encontrado restos orgánicos para su análisis.

Junto a la misteriosa piedra grabada (Foto: J.J. Benítez)

Junto a la misteriosa piedra grabada (Foto: J.J. Benítez)

Lo habíamos conseguido, sacamos las pertinentes fotos, tomamos un pequeño descanso y regresamos agotados a la entrada de la reserva.

Rebecca no nos perdonó el susto que la hicimos pasar, sin saber nada de nosotros en horas y decepcionada porque no pudo ver la famosa piedra.

Detalle de la escritura (Foto: Blanca)

Detalle de la escritura (Foto: Blanca)

 

J.J. Benítez

Blanca

En la vida de una persona ocurren, de vez en cuando, algunos hechos, que después de los años, al recordarlos, te hacen sonreír y, en cierto modo, añorar esos días pasados.

Esas anécdotas puntuales son las que me gustaría compartir con vosotros, y si tengo la suerte de haceros sonreír unos segundos, pues perfecto.
Son historias reales y sencillas, pero que han marcado un momento, que recuerdo con cariño. No tienen orden cronológico y van pasando como etapas superadas de mi vida, gracias a mi compañero de viaje y aventuras, en el que confío con todo mi corazón.

Gracias Juanjo.

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